Eventos contrastantes
Este fin de semana hemos presenciado el inicio del período de Juan Manuel Santos, presidente electo de Colombia por la decisión soberna del pueblo y el intento fallido de aparición de Fidel Castro, un cadáver político que se resiste a estar encerrado en su sepulcro. Estos dos eventos tan contrastantes por naturaleza dan pie para una reflexión sobre el futuro de nuestros pueblos.
Mientras el discurso inaugural del primero trasmitía entusiasmo de cara al futuro: fortalecimiento de la seguridad democrática y énfasis en la prosperidad democrática a través de un pacto de unidad nacional, mejoramiento del nivel de vida de los menos favorecidos y el surgimiento de un nuevo amanecer, el segundo después de cincuenta años de régimen despótico, se quedaba en el lenguaje embrollado aferrado a la ficción de una impensable conflagración nuclear tema que soslaya las inquietudes apremiantes del pueblo.
Del análisis del discurso democrático y firme del nuevo presidente y de la monserga repetitiva del decrépito dictador, queda claro lo que le espera a uno y otro pueblo.
Al colombiano, seguir arando en terreno fértil, afianzando su democracia, mejorando su calidad de vida, dependiendo cada vez más del esfuerzo y el trabajo personal para generar riqueza en un entorno pacífico libre de terrorismo.
Al cubano, continuar en el resuelve sin esperanza, en el inmovilismo esperando decisiones erradas desconectadas con la realidad y un futuro desolador del que sólo se puede escapar prostituyéndose o emigrando al extranjero.
Queda una lección aprendida: que la permanencia indefinida en el poder de un ser “mesiánico y predestinado” ahoga la creatividad individual de las nuevas generaciones; mientras que el respeto a las libertades origina la prosperidad y la felicidad compartida por toda la nación.
