Opinión Internacional

Gaddafi, el nuevo pana.

Estuvo en el sarao de sus cuarenta años en el poder, lo vio en Nueva York, luego en Margarita y como sino fuera poco se reunieron formalmente en Caracas, donde no sólo lo condecoró con la Orden Libertador y sino que le entregó la espada de Bolívar, por segunda vez.

Como para que no quedara duda de la importancia de esa amistad, mientras Venezuela estaba en vilo para oír a Julio Cesar Rivas, estudiante detenido por protestar, liberado por la presión valiente de sus compañeros en huelga de hambre, Chávez ordenaba una cadena para que todos celebráramos su nueva amistad.

Gaddfy es un terrorista convicto y confeso, no retóricamente hablando, sino que su gobierno aceptó la responsabilidad por la voladura del avión de Pan Am, vuelo 103 sobre Lockerbie en Escosia, en 2002 y pagó unos US$10 millones a cada una de las 270 víctimas. Estrechar su mano y darle la más alta condecoración del país es como hacer lo mismo con Posada Carriles quien voló el avión de Cubana de Aviación y que con tanto gaznate grita a los cuatro vientos que es un terrorista y que los gringos también por darle cobijo y amistad.

La última gira de Chávez, la gira del horror, muestra un decidido impulso a establecer nexos muy fuertes con países y tradiciones que no pertenecen a lo que se ha llamado el mundo occidental y cristiano. El mundo donde se creó la democracia y se reconocieron los derechos humanos, y al cual está substancialmente ligado nuestro gentilicio.

Este cambio de que nos aleja peligrosamente de nuestras raíces y valores históricos se aprecia en el esfuerzo por entregar nuestra reservas petroleras a China, Rusia, Vietnam, Irán, Bielorrusia, Jordania, y pare Ud. de contar; en los intentos de redefinir la posición de Venezuela frente a los derechos humanos, al disminuir la importancia de los derechos civiles y políticos así como las libertades fundamentales; al oponerse al concepto de democracia representativa; y en el ahora peligroso intento de buscar una nueva definición mundial de terrorismo con el terrorista Gaddafy.

Estas amistades que incluyen déspotas como Ahmadinejad y Lukashenko reflejan un intento de acabar con el gentilicio venezolano. Llevarnos hacia un mundo y una tradición a la cual históricamente no pertenecemos, por el sólo empeño de otro déspota de quedarse en el poder e impulsar una vetusta idea socialista -o mejor dicho comunista- ya fracasada en el mundo, es más de lo que los venezolano deberíamos estar dispuestos a aceptar.

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