Opinión Internacional

Europa: ´shock´ y chihuahuas

Antes de discutir sobre el shock económico que le viene a Europa, les quiero hablar de la burbuja de perros chihuahua en California. «Es una locura, estamos llenos de chihuahuas», declaraba recientemente Deb Campbell, portavoz de la Agencia de Control y Cuidado de Animales de San Francisco. «Hay días en que nos llegan hasta ocho abandonados». En Los Ángeles y San José, los chihuahuas ya constituyen el 40% de los animales depositados en las perreras.

El boom de los chihuahuas resultó, como tantos otros, de la combinación de prosperidad y moda. Antes de que la crisis azotara California, su economía, el empleo y los ingresos de la gente crecían todos los años. La prosperidad parecía no tener límites y la preocupación sobre un gasto público desbocado, que no podía ser cubierto por los ingresos, no estaba en la mente del californiano común. En cambio, lo que muchas y muchos seguían con más atención que el déficit público eran las andanzas de Paris Hilton, quien comenzó a llevar a Tinkerbell, su chihuahua, a todas partes, transformándolo así en uno de sus ornamentos. La gente se lanzó a comprar chihuahuas. Suponían que esos pequeños perros no daban demasiado trabajo, que comían poco y que su mantenimiento no era costoso. Pero resulta que los chihuahuas necesitan tanta atención como cualquier otro perro y que, de hecho, requieren de frecuentes visitas a los veterinarios, ya que son propensos a las infecciones dentales y a tener problemas cardiacos y óseos. Y esto cuesta dinero. Dinero que, cuando llegó la crisis, comenzó a escasear, obligando a los californianos a hacer «ajustes estructurales» a sus economías personales. Y lo primero que «ajustaron» fue a su chihuahua.

A Europa le va a pasar lo mismo.

Durante el boom era fácil comprar sin preguntar mucho y adoptar estilos de vida basados en un ingreso que se antojaba seguro, estable y, ¿por qué no?, creciente. Pero el boom y la abundancia desorientan tanto a los grandes banqueros como a las imitadoras de Paris Hilton. La prosperidad repentina hace que sea fácil equivocarse en las decisiones de gastos e inversión, o ignorar que los ingresos pueden reducirse súbitamente o incluso desaparecer. Así, una vez que la crisis económica estalla, los países y las personas se ven confrontados a la triste pero intransigente realidad de tener que disminuir sus estándares de vida. Pero mientras que para algunos el ajuste consiste en abandonar a sus chihuahuas o eliminar gastos superfluos, otros muchos millones deben recortar gastos esenciales, como comida o medicinas, y vivir con menos de lo poco que ya tienen. Una lección de la crisis de los chihuahuas es que el primer ajuste lo sufren los más débiles y vulnerables. Otra es que el Estado siempre termina pagando para darles algo de cobijo durante la crisis.

Y este es el debate que dominará los titulares sobre Europa de aquí en adelante: ¿cómo se distribuyen los costes del ajuste económico? ¿Entre qué grupos sociales, generaciones, regiones y sectores económicos se repartirán los recortes? Un inevitable corolario de este debate es que los sectores más organizados abogarán por un ajuste «gradual» y denunciarán a quienes proponen una «terapia de choque económico». Para algunos de estos grupos, defender el gradualismo es simplemente una treta para posponer las reformas tanto como se pueda. Para otros, el gradualismo es la fórmula políticamente correcta de exigir que los costes los paguen primero los demás. Y en otros casos, la defensa del gradualismo significa que no se han enterado de que es imposible hacer estos ajustes sin que haya importantes cambios en la estructura del Estado y una reducción en el nivel de vida de todos.

De aquí en adelante, gobernar en Europa significará distribuir reducciones de salarios, recortar programas sociales y eliminar obras públicas. Y mientras los más débiles y sin voz estarán sufriendo lo peor del ajuste, los grupos organizados (empresarios, sindicatos, banqueros, agricultores, agrupaciones regionales, asociaciones profesionales, etcétera) estarán ejerciendo enormes presiones para extraer del Estado subsidios y dádivas que protejan a sus miembros del impacto de las reformas.

Desgraciadamente, como hemos visto en Grecia, estas negociaciones suelen terminar en las calles, enfrentando a manifestantes con la policía antidisturbios. Sorprendentemente, en Grecia también hay un perro que está desempeñando un papel protagónico en todo esto. En la red se pueden ver las fotos y vídeos de Lukanikos, un perro callejero que ha adquirido tanta notoriedad como la Tinkerbell de Paris Hilton. Pero Lukanikos no es un ornamento. Aparece en todas las manifestaciones rodeado de gases lacrimógenos, del lado de los manifestantes, mostrándole con ferocidad los dientes a la policía. Ojalá que Lukanikos no sea el símbolo de lo que vendrá en Europa. Y tampoco Tinkerbell.

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