Esperando Cincuenta años para un cambio
Aleluya, un cambio!
Bien podrían los sobrevivientes de la revolución cubana salir en harapos a las calles y gritar, como Galileo Galilei hace cuatro siglos: ¡epur si muove! Una rendija se abre en las macizas paredes del convento de clausura marxista leninista que aplasta a la desgraciada isla de la infelicidad y deja penetrar un rayito de luz, un soplido de aire renovado en el espacio pestilente y estancado de una sociedad sometida a la santa inquisición castrista desde hace cincuenta años. Torquemada es una alpargata comparado con Fidel. Dijo el 1° de enero de hace cincuenta años ¡un, dos, tres, nadie se mueva! y se paralizaron todos los corazones durante medio siglo: Al que se movió, lo cosieron a tiros. Lage y Pérez Roque apenas balbucearon y ya los congelaron. Ochoa y de la Guardia tuvieron menos fortuna: terminaron con las tripas pegadas al paredón.
¿Cree este ágrafo teniente coronel que repetirá la hazaña en la Venezuela independentista? Ni idea tiene de su propia historia. Mientras los cubanos chupaban de la teta imperial importando esclavos africanos por cientos de miles para engordar a su sacarocracia, Venezuela se desangraba combatiendo por la libertad en América. Trescientos mil venezolanos dieron su vida en esos veinte años trágicos. Y otros cien mil fueron sacrificados en el fuego estúpido de la guerra larga para satisfacer la vanidad de un comerciante esclavista metido a bandolero federalista, Ezequiel Zamora. En esos treinta años, Cuba importó cerca de medio millón de esclavos. Mientras nosotros los liberábamos. De allí la idea de Bolívar y de Sucre de culminar la empresa independentista invadiendo Cuba y sometiéndola por la fuerza de la espada a las ideas republicanas. Es la tarea que tenemos pendiente. Ahora que la república se apellida democracia.
De esa sangre esclavista, tortuosa y siniestra están hecho los Castro. Por su sangre no corre una gota de espíritu auténticamente democrático. Hijos de un gallego invasor, expoliador y tramposo, que se hizo rico choréandole a la UNITED FRUIT, de la que era empleado, y que expandió sus tierras robándoselas a sus vecinos, no heredaron más que la violencia depredadora y la crueldad ilimitada de su padre. Y derrotados como él por los Estados Unidos, no han tenido otro norte que enfrentarse al país por el que en el fondo de sus corazones no tienen más que una profunda envidia.
Tras cincuenta años de aterradora inmovilidad comienza a desperezarse el monstruo dormido. Leves señales y tenues pases de factura. Sale Osmany Cienfuegos, hermano de Camilo desaparecido hace cincuenta años y en muy extrañas circunstancias en el triángulo de las Bermudas revolucionarias. Nadie dormirá en Cuba con el culo tranquilo. Todos, viejos y nuevos miembros de la nomenklatura oficialista, estarán esperando el llamado con el tétrico mensaje de Raúl: “p’al coño, camará, que ya no nos sirves”. Times are in changing. ¿Cómo se dirá en ruso?