Elecciones vs. negociaciones
Ver a Bolivia al filo de una guerra civil justo después del referéndum que ratificó a la mayoría de las autoridades electas, nos hace reflexionar sobre las bondades de este método como el única alternativa para solucionar diferencias cuando a los actores involucrados les parece que ellas son irreductibles.
Aquí mismo en Venezuela, hemos desarrollado una animadversión por todo lo que huela a negociación y queremos convertir a Venezuela en una especie de democracia referendaria. Con el adjetivo de «cogollero» queremos destruir cualquier negociación que se haga, pidiendo a gritos que sea el «pueblo» el que decida, en una especie de Suiza idílica, ya negada por Manuelito (sic) Peñalver . Bajo el lema Voux Populi Vox Dei , los latinoamericanos o al menos los venezolanos, cansados de las corruptelas de los partidos políticos y convertidos en militantes del apoliticismo hemos rescatado la participación de las grandes mayorías como medio de solucionar los problemas fundamentales.
Esta participación mayoritaria es fundamental para asegurar que todos los intereses están representados en los espacios de decisión. Esto es la democracia. También es importante pues, es la manera en que los más pobres son tomados en cuenta, no como objetos de manipulación política – o comunicacional- sino como sujetos de la acción de Estado.
Pero cuando las fuerzas políticas se han polarizado, si se desea una salida democrática, es decir inclusiva de todas las partes, es necesario el diálogo y la negociación. Ellas cuando se hacen de buena fe, o cuando al menos se hace desde la perspectiva de que la salida deberá ser negociada o no habrá salida, permite a las sociedades moverse hacia delante.
La crisis de Venezuela que se produce a partir del suicidio de la Cuarta República, liderizada por su partidos y lideres políticos, nos ha permitido sufrir en carne propia los errores de una cultura política que basada en la antipolítica y el mesianismo-caudillesco o populista. Esta responde a la decepción que nos causó tratar de salvar la República Civil una y otra vez, sin que nuestros líderes estuvieran a la altura. Por eso el anarquismo militante de la antipolítica nos hace repudiar todo lo que se asemeje a negociaciones. Estamos errados. Ni las negociaciones son el único camino ni los referendos tampoco.
La crisis boliviana agotada la vía referendaria ha optado por la negociación. Todo parece que pudiera marchar bien, si hacen caso omiso de las consejas de los radicales de allá y de aquí.