Entre Lenin y Lennon
En la recta final de la campaña electoral de Brasil, Lula da Silva se identificó con Jesucristo, asegurando que fue traicionado como él, por varios de sus compañeros del Partido de los Trabajadores (PT) involucrados en casos de corrupción: “yo no he perdido mi importancia” – predicó desde Belem, do Pará, hasta la frontera con Misiones en el sur, aludiendo al Nazareno. Y se apersonó una “hereje”, Heloísa Helena – no confundir con María Magdalena – la candidata disidente del PT, e intentó detener la aspiración mesiánica de Lula, puesto que la presidencial ni con un milagro, y lo acusó de asemejarse más a Judas y a Pilatos que a Cristo “porque traicionó sus promesas y se lava las manos ante la corrupción”. (Ver fuentes en São Paulo, sede del Corintias Fútbol Club).
En este debate, digno de un concilio del Vaticano, el ex presidente Cardoso completó la trinidad alegando que Lula no es Cristo, sino el demonio, como si se hubiese contagiado del estilo “maquiabólico” de Hugo Chávez cuando en la ONU satanizó a su colega comercial Bush, mientras segregaba ácidos sulfúricos – por cierto, utilizados en la industria petroquímica – cuya fragancia debe conocer bien el venezolano por su familiaridad con el canje de oro negro por opacos apoyos a su proyecto totalitario e imperialista.
Que los acaudalados siameses Bush y Chávez mencionen a Jesús y los demonios a nadie sorprende, pero sí, que la izquierda progresista de Brasil lo haga cuando, es de suponer que por su formación marxista-leninista, hace tiempo desecharon la exégesis bíblica. La política brasilera se convirtió en un breve carnaval de insolencias, pero eso no hace de Lula un Lennon, que con descaro pero buen tino, aseguró que los Beatles eran más populares que Jesucristo en una década de devoción a los “dioses” del rock.
En una segunda vuelta al poder, haría bien Lula en evitar un mesianismo que lo pueda tentar a ser más como al tirano Castro que como al benevolente Cristo.
