Opinión Internacional

Ernesto Cardenal: la voz sonora contra la opresión

«Yo he repartido papeletas clandestinas,
gritado: VIVA LA LIBERTAD! en plena calle
desafiando a los guardias armados.
Yo participé en la rebelión de abril:
pero palidezco cuando paso por tu casa
y tu sola mirada me hace temblar.»

Ernesto Cardenal

A la generación que reconoce en el grupo del «Taller de San Lucas» a sus propios maestros pertenece Ernesto Cardenal, quizá el poeta nicaragüense más conocido por su militancia política, sus acentos revolucionarios, su simpatía hacia el marxismo, por su irreductible oposición a la dictadura y su condición de religioso.

Ernesto Cardenal ha sido calificado como el «más sonoro portavoz de los «cristianos por el socialismo», no por dedicación política, sino como toma de posición espiritual en cuanto a sacerdote», en palabras de José María Valverde. La política le llevó, sin embargo, al decidido enfrentamiento contra la dictadura de Somoza, pues tomó parte en la rebelión contra el dictador. Su poema «Hora 0» de clara raíz política y tono combativo, inspirado en la figura del general Sandino y constituido en un beligerante ataque a las dictaduras, se convirtió en una proclama histórica de singular trascendencia. La adhesión al sandinismo revolucionario le llevó, andando el tiempo y tras el triunfo de la revolución sandinista, al cargo de ministro de Cultura de Nicaragua.

Ernesto Cardenal nace en Granada el 11 de mayo de 1925. Perteneciente a una familia culta (es pariente de José Coronel Urtecho), se trasladó a México después de graduarse como bachiller; allí estudió Filosofía y Letras y después amplió estudios en Nueva York. A su regreso a su país, 1950, fundó la editorial El Hilo Azul. Realizó numerosos viajes (en España dio a conocer su antología Nueva poesía nicaragüense). Tras diversos incidentes en su lucha contra la tiranía en su país, madura su vocación religiosa e ingresa en el monasterio trapense Nuestra Señora de Gethsemaní de Kentucky, donde tiene como maestro religioso al también poeta Thomas Merton. En 1961 se trasladó a Colombia, donde estudió teología; en 1965 recibía en Managua las órdenes sacerdotales, y a continuación fundó en el archipiélago de Solentiname una comunidad religiosa que, con los años, tendría gran importancia en la vida y obra del poeta. Dirigente del Frente Sandinista de Liberación, luchó contra la dictadura de Anastasio Somoza, y expulsado este (1979) fue nombrado ministro de Cultura.

En el ámbito de la poesía hispanoamericana es una voz totalmente original. Su acento fue en un principio sumamente pausado, inaugurando una tendencia definida como neorromántica y que produjo éxitos relevantes en La ciudad deshabitada y El conquistador. Entre 1952 y 1957 escribió una serie de Epigramas, publicados en 1961, que aún hoy figuran entre los aspectos más interesantes de su vasta obra poética. Anteriormente había contribuido a difundir la poesía de su país en una obra antológica, Nueva poesía nicaragüense (1949), empeño sobre el que volverá más tarde con la abundante selección de Poesía nicaragüense (1975).

El acento político se hace denuncia dramática en algunas de las composiciones de Cardenal. Después de los Epigramas, la lírica de Ernesto Cardenal se vuelca hacia temas de mayor compromiso y hacia la búsqueda de una expresión en la cual la poesía se manifiesta en el lenguaje aparentemente desnudo de la crónica. En efecto Cardenal se convierte en el cronista contestatario del mundo nicaragüense y, al mismo tiempo, de toda la historia contemporánea latinoamericana, en una implacable denuncia de los abusos políticos y económicos, de la injerencia estadounidense que frena el proceso de democratización de América Latina. Los lemas y el vocabulario en general de la sociedad de consumo, los anuncios deslumbrantes de los productos norteamericanos, la vida deshumanizada y superficial imitando al cine, la propia invasión de la lengua inglesa son todos los factores que forman parte de una inautenticidad que se superpone de manera híbrida y dolorosa al genuino sentir del continente y que poeta repudia duramente. Marilyn Monroe se convierte en símbolo de este mundo de inautenticidad y violencia., pero con un sentido profundo de verdadera piedad. En la Oración por Marilyn Monroe escribe Cardenal: «Señor / recibe a esta muchacha conocida en toda la tierra con / el nombre de Marilyn Monroe / aunque ese no sea su verdadero nombre…»

En los Salmos el poeta levanta nuevamente su voz contra la opresión y la injusticia, canta al Dios omnipotente y justiciero: «Escucha mi protesta / porque no eres tú un Dios amigo de los dictadores».

El compromiso de Cardenal con su país se manifiesta también en los libros posteriores: Homenaje a los indios americanos (1972), donde se sitúa en la tendencia neoindigenista en una poesía apasionada y de gran poder comunicativo, y Canto nacional (1973), dedicado al Frente Sandinista de Liberación, en el cual la dedicación es razón íntima del alma: «De esta tierra es mi canto. Mi poesía de este clima». Entre sus últimas publicaciones citaremos: Evangelio de Solentiname (1974), Vuelos de victoria (1984) y Poemas indios (1992).

Especial importancia tienen los dos tomos del Evangelio de Solentiname, en los que la interpretación del Evangelio se hace «desde abajo», o sea desde la simplicidad de la fe de los componentes de la Comunidad fundada por Cardenal en el archipiélago Solentiname, Gran Lago de Nicaragua, posteriormente bombardeada y destruida en el último periodo de la dictadura. Y como dijo el poeta nicaragüense: «Uno se despierta con cañonazos / en la mañana de aviones. / Pareciera que fuera revolución: / pero es el cumpleaños del tirano».

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