El Milagro Nicaraguense.
¿Habría imaginado alguien que el Frente Sandinista (FSLN) y el Partido Liberal Constitucionalista (PLC) podrían hacer una alianza en Nicaragua?
Este país vive una crisis de gobernabilidad trás un pacto entre Daniel Ortega y Arnaldo Alemán, que no pueden tener agendas ideológicas más opuestas. Trás bambalinas, esta pareja dispareja giró instrucciones a sus parlamentarios para aprobar reformas que recortan los poderes del presidente Roberto Bolaños, disidente del PLC. La mayoría de la Asamblea controla el consejo electoral, la contraloría y otros entes estatales que buscan deponer al mandatario acusándolo por delitos electorales en 2002. Bolaños se ampara en un fallo de la Corte Centroamericana de Justicia que resolvió como “jurídicamente inaplicables” estas reformas.
Recientes encuestas indican que más del 60% de la población ve la alianza FSLN-PLC como oportunista y consideran que busca neutralizar a otros partidos políticos protegiendo a varios de sus dirigentes acusados de corrupción, como al ex presidente Alemán, recientemente liberado de su condena de 20 años de prisión. No es casualidad que el ex alcalde de Managua Herty Lewites, expulsado del Sandinismo por oponerse a la postulación de Ortega y el banquero Eduardo Montealegre, expulsado del Partido Liberal por apoyar al actual gobierno que en 2001, promovió el enjuiciamiento de Alemán, sean los hombres a quienes la mayoría de los nicaragüenses ven con más simpatía.
Un ex Sandinista y un ex Liberal acusan a los líderes de los partidos de donde provienen de ser oligarcas que “secuestran a la democracia”. Bolaños, visto por la izquierda como un vendido a los norteamericanos y por la derecha como un traidor al líder del partido al cual perteneció, ha logrado crear que los extremos se acerquen: El Che y el Tío Sam bailan al son de las marimbas en Nicaragua ante el triunfo de la demagogia sobre la ideología.