Europa es un tusero
El dicho viene del llano venezolano. Se llama tusa al desecho de la mazorca de maíz, ya desgranada, el cual es acumulado en algún sitio de una hacienda o depósito. Su forma cilíndrica no proporciona un apoyo firme para quien camine sobre ellas, por lo que decir “bailar en un tusero” significa dar tumbos, tambalearse, desplazarse de manera inestable, insegura.
Y es así como se ve hoy Europa, caminando sobre un tusero que no es sólo económico, también tendrá efectos políticos y sociales serios en términos de preservación de los grandes logros de la Unión Europea.
La crisis financiera no termina de encauzarse. Los eslabones más débiles de la Unión no dejan de preocupar a los gobiernos. En varios países, cuentas públicas en rojo. Los programas de rescate, los recortes presupuestarios, aumentos de impuestos, reducción de salarios de funcionarios públicos y de las ayudas sociales, medidas todas draconianas que serán tomadas en el marco de unas reformas económicas y laborales aún en ejecución o por ejecutarse en los países con mayores problemas, no parecieran dar los resultados esperados en el tiempo previsto. Austeridad es la consigna, y la alternativa es el precipicio. Pero las dudas no se disipan.
Las luces de alarma están encendidas. Los debates son a diario entre los mandatarios más importantes. Los de Francia y Alemania a la cabeza. Esta última parece no querer seguir cargando con los costos de otros. Los funcionarios de las instituciones comunitarias, en la práctica, en sesión permanente. Los días pasan y las preocupaciones aumentan. Irlanda, Portugal y España en la boca de todos. Las protestas sindicales y ciudadanas no se han hecho esperar. ¿Caerá España también? Ya se hacen los números de lo que significaría rescatarla, aunque las condiciones no sean las mismas que otras economías. Sin embargo, del efecto de contagio no es fácil zafarse, dada la conexión estrecha de los países; así es la interdependencia global.
Grecia fue el primer país rescatado. Fue de alguna manera una sorpresa para los demás, porque la grave situación a la que llegó era peor de lo que sus cifras oficiales decían. Se determinó que venían engañando al resto de sus socios europeos con datos e índices macroeconómicos falseados. El rescate monta a 110.000 millones de euros.
Irlanda, “el tigre celta”, con unos cuantos años de prosperidad a cuestas, no pudo contener la explosión de su burbuja inmobiliaria. Con una fiscalidad muy baja para las empresas (12,5% frente a una media de 25, 7 % europea), fue motivo de crítica de sus socios europeos por competencia desleal. Hoy, para salir del atolladero en que está, deberá recibir una ayuda que ronda los 85.000 millones de euros. A pesar de que sus finanzas eran sanas antes de la crisis, su crecimiento, como el de España, se apoyaba en sectores privados inmersos en la especulación inmobiliaria y bancaria. Estos sectores fueron golpeados fuertemente por la crisis de las subprimes, los préstamos llamados tóxicos. Sin embargo, Irlanda es una economía más competitiva que España. No obstante, en esta crisis ha tenido que estatizar o poner en venta casi todos los bancos, y en política, ya se ha hecho un llamado a elecciones para comienzos del años entrante.
Portugal podría ser el próximo candidato a suceder a Irlanda en esta caída; el siguiente a salvar. Portugal es víctima de una mala gestión de los dineros públicos, escándalos de corrupción, exceso de gastos (“comportamiento irresponsable” dicen algunos en materia de presupuestos) y de un crecimiento mediocre o muy bajo durante una década, se parece al caso griego (fuerte endeudamiento, baja competitividad, caída de exportaciones, estancamiento del consumo). Aquí estamos en presencia de una clase política incapaz de avizorar la crisis ni de tomar las medidas necesarias para amortiguarla.
Por otro lado, España está en “sala de observación”. La «burbuja” inmobiliaria que explotó en este país dejó cerca de 325 millardos de euros de deudas en el sector, a comienzos de 2010. Pareciera que el descontrol del gasto público de los últimos años y la imprevisión del gobierno socialista han conducido a España a esta situación crítica en la que el desempleo ronda el 18%. Las medidas que se están tomando, con la oposición de los sindicatos, pretenden evitar una acción de rescate, como en los casos de Grecia e Irlanda. El temor que existe es que la economía española, si cayera también, por su tamaño, tiene un mayor potencial para afectar al resto de Europa. Los bancos europeos tienen deuda española que alcanza los 120.000 millones de euros. Algunos especialistas que aún creen difícil que España tenga que ser rescatada, no descartan, sin embargo, esa posibilidad. En tal caso, creen que no habría dinero suficiente en el fondo de rescate (750.000 millones de euros) para una operación de salvación. Desde la Unión Europea, se manifiestan dudas sobre la determinación de España de aplicar las medidas anunciadas, y el comisario Joaquín Almunia le pide a Rodríguez Zapatero que las despeje.
Todos estos casos son ejemplos de lo que llaman modelos frágiles de crecimiento, que no han podido soportar los embates prolongados de la crisis financiera.
The Economist dice que “El futuro del euro reside en Alemania y el Banco Central Europeo; ellos, al fin y al cabo, son quienes tienen el dinero. Pero ahora mismo, Zapatero es la clave. Si actúa con rapidez, él podría desempeñar un papel fundamental para evitar el colapso de la moneda única. El futuro del euro estará asegurado sólo cuando el contagio se haya desvanecido. Y esto, ahora está claro,depende crucialmente de lo que ocurra en España»
Visto lo visto, los pronósticos a corto plazo sobre la economía de Europa no son muy halagüeños.
Soluciones a corto plazo no hay.
En días pasados, Angela Merkel ha asomado la idea de que los inversionistas de deuda pública -bancos, fondos de inversión y de pensiones- asuman parte de las pérdidas generadas por el rescate de países como Grecia o Irlanda. Propone que los recates no se paguen sólo con le dinero de los contribuyentes sino que los acreedores de esos bonos asuman una pérdida mediante reestructuraciones ordenadas (“mecanismo de quiebras ordenadas”). Ha declarado Merkel: “¿Cuentan los políticos con el coraje necesario para que aquellos que ganan dinero compartan también los riesgos? ¿O es que negociar con deuda pública es el único negocio en el mundo que no implica riesgos?” Menuda interrogante.Varios países se han opuesto a la propuesta.
Hay algunos que le ven sentido a la propuesta. Tales inversiones conllevaban un riesgo, y lo lógico es que puede haber pérdidas en algún momento. Sin embargo, otros dicen que la propuesta en los actuales momentos tendría consecuencias peores.
Por su parte, Van Rompuy y Barroso, funcionarios comunitarios, han aconsejado a los países con más problemas de deuda (Portugal y España), que cumplan rigurosamente con los compromisos adquiridos respecto de la reducción de déficit y las reformas estructurales aprobadas.
¿Que pasará, al fin, con esta crisis interminable? ¿Se enderezarán las cargas? ¿La decadente y cada vez menos competitiva Europa seguirá en su curso de declive frente a otras regiones del mundo? ¿Como afectarán los asuntos estrictamente políticos? ¿Tiene futuro cierto la Unión, sobre todo cuando pensamos en el desapego creciente que las nuevas generaciones tienen hacia la exitosa construcción europea? ¿De nada valieron los sacrificios y desvelos de los Schuman, Monet, Churchill, Adenauer o De Gásperi? ¿Qué repercusiones tendría el desacalabro o el descrédito del modelo de integración europeo en las relaciones atlánticas y en el mundo en general?
Varios son los interrogantes que quedan en el aire. Mientras, Europa “bailando en un tusero” de inestabilidad, cuya gobernabilidad podría estar comprometida por el agravamiento de sus problemas, incluidos los demográficos, los de inmigración y los que se derivan del fundamentalismo religioso islamista presente en sus ciudades.
El dilema no es fácil para Europa: mantenerse como modelo e impedir convertirse en las próximas décadas en actor subalterno de las otras potencias, o superar la crisis y ser factor fundamental de la gobernanza mundial. Amanecerá y veremos.