Opinión Internacional

En Colombia ya huelen el cambio

El hecho de que Santos haya recibido a Capriles en el Palacio de Nariño es suficientemente relevante como para sacar algunas conclusiones.

El colombiano es pragmático en demasía. Como debe ser. Él es presidente de Colombia, no de Venezuela y en tal condición debe velar por los intereses que representa. Lo anterior significa que en Bogotá debe haber alguna percepción de que la candidatura de la oposición venezolana representa una posibilidad de alternativa de poder más o menos viable y por lo tanto es necesario tener algún gesto de acercamiento con quien pueda ser el que conteste el teléfono en Miraflores en los años por venir y con quien habrá que entenderse guste o no.

Así pues, cuando el «mejor amigo» actual bien puede estar de salida no resulta insólito preparar el terreno para una relación con un «novísimo mejor amigo» aun cuando el gesto seguramente no haya sido del mejor agrado de los rojo-rojitos que creyeron que Santos se jugaba por su causa. Santos se juega por la causa de Colombia y para ello seguramente estará dispuesto a pactar con Lucifer o con la Madre Teresa de Calcuta según fuere conveniente. Lo anterior no es un juicio moral sino una constatación política harto repetida uno de cuyos ejemplos paradigmáticos fue el pacto Ribbentrop/Molotov de 1939 que aseguraba a la Unión Soviética que no sería atacada por Alemania.

Asimismo debe destacarse la singularidad del gesto de Santos que tuvo el coraje de acceder al pedido de entrevista hecho por Capriles. Pocos -o casi ningún- Jefe de Estado suramericano ha tenido esa amplitud con la oposición venezolana. No la tuvo Lula ni Rousseff ni Mujica ni Humala. Que recordemos el único capaz de superar esa barrera fue Néstor Kirchner quien se reunió dos veces con nosotros, una en 2004 en la sede de la embajada de Argentina (a la que asistimos) y la otra en Puerto Ordaz. No importa que después hiciera lo contrario de lo que prometió, lo cierto es que demostró independencia y deseo de escuchar, muy distinto a Lula cuya celebrada visita a La Habana coincidió con la muerte por huelga de hambre de un opositor sin que el «gran demócrata» se diera siquiera por enterado. Hoy se comenta que otros gobiernos pudieran acceder a escucharnos. ¿Por qué será?

La «amistad» Chávez/Santos apenas ha logrado restituir el comercio bilateral en una aún reducida proporción desde los siete mil millones de dólares del 2009 a mil quinientos millones en 2012 lo cual habla de lo mucho que aún se puede progresar para el beneficio de ambos países, especialmente Colombia que ha tenido el saldo a su favor casi siempre. Parece suficiente razón, ¿verdad?

El tema de la pacificación en Colombia es también relevante para Venezuela independientemente de quien gobierne en cada lado. Es por eso que el programa de Capriles, expresado también en la reunión con Santos, incluye la prosecución del rol de facilitador conferido a nuestro país (junto con Chile) en las conversaciones destinadas a lograr esa ansiada pacificación. Así deben ser las políticas de Estado cuya relevancia y nivel de consenso transcienden la mera coyuntura partidista temporal.

 

 

 

 

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