Opinión Internacional

¿Es la tercera vía una trampa socialista?

La “tercera vía” es como el monstruo de Loch Ness; todo el mundo ha oído hablar de él, algunos juran haberlo visto, pero nadie está realmente seguro de su existencia. Por lo tanto, bien vale la pena tratar de determinar si la “tercera vía” es un sofisticado espejismo de mercadeo político o un caballo de Troya, con el cual los socialistas atentan contra nuestra libertad.

Los tres jinetes de la “tercera vía” -Clinton, (%=Link(«/bitblioteca/tblair/tercera_via.asp»,»Blair»)%) y Schroeder- han demostrado que las elecciones las ganan hoy en día quienes se sitúan ideológicamente en el centro. Así es que como estrategia política, la “tercera vía” puede ser vista como una astuta respuesta de los políticos de izquierda ante el derrumbe de la tradicional lealtad al socialismo por parte de la llamada clase trabajadora.

Si existe una tesis central en la “tercera vía” es su pragmatismo. A lo contrario del socialismo tradicional, la “tercera vía” reconoce las realidades de la globalización y, al menos en su retórica, reconoce también algunas de las ventajas de la economía de mercado.

Pero no debemos juzgar a la “tercera vía” en base a su retórica sino en base a hechos concretos. Las estrellas de la “tercera vía” fueron aquellos que se graduaron con mejores notas en la clase de Socialistas Anónimos, jurando abandonar las bases tradicionales de la izquierda, tales como la propiedad estatal de las “industrias básicas y estratégicas”. Aunque la “tercera vía” tiende a sentir gran simpatía por las grandes empresas nacionales, siente especial repugnancia por la libre competencia y el libre acceso al mercado.

Es causa de alarma que la Unión Europea -el caballo de Troya de los socialistas europeos- es visto como un fenómeno pionero. Las políticas sociales de la “tercera vía” europea se inspiran más en las prácticas de la estática Suecia que en la dinámica estadounidense. El énfasis se pone en motivar a trabajadores en situación de desventaja con el establecimiento o aumento de salarios mínimos y convirtiendo al gobierno en empleador de último recurso.

La obsesión del presidente Clinton en la política fiscal refleja la manía de la “tercera vía” en intervenir en las decisiones financieras del individuo. Y la política social de Clinton también refleja la creencia de que el gobierno sabe mejor que el ciudadano lo que más le conviene a él y a su familia. La oposición de Clinton al cheque o vale educativo (para que los padres pobres puedan escoger libremente el colegio para sus hijos), su apoyo a la “acción afirmativa” de preferencias raciales, el control de las armas y la guerra contra las drogas demuestran que no hay nada radical ni innovador en la “tercera vía”.

Al analizar las políticas instrumentadas bajo la “tercera vía” hay que concluir que el supuesto deplazamiento hacia el centro refleja más un cambio de tácticas que de filosofía fundamental. Aunque algunas de las decisiones de la “tercera vía” sí son definitivamente preferibles a las del socialismo tradicional. En tal sentido, debemos alegrarnos que la “tercera vía” está dispuesta a limitar drásticamente los experimentos en ingeniería social que tuvieron un costo tan alto a lo largo del siglo XX.

Tony Blair, (%=Link(«/bitblioteca/tblair/tercera_via.asp»,»Tercera vía»)%)

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