España, entre espectros y expectativas
En las recientes elecciones españolas ganada por Zapatero, los dos principales partidos políticos del país se profesaron un intenso grado de agresividad, pero el gran consenso que han concertado los españoles desde la muerte de Franco es el de convivir en democracia. El Partido Socialista (PSOE) y el Partido Popular (PP) parecen haber heredado el recelo que se tuvieron sus antecesores extremistas de ambos bandos durante la Guerra Civil que marcó, como a ningún otro país europeo, el conflicto entre los seguidores de los dos grandes totalitarismos del siglo 20: el fascismo nacionalista y el comunismo.
Zapatero gobernó durante cuatro años sin recibir un minuto de tregua por parte de un PP que nunca logró digerir su derrota en las pasadas elecciones, cuando las encuestas los daban como favoritos antes del atentado del 11-M. Por su parte, las polémicas decisiones del PSOE sobre la legalización del matrimonio de personas del mismo sexo, la modificación de estatutos de autonomía de algunas regiones como Cataluña y un breve periodo de negociación con ETA, demostraron que una gran parte de España sigue siendo muy conservadora, católica y centralista.
Si bien el PSOE escuchó la voz de las mayorías en cuanto a políticas sociales y un alejamiento del eje de Bush, el PP logró conectarse con algunas voces del centro que prefieren una postura más férrea ante el terrorismo etarra e islamista, ante el incremento de poder de las autonomías regionales y ante el reto de la inmigración, que se ha convertido en uno de los desafíos más controversiales del futuro para una ‘América’ de muchos norafricanos, latinoamericanos y europeos orientales.
Los resultados electorales de España confirman que, si bien los espectros del pasado están mitigados, aún persisten secuelas de ese trauma que hoy se intenta redefinir con perspectiva histórica.