Opinión Internacional

El logro Alemán

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Hace pocos días Alemania conmemoró el 60 aniversario de la fundación de su actual sistema democrático, y los hechos son contundentes: una milagrosa transformación del estado militarista prusiano y luego, del Nazi, a una de las democracias más estables, de mayor prosperidad con una concepción liberal y social del Estado, aunque esto pueda lucir como una contradicción para algunos nostálgicos de los estados corporativos de derecha o izquierda.

Tres años después de la conquista y división de Alemania entre los aliados occidentales y los soviéticos, Francia, Inglaterra y Estados Unidos –a diferencia de Stalin (decir que fue el gobierno de Moscú sería una distorsión para lo que fue su régimen personalista y totalitario)– ofrecieron a los líderes de los diez estados federados de la parte occidental germana, a que junto a representantes de la ciudad-estado de Hamburgo y de Berlín occidental, se reuniesen para establecer las bases de un país independiente. Si bien la oferta fue tentadora, no fue fácil para los padres de la patria de Alemania Federal aceptar que, oficialmente, habían perdido su soberanía sobre la parte oriental, y es por eso que establecieron una legislación provisional, confiados en que algún día lograrían reintegrarse. Aquel documento “provisional” – llamado Ley Fundamental y promulgado en mayo de 1949– no solo ha demostrado que sigue vigente como un modelo de constitución para las democracias del mundo, sino que además, no ha sufrido mayores cambios en su esencia tras su reforma en 1994 por la reunificación alemana.

Los líderes de Alemania Occidental fueron visionarios, en especial el conservador Konrad Adenauer, quien dirigió la asamblea que elaboró la Ley Fundamental, que además de considerar que algún día su país podría recuperar y absorber a la población oriental viviendo bajo el yugo del totalitarismo comunista, tomaron precauciones para evitar que los fantasmas del pasado pudiesen emerger. Por eso, la constitución incluyó la llamada “cláusula de eternidad” que hasta hoy prohíbe la modificación de los artículos relacionados con el respeto a los derechos humanos y al sistema federal, democrático y social, para evitar que puedan ser legalizados partidos políticos con proyectos discriminatorios o totalitarios. Es emblemático que la primera frase del artículo 1 de la Ley Fundamental –no negociable a cambios, incluso si se modifica la constitución– es el que afirma que “la dignidad humana es inviolable”.

Además de estadistas como Adenauer, Alemania ha contado con grandes cancilleres de gran visión como Willy Brandt, quien puso en practica, una política de acercamiento al Bloque del Este (la Ostpolitik), y como Helmut Schmidt, Helmut Khol, Gerhard Schröder y en el presente, Angela Merkel.

El llamado “milagro alemán” es más bien un logro de la combinación entre pragmatismo y principios de un país cuyo significado lingüístico se deriva del germano antiguo Allmanis – “todos los hombres” – y que ha logrado exactamente eso: unir a todos sus ciudadanos, orientales y occidentales, bajo un proyecto pluralista basado en la aceptación y el aprendizaje de su sombrío pasado.

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