Opinión Internacional

El gobierno de Cuba y la OEA

“La misión histórica de América es
ofrecer al hombre una tierra de libertad”
(primera línea de la Carta de la OEA 1.948)

El 30-01-1962 Fidel Castro, con su revolución, fue echado del organismo interamericano. Su accionar al servicio del expansionismo de una potencia extracontinental, cubrió de ignominia y condujo a la miseria al pueblo liberado por Céspedes, Maceo y Martí.

Pocos políticos, analistas y comunicadores lo cataron como el más extremista del fidelismo. Por sobre la injustificada, inútil e indetenible masacre de La Cabaña ejecutada por el Che, la buena fe y el corazón justificadamente anti-yanki de gran parte de la intelectualidad democrática del globo, lo elevó al solio de los redentores. Fusilaba esbirros, confiscaba centrales azucareros y de energía eléctrica, hoteles y grandes almacenes propiedad de gringos y burgueses, eso lo estimaron bueno; pero luego hizo lo propio con humildes servidores públicos víctimas de los “chivatos”, así como con medianos y pequeños industriales y comerciantes.

Rómulo Betancourt lo tenía medido desde cuando encabezaba bandas de pistoleros en la Universidad de La Habana, las andanzas del 9 de abril bogotano y su conexión con el peronismo. Cuando el nobel tirano dio continuidad a su carrera criminal ya lo tenía expedientado. No lo sorprenden las violentas manifestaciones que comenzaron a darse cuando retornó a La Habana, luego de una corta estadía en Caracas, sin petróleo gratis y con el morral vacío. Las arcas estaban exhaustas y los hidrocarburos, única fuente de divisas, no podían regalarse.

El Presidente recién electo estaba preparado para hacer frente a una profunda crisis económicofinanciera en ciernes y a sus consecuencias políticas, incluida la subversión Castro-comunista, que reventó inmediatamente después de la chapucera invasión norteamericana por Bahía de Cochinos el 15-04-1961, haciéndose particularmente agresiva con los alzamientos de unidades navales en Carúpano (04-05-1962) y Puerto Cabello (02-06-1962) donde la muerte, inspirada en Fidel Castro, engulló la vida de cientos o miles de jóvenes, enlutando la Nación. Los misiles soviéticos (15-10-1962) pillados en predios del barbudo, corroboraron el compromiso con la URSS y su expansionismo, así como la alta peligrosidad del Castro-comunismo para la seguridad continental.

A partir de esos acontecimientos, hechos como el decomiso de documentación, armamento y remesas en dólares enviadas por el gobierno cubano, dieron fundamento a la resolución de expulsión presentada por el gobierno de Venezuela aprobada en Punta del Este, Uruguay.

Mientras Castro financiaba, armaba y fomentaba la inmolación de contingentes juveniles, encabezados por estudiantes universitarios, la democracia venezolana sembraba el territorio de escuelas y hospitales; construía viviendas, embalses, autopistas, adelantaba la reforma agraria e impulsaba la industrialización. Elevaba la calidad de vida del venezolano.

La revocatoria de una resolución aprobada e 1992, era previsible. Total fue concebida en el contexto de una “guerra fría” ornamentada por ojivas atómicas. Lo vergonzoso fue el coro de gobernantes celestinos clamando al cielo, con la desesperación de la “gata Loca” por el amor de un galán que los desprecia en profundidad. Dan pena ajena porque esa gente (Fidel y su banda) es irreductible y no firmará la Carta Democrática. Eso sería entonar un himno al arrepentimiento, pero… antes la muerte.

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