El no tan discreto descaro de la hipocresía
Organismos de Derechos Humanos claman al mundo detener las masacres perpetradas por el régimen del partido Baath sirio, dominado por la dinastía al Assad (Bashar, actual dictador, desde el 2000, heredero de su padre Hafez quien gobernó 30 años). Sin embargo, a diferencia de Libia, en donde intervino la OTAN y de Bahrein, en donde su rey sunita fue apoyado por tropas saudíes y de países del Golfo Pérsico reprimiendo a su población de mayoría chiíta, en el caso de Siria los gobiernos árabes y occidentales se limitan a palabras de condena y amenazas incumplidas que ponen en evidencia la gran hipocresía de todos los protagonistas, que por acción u omisión, tienen alguna responsabilidad sobre lo que allí sucede.
Por supuesto la mayor hipocresía es la de Bashar al Assad y su camarilla de criminales que justifican sus masacres calificando de terroristas a todo quien disiente de su régimen y protesta pacíficamente en su contra y también y también son hipócritas quienes lo apoyan justificando la sangría del país más totalitario del Medio Oriente en el nombre de que su gobierno “lucha contra el imperialismo occidental”. Nada más práctico para potencias como Rusia y China que se oponen a una resolución en la ONU contra al-Assad para aprovechar las sanciones económicas a Siria y así enriquecerse más, y patético, en el caso de quienes simpatizan con el tirano atrapados en discursos rancios de “La Guerra Fría”.
Es hipócrita la (falta de) política de los países de la OTAN respecto a Siria, luego de haber intervenido en Libia para detener las matanzas del régimen de Gadafi aunque tengan razones muy pragmáticas para no hacerlo: el régimen de Damasco tiene un ejército mucho más poderoso que el de Libia, con misiles sofisticados contra ataques aéreos; el potencial que tiene Siria para desestabilizar junto a Irán a El Líbano a través del grupo extremista chiita que ambos países patrocinan con armas y dinero, el Hezbolah, y el hecho de que Israel mantiene territorios ocupados a Siria desde 1967, las alturas del Golán, con lo cual l Assad podría aprovechar un ataque para generar una guerra en el Medio Oriente. Éstas son razones de peso para evitar una confrontación directa contra Siria de parte de países vecinos y potencias occidentales, pero hay analistas que piensan que occidente considera como “mal menor” al régimen de Assad porque su caída podría conducir a una guerra civil entre las diferentes comunidades religiosas del país: sunitas vs alauitas (secta a la que pertenece la dinastía Assad), árabes, drusos y kurdos, y esto sería altamente explosivo para países fronterizos como Turquía, Irak, El Líbano, Jordania e Israel.
También la Liga Árabe fue cínica al enviar en diciembre a Siria a una comisión de observadores encabezada por el general Mohamed Ahmad al-Dabi, quien según Amnistía Internacional comparte responsabilidad en masacres en Darfur durante el genocidio ejecutado por el régimen islamista de Sudán. Luego de un mes de observar pasivamente las masacres, recién encaran el conflicto con seriedad con el fallido intento de que e Consejo de Seguridad de la ONU pasara una resolución exigiendo la renuncia de al Assad.
En muchas guerras recientes, como la de Israel y Hamas en Gaza, en un mes murieron 1200 personas, la mayoría militantes de ese grupo islamista, y en Siria, ya se acercan a 5 mil los civiles asesinados, incluyendo 384 niños, según Unicef.
No es cuestión de “quién mata a más” pues toda vida es sagrada, pero el silencio, desinterés y el mutis de muchos periodistas en el caso de Siria, Rusia con Chechenia, China con el Tibet, etc.en contraste con su exaltación cuando en un conflicto está la OTAN, EEUU o Israel, dicen mucho sobre el no tan discreto encanto de la hipocresía.