El sueño de Fidel
Los revolucionarios cubanos mostraron siempre un interés ilimitado en tener una relación especial con Venezuela.
Desde La Habana se intentó promover la causa rebelde, tanto por la necesidad de petróleo barato como por el apoyo a la izquierda local. Sin embargo, el régimen democrático presidido por Rómulo Betancourt se negó a transitar por la senda populista y a su vez le ganó la apuesta a quienes impulsaron la lucha armada en nuestro país.
Con la llegada de Hugo Chávez Frías a la presidencia de la República en el año 1999 y a los cuarenta años de la primera visita del líder cubano a Caracas, Fidel Castro cumplió su propósito de influir en el Estado venezolano y de conformar con sus representantes una alianza ideológica de grandes proporciones y de singulares compromisos.
El salto largo de estos catorce años lleva a preguntarnos hasta qué punto las relaciones de nuestro país con Cuba han marcado nuestra historia, tanto en los aspectos diplomáticos, consulares y comerciales como en relación a la política doméstica; y cuál es el papel que han jugado esos vínculos en nuestra vida cotidiana.
La Revolución Cubana ha entrado en una contradictoria revisión de sus bases, como consecuencia de la crisis general que experimenta esa sociedad, la transición política llevada a cabo y la puesta en práctica de unas tímidas y tardías reformas económicas.
Los actuales gobernantes venezolanos se han empeñado en idealizar a ciegas el modelo cubano, lo quieren imitar, no entienden por dónde va ese accidentado proceso y mucho menos conciben su fracaso. El ensayo socialista bolivariano tampoco termina de moldearse. De igual modo, nunca antes se había visto con tanta claridad el nivel de injerencia que tienen los hermanos Castro en la conducción de los asuntos públicos en Venezuela.
¿Será que el sueño de Fidel no es más que una gran pesadilla?