En los países del Sur también hay noticias positivas
Los medios de comunicación de los países industrializados nunca nos ofrecen noticias positivas de los países del sur. Sólo nos hablan de África, de Latinoamérica o del Sudeste asiático con motivo de huracanes, terribles enfermedades, guerras o hambrunas, pero sin precisar que la mayoría son debidas a los señores de la guerra que han hecho del hambre un arma contra sus enemigos.
Hoy quiero subrayar dos noticias positivas en África y en Asia que nos pueden ayudar a cambiar nuestra actitud ante el desánimo existente.
La República de Sudáfrica padeció durante medio siglo un espantoso apartheid en el que la minoría blanca, un 13% de la población, gobernaba a la mayoría negra y explotaba las riquezas en su beneficio. Pero ese régimen fracasó y, desde 1994, dio paso a la República presidida por Nelson Mandela y por un excelente grupo de colaboradores negros democráticamente elegidos que ganaron la lucha al apartheid.
Desde hace diez años, los excluidos de ayer controlan el poder y han alejado a quienes los esclavizaban, pero permitiéndoles vivir tranquilamente en el país. Algo no muy corriente en una revolución semejante, porque se trata de una auténtica revolución sin sangre ni ajustes de cuentas. Cuando se produjo el cambio de régimen, no faltaron agoreros que declararon en los periódicos. “Esos negros son incapaces de hacer funcionar la economía de un país desarrollado. África del Sur se vendrá abajo, como en el Zaire”.
Pero hemos visto el éxito en la gestión de Nelson Mandela en primer lugar y de Thabo Mbeki y sus colaboradores después hasta conseguir un reconocimiento público del FMI: un crecimiento anual del 4%, la inflación controlada, orden en su sistema financiero, una moneda sólida, unas reservas monetarias suficientes y una excelente reputación ante los inversores. No olvidemos que durante el apartheid el crecimiento económico nunca superó el 1% y que tenían las cuentas en rojo.
Cierto que la pobreza no ha desaparecido y que el paro y las desigualdades continúan siendo escandalosos, pero, en un par de décadas, con esta gestión económica y no aventurándose en guerras impuestas el milagro económico será una realidad porque han sabido escoger el camino adecuado.
Por lo tanto, pasamos del terreno ideológico al político: Cuando los dirigentes negros acceden al poder, no son peores que los blancos europeos si disponen de guías honestos y preparados como ha sido el caso en Sudáfrica. No se trataba de una cuestión de piel sino de buena preparación, responsabilidad y de saberse respaldados por una auténtica mayoría democrática mientras que, durante el régimen del apartheid, los dirigentes políticos obedecían a una oligarquía.
Otro caso admirable se refiere a los dos colosos más poblados del planeta, China e India.
La primera tiene un régimen autocrático dirigido por un partido que todavía se denomina comunista; controla los poderes político y económico. La segunda es una democracia sorprendente que funciona desde hace sesenta años y es la más grande del mundo en población, más de mil millones de ciudadanos.
China se lanzó en 1978 a un crecimiento económico desenfrenado alcanzando una tasa del 9% anual, apoyado en la exportación y en las inversiones extranjeras. India, menos centralizada y con instituciones y controles más democráticos lleva algo más de retraso, se desplaza con mayor prudencia.
De ahí esta diferente actitud ante dos desafíos monumentales: en la lucha contra la pobreza, China ha liberado de la miseria al 30% de sus habitantes (400 millones de personas), mientras que India no ha podido hacer lo mismo más que con 70 millones de sus habitantes, alrededor de un 7%.
En la lucha contra el hambre, es la democracia de India la que va por delante. Ha logrado acabar con las hambrunas que diezmaban a la población durante la época colonial y no ha conocido ninguna en los últimos cincuenta años. Mientras que en la China de Mao conocieron una terrible que mató a 30 millones de personas de 1959 a 1961 debido a los errores en la planificación comunista.
A comienzos el siglo XXI, la China autocrática mantiene un desarrollo más rápido que el de la India democrática, y la renta media anual de los chinos es de 1.300 dólares mientras que la de los indios es de 650.
¿Se podría decir que la dictadura oligárquica es más eficaz que la democracia cuando se trata de un rápido desarrollo económico para sacar a un país de la pobreza? No está garantizado que el sistema anquilosado y gerontocrático de China no vaya a reventar de alguna forma por la incoherencia de su modelo de “un país dos sistemas”. Mientras que en India, con un ritmo menos apresurado pero con el control de las instituciones democráticas, permiten el cambio en los dirigentes y la alternancia en el poder.
La buena noticia es que en India se han efectuado sondeos para preguntar a la población si preferirían un crecimiento más rápido (del 8% al 9% en lugar del 6% al 7%) con el riesgo de perder sus conquistas democráticas en las que viven desde hace sesenta años. La respuesta mayoritaria ha sido que no: en India prefieren desarrollarse a su ritmo mientras conservan la protección de sus conquistas democráticas.
Se llena uno de esperanza cuando comprueba que no todo es desastre y corrupción en los países de Sur, pero a los medios de comunicación, o a quienes los controlan, esto no parece llamarles la atención.
Fuente:
Centro de Colaboraciones Asociadas