Exculparse sin disculparse
Cuando el Papa, en domingo de misa, lamentó haber herido la sensibilidad de los creyentes musulmanes por su disertación teológica en la Universidad de Ratisbona, logró un doble objetivo: Exculparse, no de lo que dijo, sino por la manera como fueron interpretadas sus palabras, y también, no dar su brazo a torcer en cuanto a su alegato de que no hay razones para acusarlo de propiciar un ataque contra el Islam.
Benedicto XVI insistió en que se limitó a citar a un emperador bizantino del siglo 14 quien cuestionó la violencia perpetrada por seguidores de Mahoma, y que las severas opiniones sobre el profeta fundador del Islam, son referencias de ese personaje medieval. La crítica a la guerra santa – por lo tanto, según el Papa – es válida, es vigente para todas las religiones, y su aclaración fue una elegante salida del problema en que se metió, que podría traducirse en lenguaje profano: “¡Si les molesta lo que dijo Manuel II Paleólogo, hagan como los paleontólogos y escarben el pasado! Iros a casa en paz que yo estoy libre de todo pecado”
Cuando Álvaro Uribe reprochó a su embajador en la OEA por declarar en una universidad de Bogota que Venezuela tiene dos fábricas iraníes que sirven como fachada para extraer uranio de dos minas a 400 Km. del departamento colombiano de Arauca, dijo que su funcionario cometió un error porque: “Los hombres públicos tenemos que poner el buen cuidado de poder decir lo mismo en público de lo que hemos dicho en privado” –y así, Uribe dio una cátedra de diplomacia, sin disculparse del contenido de lo dicho por el embajador, sino del contexto en el cual lo dijo. En jerga granadina sus palabras serían: “Disculpe usted, su merced, por decir lo que pensamos. Así quedamos excusados”.
“Todas las cosas ya fueron dichas, pero como nadie escucha, es preciso comenzar a decirlas de nuevo”, dijo una vez el escritor francés André Gidé ¿Pensarán, Ratzinger y Uribe, que dijeron algo que es Vox Populi? Solo ellos lo saben, porque en el lenguaje de Voltaire: “El que revela el secreto de otros, pasa por traidor; el que revela el propio secreto, pasa por imbécil”.