Faltan Lágrimas
Brasil quedó ofendido con la presencia de dos asesores de la Presidencia de la República recordando la posibilidad de una falla mecánica en el accidente del aeropuerto de Congonhas. Es lamentable que colaboradores directos del Presidente se hayan comportado de esa forma, tanto por el recuerdo como por la obscenidad del gesto. Lo que es más, hacerlo en el centro de la política nacional, dentro del símbolo sagrado del poder republicano.
Lo más grave es que ése no fue un gesto aislado. Es un estilo de comportamiento generalizado, y no sólo dentro del gobierno de Lula. Tras de aquellos gestos hay una postura común en la política brasilera: el cuido de los problemas en el gobierno, proteger al partido y a las próximas elecciones, y no al País y su futuro.
Se gobierna para quedar bien ante la opinión pública, no para que el País quede bien en la historia. Se gobierna pensando en el partido y no en la nación. Estas son las mayores tragedias que retratan aquellos gestos: la indiferencia frente a la realidad trágica del pueblo, y la constatación de que no se gobierna para el pueblo y la nación, sino para el partido y la figura del Presidente.
Además del gravísimo mal gusto estético, de la inmoralidad obscena y del absurdo ético de la indiferencia ante la tragedia, los gestos muestran una opción política por la falta de compromiso en el ejercicio del poder. Y no sólo del gobierno de Lula.
Incluso si no hubiese habido pérdida de compostura, que los gestos no hubiesen sido filmados, ni siquiera que hubiesen ocurrido, seguiría habiendo, con el gobierno de Lula, un comportamiento palaciego que muestra la misma opción de los gobiernos anteriores: compromiso privado, y no público; intereses promiscuos con determinados segmentos de la sociedad, con la carrera política de cada dirigente y con el partido.
A lo largo de nuestra historia, pocos gobernantes mostraron sufrimientos ante los problemas nacionales. Es un absurdo despreciar la trágica muerte de 200 personas, pero no es una excepción. Hace poco tiempo, datos estadísticos mostraron un aumento en el trabajo infantil y en el número de niñas explotadas sexualmente, y nadie oyó una palabra de tristeza proveniente del palacio presidencial. Y si los diarios también le hubiesen dado amplia dimensión en sus noticias, ciertamente los asesores habrían expresado los mismos gestos, si las noticias hubiesen insinuado que la culpa era de los padres y no del gobierno.
El hecho en sí, la tragedia, no importa. Sólo importa la caída en la popularidad. El pueblo, la realidad de la violencia, la tragedia de la pobreza, del desempleo, de la pérdida de la educación, de la salud, se hacen irrelevantes si la imagen del gobierno estuviese bien.
Ese es el estilo de gobernar a Brasil. Esa es la vieja y tradicional postura de la “república brasilera”. De Lula, del PT y de los partidos que apoyan a su gobierno, se esperaba un cambio, menos compromiso con el partido y con la carrera de las personas, y más con el País y con el pueblo. Pero no es eso lo que se ve. En verdad, lo que cambió fue que la ventana está abierta, tal vez por descuido; la crítica a la prensa por la invasión a la privacidad —privacidad que ni siquiera debería existir dentro de la sede del gobierno federal; y tal vez el grado de obscenidad. No más, el espíritu es el mismo: indiferencia.
El baile del asesor de la Presidencia, muy parecido al baile de la pizza, exhibido hace dos años en la Cámara de Diputados, puede ser un estilo actual, pero en verdad es una opción antigua, que permanece.
*Profesor de la Universidad de Brasilia y Senador por el PDT / DF