El fundamentalismo islámico en América Latina
Como todo régimen de fuerza Irán necesita un enemigo externo que le posibilite generar crisis internas que justifiquen las acciones represivas contra su propio pueblo, a la vez que establece alianzas con gobiernos afines con sus propósitos, como en este caso son los países que integran la alianza extremista que encabeza Hugo Chávez.
Históricamente la dictadura de los Guardianes de la Revolución se había circunscrito a respaldar los grupos terroristas de Hamas y Hezbolá, a tener una estrecha relación con la dinastía siria de los Al Asad y a generar una constante desestabilización usando a sus correligionarios chiitas que residen en los países árabes, pero en esta ocasión la proyección hegemónica trasciende el océano y arriba con extremo vigor a América Latina en un momento en que Teherán se apresta a presidir el Movimiento de los No Alineados, que aunque no tiene la influencia del pasado, continúa siendo un instrumento conveniente de penetración y propaganda.
Mahmud Ahmadinejad ha mostrado un gran interés en América Latina, visitándola desde el 2006 a la fecha varias ocasiones.
Su país cuenta con representaciones diplomáticas en numerosos países del hemisferio y trata de fortalecer las relaciones comerciales con todos, aunque es evidente que sus asociados más estrechos son los regímenes de Venezuela, Ecuador, Nicaragua y Bolivia, sin excluir la dictadura cubana, que es sin duda su aliado más antiguo en el continente.
Ahmadinejad, que está retando a Estados Unidos en su zona de influencia más cercana y fortalece alianzas con los enemigos de Washington, tiene entre sus objetivos a la opinión pública latinoamericana, a la que espera influenciar a través de Hispan TV.
La Habana y Teherán, que han negociado para el intercambio de noticias, remarcaron el interés de ambos países de integrar los medios de comunicación en sus relaciones. En estas conversaciones está incluida la red de televisión Telesur radicada en Caracas, que es una herramienta de difusión chavista.
Ezatollah Zarghami, jefe de radiodifusión de la República Islámica de Irán, dijo que “esta nueva red en español tendrá un papel importante en la reflexión de la legitimidad ideológica de nuestro sistema para el mundo”, a la vez un comentario que es un instrumento para el proselitismo del islamismo más radical.
El gobierno iraní siempre mantuvo unas relaciones estrechas con la dictadura cubana. La alianza se remonta a 1979, cuando el gobierno de Cuba reconoció al régimen fundamentalista iraní y afirmó que no había contradicción entre religión y revolución, en el preciso momento que los religiosos cubanos eran perseguidos en la isla. Los ayatolas y los dictadores cubanos siempre han estado asociados por el profundo odio que sienten hacia Estados Unidos y hacia toda sociedad democrática.
Venezuela, por sus características geográficas, riquezas y la ambición de Chávez, es en la actualidad el aliado natural de los extremistas iraníes. Ambos países han firmado numerosos acuerdos y hasta firmaron un entendimiento sobre apoyo y cooperación militar.
Aunque las relaciones entre Irán y el gobierno de Cristina Fernández, como consecuencia de los atentados terroristas en la embajada de Israel en Buenos Aires y a la Asociación Mutual Israelita Argentina, también en la capital, no son las mejores, están en proceso de renovarse por propia voluntad de la Casa Rosada.
Este no es el caso de Brasil. Mientras Lula da Silva respaldó a Ahmadinejad, la presidenta Dilma Rousseff aceptó la constitución de una Relatoría de Derechos Humanos para el país asiático, cosa a la que Da Silva se había opuesto en el pasado.
Ahmadinejad y Chávez están unidos por su odio a Estados Unidos.
Hay muchas informaciones de que Irán tiene un especial interés en el uranio venezolano, lo que concuerda perfectamente con las ambiciones nucleares del país asiático, especialmente si se toma en cuenta que en lugares apartados de Venezuela se han instalado fábricas propiedad de iraníes o del gobierno de ese país.
El viaje de Ahmadinejad preocupa a Estados Unidos, y debería causar inquietud en todos los países democráticos de la región, no solo por las características políticas del régimen que representa, sino también por la intolerancia y el sectarismo religioso que personifica el máximo representante de un régimen teocrático.