El Salvador no salva.
Lo de la decisión del gobierno de El Salvador, ¿es mala memoria, mala índole o muestra de cuán endeble y adaptable puede ser la ética de un gobernante?
“… No es triste la verdad; lo que no tiene es remedio”. Eso cantaba Joan Manuel Serrat en unos versos ya viejos memoria. Los poetas tienen la habilidad para decir cosas que no se gastan. Acaso porque ellos sí logran ver con claridad a través de los cristales, aunque estén empañados.
Mala memoria. Olvidar quién los ayudó en momentos difíciles. Quién corrió a su socorro. Fue el pueblo de Venezuela. Cuando allá en El Salvador los muertos se contaban por miles, por decenas de miles, por centenas de miles, los venezolanos no cerraron sus ojos. Cuando el futuro se les escurría entre los dedos, cuando los perseguidos eran tantos que no había manera de contabilizarlos, los venezolanos no callamos. Cuando conseguir abrigo era un asunto de vida o muerte, los venezolanos abrimos la puerta. Y en Venezuela no fue sólo el gobierno quien ayudó; fuimos los ciudadanos, los venezolanos de a pie, quienes ayudamos a los salvadoreños, gente de carne y hueso que estaba en peligro de extinción. Y salvamos salvadoreños. Y no hace tanto tiempo de eso, como para que ya se haya enterrado tanta solidaridad en las cavernas oscuras del olvido.
Pero hoy, cuando desde Venezuela se necesitó ayuda, no para hombres poderosos, de dinero e influencia, sino para hombres sencillos, hombres del pueblo, sin medios de fortuna, sin pelos rubios, y ojos rubios y almas rubias, la respuesta es una puerta que se cierra en las narices. Mucho hay de discriminación en esta infausta decisión del gobierno de El Salvador. Vivas y Forero no hubieran sido asilados de lujo, no hubieran hecho brillar los salones del palacio de gobierno. No hubieran llegado con las alforjas llenas de dineros para compartir con funcionarios. Su único capital hubiera sido su honestidad, eso que estos parece ser un lujo y una excentricidad. “Más vale caer en gracia que tratar de ser gracioso, pero si tienes dinero el ridículo importa poco”. Palabra cierta. De Rubén Blades, centroamericano, por cierto.
El gobierno salvadoreño está de estreno. Y a pocos días de su inauguración, manchó el gentilicio. El Salvador no salva. Pero los países no son sus gobiernos. Los países son los sufridos de sus gobiernos.
¿Qué pesó más? ¿Acaso el petróleo barato? ¿O fue el voto de apoyo a un carguito en la OEA? Dicen por ahí que todos tenemos un precio, y que es una simple cuestión de que el ofertante lo descubra, y diga las palabras mágicas.
Leí una crítica a Vivas y Forero, donde el autor apuntaba que pecaron por inocentes. Inocentes son, a qué dudarlo. Pero en este país, en este pedacito de continente, la inocencia no está de moda, y el pecado se impone. Y se festeja la viveza, que no la decencia. Que si no debieron recurrir a un país como El Salvador. Que si debieron tener el olfato para saber que estaban tocando la puerta equivocada. Qué cosa. Cuán diligentes y veloces somos para la crítica vana, y no para resaltar la gravedad de los hechos. Somos lo que siempre hemos sido, nuestros más feroces enemigos.
Total, ahí están Forero y Vivas, Vivas y Forero, hombres del pueblo, prisioneros de Zenda.
Y en El Salvador, los jerarcas de turno, los que tuvieron en sus manos el poder para salvar, se lavaron las manos, y se convirtieron en Pilatos de nuevo cuño. Imagino que durmieron cómodamente en sus camas ortopédicas con almohadones de plumas, a pierna suelta, mientras dos hombres inocentes ven la vida a través de unas rejas. Y bajo el colchón quedó atrapada la memoria que estorbaba.
¿Y la Justicia? Esa tampoco está de moda, ni aquí en Venezuela ni allá en El Salvador. “La soga sigue partiendo por lo más fino. De más está predicar que así es el destino. Parece que no tener plata es un delito. Que vale más la injusticia que el “Ay bendito!” . Menos mal que existe Rubén.
Felicidades, Sr. Presidente Saca. Se ha unido usted al nutrido club de los gobernantes indecentes. Gracias a Dios no fue usted tímido, y lo hizo a plena luz del día, frente a los ojos del también inocente pueblo salvadoreño. Pero yo le digo como dice Blades: “… La ley mal aplicada deja de ser ley. … Todos tenemos derecho a vivir con dignidad. No pedimos privilegios, no pedimos caridad. Esto debe quedar muy claro: sin justicia no habrá paz”.