El fraude de la paz en el Medio Oriente
El problema…
A solamente dos semanas de su fin, la administración saliente del Presidente de los Estados Unidos (EE.UU.), William Jefferson Clinton, pretende lograr con su mediación un acuerdo de paz definitivo entre árabes palestinos e israelíes, el cual fue imposible conseguir durante sus ocho años de gestión demócrata. Cabe destacar, que el gobierno de Clinton tuvo una activa participación en la escena internacional: impulsó la intervención armada, con justificación humanitaria, en Somalia y en Kosovo, realizó una activa campaña por el fin del comunismo en Corea del norte y la reconciliación de ésta con Corea del Sur, restableció relaciones políticas con Vietnam, impulsó la incorporación de Rusia al Grupo de los 7, promovió la cooperación comercial con Asia-pacífico, patrocinó la intervención abierta de los EE.UU. en Colombia a través del Plan Colombia con la justificación de la lucha anti narcóticos, comenzó el plan de reestructuración de la presencia militar estadounidense en América a partir de la salida de las tropas norteamericanas de Panamá y colocó entre los puntos importantes de su agenda global establecer relaciones comerciales estrechas con el continente Africano y contribuir con la disminución de la pobreza y el hambre en esa deprimida región del mundo. Sin embargo, lo que más ocupó su atención fue el conflicto Meso oriental. No solamente en términos del esfuerzo realizado por la búsqueda de acuerdos de paz, sino también con la presencia militar estadounidense en el Golfo Arabe-Pérsico y la recurrencia “sanitarios” de los bombardeos a Irak. Pero ni los acuerdos ni la paz deseada, llegó. Por el contrario, desde el 26 de septiembre de 2000 hubo un recrudecimiento del conflicto palestino-israelí con el surgimiento de una nueva ola de violencia y una resucitada intifada (1)
El problema árabe-israelí, con sus raíces en el apoyo británico por medio de la Declaración Balfour de 1917 a las aspiraciones sionistas de establecer un Hogar Nacional Judío en Palestina (ver anexo histórico), consiste en la disputa entre árabes palestinos y judíos por el control de territorios que consideran ancestralmente suyos por razones religiosas. En esos territorios, además de haber sido cuna de las tres más grandes religiones monoteístas de la historia de la humanidad, se hallan lugares considerados como sagrados tanto por judíos como por musulmanes –especialmente la ciudad de Jerusalén.
La ocupación judía de los territorios de Palestina en forma masiva, a partir de 1942 aproximadamente a propósito de la persecución nazi en Europa, dio inició a la confrontación entre árabes y judíos y ésta alcanzó su primer climax en 1948 cuando tuvo lugar lo que se conoce como la Primera Guerra Arabe-israelí. Hasta entonces la presencia judía en Palestina era moderada, aun cuando ya había comenzado un lento e imperceptible proceso migratorio de judíos a la región desde 1882. La coyuntura representada por la Segunda Guerra Mundial parte de la solución que encontraron estadounidenses y británicos para el desplazamiento de judíos de Europa, contribuyeron a la exacerbación de los odios entre ambos pueblos: árabes palestinos y judíos. Hasta aquella coyuntura, la coexistencia entre ambos grupos étnicos en Palestina, con predominio árabe, era de muy baja conflictividad; salvo el proceso anticolonialista que ocupaba a los árabes en toda la región del Medio Oriente, desde fines de la Primera Guerra Mundial, en contra de los británicos y franceses.
Desde 1948, fecha de la ya mencionada Primera Guerra árabe-israelí, el conflicto ha pasado por muchas otras situaciones extremas representadas por otras conflagraciones bélicas como la guerra del Sinaí (1956), la de los Seis Días (1967) o la del Ramadán o Yom Kippur (1973). Estos eventos señalados reflejan que la solidaridad religiosa entre sus fieles que profesa el Islam, no es exclusivamente retórica, sino que ha tenido en el marco del conflicto en estudio situaciones en las que claramente se ha manifestado en expresión plena, independientemente que ella también comporte en la coyuntura intereses particulares como los que se les atribuye a Abdel Gamar Nasser al propiciar los tres conflictos bélicos con los judíos después del de 1948.
Resulta conveniente reseñar, que en las guerras árabe-israelíes de 1956, 1967 y 1973 la participación palestina, en todos los términos, fue marginal aún cuando era en nombre de su causa contra Israel una de las razones por las cuales se libraba la confrontación bélica. En todas ellas el Egipto de Nasser fue el promotor principal, recibiendo el apoyo directo o no de otras naciones árabes como Siria, Jordania, Líbano o Irák, etc. Esto pone en evidencia, que la relación de solidaridad musulmana es viable y ha encontrado momento de aplicación; asimismo puede materializarse en diversos planos, el petrolero pudiera –aunque ahora se estima remoto-, uno de ellos. Por otro lado, El corolario conflictivo de la región del Medio Oriente durante la segunda mitad del siglo XX, se vio matizado también por los dos derrocamientos del Sha de Irán (1950 y 1979), la guerra Irán-Irak (1980-1988) y la guerra del Golfo de 1990-1991.
Un acuerdo nervioso
En la actualidad, como se indicó, El gobierno estadounidense, respondiendo a intereses que parecieran no estar únicamente vinculados a sus aspiraciones de paz en la convulsionada región del Medio Oriente y a sus intereses petroleros en el área, presiona agudamente para que se resuelva una cuestión tan compleja como el conflicto palestino-israelí en negociaciones compulsivas. Aun cuando se vislumbra remota la posibilidad de un acuerdo de paz definitivo en los términos arriba planteados, de darse éste no sería más que una entelequía jurídica sin ninguna probabilidad de pervivencia real. Las cuestiones de fondo, las diferencias religioso-culturales, no quedarían resueltas; así como tampoco es ese tiempo suficiente para que las partes lleguen a quedar conforme acerca de la delimitación territorial. Todavía quedan heridas abiertas, a propósito de los excesos judíos de invasión territorial justificados por las coyunturas de guerras de las guerras ya mencionadas como la de 1948, 1956, 1967 y 1973.
Es una coyuntura ésta, en la cual pareciera que los distintos actores involucrados hubiesen perdido la perspectiva de la verdadera dimensión del problema, y se encuentran hoy día aprovechando el momento en función de los intereses de sus elites políticas y aspiraciones de beneficios inmediatos. Aun cuando se ha dejado ya ver como un resultado aceptable de estas negociaciones el hecho de que no se llegue a un acuerdo definitivo, sino a uno marco para negociaciones futuras, la meta de Bill Clinton y su equipo continuará siendo, hasta el final, un lograr un convenio definitivo. ¿Por qué tanto empreño por parte de Clinton en abandonar la Casa Blanca con el supuesto logro de un tratado de paz palestino-israelí? ¿Pretende acaso Clinton, al sumar sus “créditos” de Somalia y Kosovo, por ejemplo, aspirar a una postulación para un premio nobel de la paz? ¿Hay acaso intereses estratégicos estadounidenses relacionados con el asunto petrolero en la región que genera esa manera nerviosa, ansiosa de buscar un acuerdo de paz? ¿acaso existe un interés estadounidense impulsar un acuerdo de paz –sin importar sus condiciones- que le sirva alos laboristas israelíes como logro a exhibir en las próximas elecciones para Primer Ministro? ¿Desean los estadounidenses intentar la menos cerrarle el paso al ascenso de los conservadores radicales del Likud? Un triunfo de este partido en Israel, como se sabe, dificultaría la consecución de una paz duradera entre palestinos y judíos en el corto plazo.
Aun cuando la política exterior de los EE.UU. está hoy día en transición por el cambio de gobierno -además de línea ideológica- y es difícil hablar de una política exterior estadounidense, las líneas de acción generales de ese país en el Medio Oriente no cambiarán de manera radical. Posiblemente, como lo promocionó George W. Bush en su campaña electoral, el rol internacional de Washington como “policía del mundo” se vea disminuido en alguna manera; quizá centre más su política en Oriente Medio en estrechar relaciones con los petroestados del Golfo -más todavía cuando Venezuela se ha convertido en una aparente perturbación para la estabilidad energética de los EE.UU. Pero no puede ignorar por completo la conflictiva relación entre judíos y palestinos ni podrá, en la medida que se sostengan sus intereses petroleros en la zona, marginar de las prioridades de su política exterior.
En definitiva, quizá se deba esperar el asentamiento del nuevo gobierno republicano con ministros considerados de línea dura, para dar fe de la política estadounidense en Medio Oriente, pero no hay que desestimar que existen grandes líneas estratégicas que tanto demócratas como republicanos deben seguir para la estabilidad y supervivencia del imperio (el interés nacional).
En el caso de Clinton, más allá de sus motivaciones particulares y privadas, podría igualmente aspirar a contribuir, con los intereses nacionales estadounidenses al logra la pacificación del Oriente Medio disminuyendo así las perturbaciones que esto causa en materia petrolera –Irak e Irán son casos bajo control. Más todavía, cuando el plan hemisférico de Washington para América se ve perturbado por la gestión inconsistente de Hugo Chávez Frías en Venezuela. Debe recordarse que la compañía petrolera del gobierno de Caracas está entre las tres primeras suplidoras de crudos y productos a las compañías petroleras estadounidenses (2,4 mm b/d aproximadamente). Para mayor preocupación de Venezuela, recientemente ha sido manifestada de manera pública la asistencia política –asumimos también que en algún caso económica- del gobierno estadounidense para que México incremente su producción y reducir así los EE.UU., la dependencia de suministro petrolero de Venezuela.
México, por su parte, en los últimos meses del 2000 adelantó programas para aumentar la producción de crudo. El país azteca trabajó en el aumento de la capacidad de producción del campo Cantarell (petróleo pesado, tipo Maya) mediante un intenso programa de recuperación secundaria. El mismo consiste una inyección masiva de nitrógeno para extraer mayor cantidad de crudo del yacimiento. La inversión estimada fue de unos de 10 mil millones de dólares. “El campo, situado en la bahía de Campeche, ya tendría una capacidad para producir 1,9 millones de barriles diarios (produce 1,7), que será aumentada hasta 2,2 millones para fines del 2002. La capacidad total del país alcanzará entonces 3,3 millones de barriles diarios”. (1)
En el mismo orden de ideas, la Agencia Internacional de Energía (AIE) estimó que en el año 2001 habrá un ascenso –aunque moderado- de la producción no-OPEP (700 mil barriles diarios, comparados con 1,2 millones del año 2000). Sin embargo esté puede contribuir a contrapesar en algo los seguros recortes de la producción que a partir del mes de febrero del presente año hará la OPEP para impulsar un nuevo ascenso de los precios del petróleo. Algunos de los incrementos no OPEP vendrían de países como Canadá (al comenzar la producción del campo de Terranova), el ya mencionado México, la Federación Rusa, Angola, Sudán y Brasil.
Finalmente, en lo que a la posición de los EE.UU. se refiere ésta también forma parte de un esfuerzo de Washington por que no se le escape la monopolización que del proceso de paz en el Medio Oriente, ha realizado en la segunda parte de la década de los noventa. La gravedad del enfrentamiento palestino-israelí del último trimestre del año 2000, conllevó a un debilitamiento de la posición de EE.UU. en su rol de mediador, producto de la intervención de otros actores como Rusia, Egipto o la Unión Europea tratando de cumplir el mismo papel conciliador. Para los EE.UU. es fundamental sostener su hegemonía sobre la conducción del proceso de paz, dado que esto mantiene como actores marginales a quienes son sus competidores geopolíticos y geoeconómicos en la región. Tanto Europeos como rusos, tienen importantes aspiraciones de hacer presencia activa y productiva, para ellos, en el Medio Oriente, pero esta es una empresa que ha contado con un “muro” estadounidense desde 1945 para con los rusos y, desde 1956, para con los europeos, especialmente Inglaterra y Francia. Por su lado Egipto pretende ganar puntos a favor, en su papel como mediador en el conflicto, para intentar sumar créditos en sus históricas aspiraciones de convertirse en líder, o Estado central (3), del mundo musulmán.
Israelíes y palestinos
El gobierno israelí de Ehud Barak, podría estar tratando día de lograr cualquier tipo de acuerdo que pueda exhibir como logro político en la campaña de las adelantadas elecciones israelíes para Primer Ministro. La erosión del piso político de Barak, por los últimos meses de violencia sostenida con los palestinos, ha hecho decaer fuertemente su popularidad y los derechistas radicales del Likud han ganado el terreno perdido por el actual Primer Ministro. Incluso un sujeto como Ariel Sharon, quien gracias a su radicalismo y su visita al sitio sagrado musulmán de la Explanada de la Mezquita el 26 de septiembre de 2000 desencadenó la nueva intifada palestina, resulta más popular que Barak.
Los indicadores señalan, que el Primer Ministro israelí está tratando de obtener acuerdos precipitados que no tendrán bases sólidas, los cuales representan realmente una ilusión de crédito para su gobierno de cara a las próximas elecciones y seguramente, de ganar el Likud, serán nuevamente desconocidos por los grupos ultra ortodoxos judíos. Tal como sucedió en el gobierno del radical Benjamin Netanyahu. Quizá por ellos, los menores cuestionamientos al plan de paz de Clinton, vengan precisamente del gobierno laborista de Barak aun cuando ha habido un profundo rechazo del pueblo israelí a la actual propuesta estadounidense.
Para la elite política palestina, quienes ya han tenido bastantes pérdidas en los numerosos muertos que ha generado el conflicto en los últimos cuatro meses, pareciera que un acuerdo, aunque fuera compulsivo, podría beneficiarles, pese a que airosamente se han opuesto a muchos aspectos del “plan Clinton”. Cualquier convenio, definitivo o marco para negociaciones futuras, podría ser una credencial a favor de su lucha por la proclamación del Estado Palestino; incluso si en el futuro cercano llegare a ascender nuevamente al poder en Israel, el Likud. Los acuerdos de Madrid y Oslo, firmados con los laboristas judíos, han servido para que Yasser Arafat tuviera argumentos e insumos importantes en su disputa con los israelíes en los últimos cinco años. A esos documentos se ha aferrado Arafat, pese a las numerosas violaciones judías a los convenios, para exigir territorios, paz y reestructuración del estatus jurídico del gobierno palestino.
Aun cuando, en definitiva, no son las confrontaciones documentales –menos todavía las bélicas- la manera más adecuada de resolver conflictos tan complejos como el palestino-israelí en el cual está involucrada la moral y valores culturales de dos pueblos, los palestinos habrían estado peor posicionados en la disputa con los judíos de no tener soportes documentales. De acuerdo al marco político-jurídico-militar en el cual se ha tratado de resolver la controversia, solamente echando mano de instrumentos afines al entorno –documentos, porc ejemplo- es como los palestinos se han mantenido de “pie” ante la asimetría sustancial que representa negociar con Israel. Tras este último país, hay toda una maquinaria político-económico-jurídico-militar –de la cual EE.UU. es su principal actor-, que coloca a los palestinos en profunda desventaja.
Para los palestinos, además de la perseverancia que han tenido para defender sus intereses en estos últimos 50 años, la pertenencia al mundo musulmán, como ya se señaló, ha sido otra de sus relativas fortalezas. Esa pertenencia religioso-cultural no ha representado precisamente el gran “comodín” en el marco del conflicto con los judíos, pero le ha servido. Pese a que las monarquías petroleras del Golfo Arabe-Pérsico, alineadas con los EE.UU., se han encargado por su posición política de atenuar considerablemente la posibilidad de que el suministro petrolero hacia Occidente sea interrumpido por razones religiosas o de solidaridad con los palestinos, la posibilidad siempre ha estado presente. Al menos el ya reseñado apoyo político-económico-militar que han recibido de sus correligionarios en las conflagraciones bélicas ya citadas, hacen entender a la comunidad internacional que los palestinos no estan totalmente solos en su conflicto. Aun cuando solamente sería después de la guerra del Yom Kippur o Ramadán (1973), cuando el apoyo árabe hacia la causa palestina alcazara su expresión más acabada por el Embargo Petrolero Arabe, el temor a una nueva manifestación de ese tipo persiste. Incluso, habiendo sido Arabia Saudita, país custodio de los dos principales lugares santos del Islam y de condición teocrática, quien boicoteara finalmente el embargo.
Históricamente esos temores occidentales a la solidaridad musulmana han estado sustentados en la elucubración de escenarios tales como:
- Que una escalada del conflicto palestino-israelí que involucrara por solidaridad religiosa con los palestinos, a los países árabes productores de petróleo tanto radicales como conservadores o monárquicos.
- Que una vez involucrados estos países, comiencen a condicionar el suministro petrolero hacia occidente, especialmente hacia los EE.UU. para intentar hacerlos cambiar de actitud; es decir que se reduzca su apoyo político, económico y militar a Israel.
- Podría darse también un involucramiento solamente de los gobiernos radicales y el recorte o suspensión del suministro petrolero podría no ser cubierto a corto plazo por aquellos países que sostengan sus relaciones normales con Occidente.
- Podría, en el marco de otro escenario, materializarse un conflicto bélico entre algunos países petroleros árabes y palestinos en contra de Israel. Esto traería como consecuencia igualmente, la salida de volúmenes de crudo del mercado por: 1) los países en conflicto requerirían más crudo para sí mismos por el esfuerzo bélico; 2) Israel dejaría fuera de funcionamiento, por medio de ataques aéreos, instalaciones petroleras de los países árabes involucrados en el conflicto. Cabe destacar, que durante la guerra de 1991 entre Irak y los EE.UU., por la invasión del primero a Kuwait, Israel fue objeto de ataque de misiles desde Irak. Todavía, el gobierno israelí trae este tipo de eventos a colación en sus disputas regionales con los árabes. (4)
No obstante, entre las consideraciones más significativas que se hacen para sustentar la imposibilidad de un nuevo embargo petrolero árabe, existe aquella que da importancia capital a la dependencia de los países árabes exportadores de petróleo del ingreso económico petrolero. A esto podría sumársele la aparentemente definida posición saudita y de los pequeños reinos que la apoyan, de no poner en peligro la existencia de sus regímenes al involucrarse en causas difíciles por solidaridades religiosas. Incluso, aun cuando el Consejo de Cooperación del Golfo haga ciertas declaraciones que dejan entrever un apoyo a la causa palestina y una condena a las acciones isrelíes. Pero de cualquier modo, ya existen antecedentes de una materialización (real) de las acciones de solidaridad musulmana; el embargo petrolero árabe de 1973 es la más acabada de ellas hasta ahora. Aunque remoto, es un escenario que debe tomarse en cuenta siempre como potencialmente repetible; aun en el mundo contemporáneo de promoción global de paz –cumbre ONU del Milenio- y de la cooperación energética entre países productores y consumidores -II Cumbre OPEP, VII Foro de Productores y Consumidores.
El convenio de paz
De cualquier manera, independientemente de la modalidad de acuerdo que la saliente administración Clinton logre sacarle a las precipitadas negociaciones palestino-israelíes, nunca será un convenio confiable. Especialmente, porque se habría materializado sobre la base de falsos postulados. En la medida que los actores realmente involucrados en la controversia a saber: israelíes y palestinos, no se sienten con el tiempo adecuado a dilucidar con franqueza sus intereses y aspiraciones reales –sin el condicionamiento de los intereses económicos de otros actores-, la paz en el Medio Oriente no será nunca duradera. En el caso de Israel, por ejemplo, Barak podría llagar a un acuerdo que no cuenta con la anuencia de los grupos de oposición a su gobierno, e incluso con el de la sociedad judía misma; esto es ya una significativa debilidad para cualquier tratado de paz entre países. Todos los acuerdos de esta índole deberían contar con el respaldo de todos los grupos influyentes y la sociedad de cada país; solamente eso garantiza la pervivencia del convenimiento de paz con independencia de que grupo político arribe al poder.
De llegar a un documento de cese definitivo de hostilidades por parte de ambos bandos, Arafat incluiría a Palestina en ello sobre la base de “flexibilizar” su postura ante aspectos donde existe muy poco entendimiento entre Israel y los árabes como son los de los refugiados, los asentamientos y más todavía, Jerusalén; temas estos que de alguna manera, se han convertido en posiciones tomadas por parte de los palestinos con relación al mundo árabe.
De cualquier manera, pareciera que la solución de la controversia no pasa precisamente por la manera como se pretende hacer hoy día. Clinton es muy poco lo que a estas alturas tendría por perder, pero muchísimo que ganar. Sin embargo, la ilusión de un triunfo político e internacional de su administración por conseguir un acuerdo de paz compulsivo sería a costa de más conflictividad en la región del Medio Oriente para los años futuros. El espejismo de triunfo de Clinton, su posible premio nobel de la paz, etc. solamente sería una tregua inconsistente para los palestinos e israelíes.
Sobre una vía probablemente adecuada para la dar fin a la confrontación se podrían manejar varias tesis tales como:
- La tesis del “receso”: esta tesis no debería entenderse en su sentido literal; no se trataría de un receso que congelara las negociaciones de paz al estilo Protocolo de Puerto España en la disputa territorial entre Venezuela y Guyana el cual congeló las discusiones por 12 años para tan solo postergar la controversia; se trata en el caso del Medio Oriente, de un “receso” en la búsqueda de un acuerdo definitivo de paz, pero que a su vez de fin a las hostilidades y abra un compás de espera para que las partes organicen su situación interna y vayan a nuevo proceso de negociaciones con actitudes menos beligerantes y más ganados a la idea de la obtención de una paz duradera. La tesis del “receso”, discutida en varias oportunidades con el Profesor e Investigador petrolero Luis Lugo, comportaría un llamado a la desaceleración de la beligerancia de las partes, a llegar en el presente a un acuerdo que postergue las negociaciones para aun acuerdo definitivo de paz y centre las discusiones en la actualidad en cómo crear ese marco propicio para el futuro.
- La tesis del financiamiento externo del conflicto: hasta ahora buena parte del conflicto árabe-israelí es consecuencia de las convicciones culturales, religiosas e históricas de las partes en disputa, además de sus aspiraciones e intereses; lo que podría llamarse las motivaciones locales o internas del enfrentamiento. Pero también es necesario destacar, que buena parte de las dimensiones que ha cobrado la confrontación es producto de la asistencia externa, internacional –política, militar, económica, etc.-, que tanto palestinos como israelíes han recibido: una financiación del conflicto. De hecho, uno de los supuestos más comunes sobre este particular, es que algunos sectores de ambos pueblos les resulta rentable la permanencia del conflicto en tanto y cuanto los aportes que reciben del extranjero. Para las industria internacional de las armas, también resulta, aunque suene cínico, la permanencia del conflicto en la región del Medio Oriente. Ningún conjunto de países del mundo, gasta tanto anualmente en armamentos como los de esa zona. En tal sentido, los actores externos que financian el conflicto –el gobierno estadounidense, los judíos del sector privado de ese país, los países petroleros del Golfo, etc.-, podrían influir considerablemente para la obtención de la paz en la región si moderaran el “subsidio” que dan a la guerra. Quizá parte de la resolución a la problemática se halle en los factores externos del conflicto. Quizá, en definitiva, halla que hacer énfasis en el estudio de la conjugación de las variables externas y las locales para encontrar luz al final del túnel.
Por otra parte, otro de los asuntos que deben tomar en cuenta los actores externos involucrados es que deben dejar que ambos pueblos en conflicto, busquen la resolución de sus seculares conflictos de acuerdo a sus propias realidades y no a razón de los intereses geoeconómicos de países foráneos. Los entes externos podrían dejar a los locales actuar sin que necesariamente esto pusiera en peligro sus intereses petroleros, más, hay que reconocerlo, si los ingresos por venta de armas. Tanto los europeos, especialmente Inglaterra y Francia, como los estadounidenses son los menos indicados para ser mediadores o conciliadores en el conflicto árabe-israelí. Particularmente Gran Bretaña y EE.UU. son responsables expresos del conflicto; ambas naciones son corresponsables de la creación del Estado de Israel en territorio palestino según resolución 181 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) con fecha del 29 de noviembre de 1947, la cual determina la partición del territorio de Palestina en dos estados: uno árabe y otro judío (de economías entrelazadas).
No obstante, de prolongarse en el tiempo los enfrentamientos como suceden en la actualidad ¿hasta cuándo puede mantenerse el estatus quo actual, es decir conflicto local, regional? ¿Hasta cuándo la solidaridad musulmana abierta con los palestinos podrá seguir siendo reprimida en su práxis por las petromonarquías del Golfo? ¿Hasta cuándo el conflicto se mantendrá dentro los linderos del Medio Oriente y los Estados Unidos podrá mantener al margen a otras potencias como lo ha hecho con Inglaterra, Francia o la Ex URSS por muchas décadas? ¿Hasta cuándo se continuará desechando la idea de que una nueva conflagración bélica mundial no tendrá cabida a partir del conflicto mesooriental, al menos mientras el petróleo continúe teniendo significativa importancia comercial?
Anexo histórico: origen de la intervención británica y estadounidense
El bodrio jurídico-político representado por la ONU desde su nacimiento, sirvió para dar legalidad a la ocupación judía en Palestina, la cual con excusas “históricas” se venía gestando desde 1882 con el apoyo expreso de Inglaterra, a través de la Declaración Balfour de 1917.
Esta tristemente célebre declaración a favor de la emigración judía a Palestina y del establecimiento de un Hogar Nacional Judío en ese territorio, fue realizada por Sir Arthur James Balfour, Ministro de Relaciones Exteriores británico, para ña época. Con esta declaración, los británicos violaban los acuerdos verbales realizados hasta entonces con los árabes de concederles, al final de la guerra mundial comenzada en 1914, la ayuda para la materialización de su independencia y del establecimiento por parte de ellos, de estados nacionales según parámetros occidentales. La declaración era una suerte de refrendamiento para con el sionismo quien venía funcionando sistemáticamente desde 1897 cuando se celebró el primer congreso Sionista en Basilea, Suiza. En 1896, Theodor Herzl redactó el libro el Estado Judío, el cual encontró apoyo en sus correligionarios rusos y fue una primera guía doctrinaria para el movimiento sionista.
De cualquier modo independientemente de la Declaración Balfour, ya para 1917 los compromisos árabe-europeos habían sido violentados con anterioridad dadas las negociaciones secretas de 1916 entre los gobiernos francés, británico, ruso e italiano acerca del reparto territorial en el Medio Oriente una vez culminada la Primera Guerra Mundial, las mismas culminaron con el acuerdo secreto Sykes-Picot.
Ese mismo año de 1917 los británicos, por acciones del General Edmundo H. H. Allenby, toman Jerusalén, tras derrocar a los turcos otomanos. Desde entonces, y hasta el impulso que en el seno de la ONU dieron a la creación del Estado hebreo en Palestina, como se indicó, los ingleses han sido de las peores plagas que han hecho presencia en el Medio Oriente.
Cabe recordar que para 1920, el otro inmenso bodrio político-jurídico que significó también en su oportunidad la Liga de la Sociedad de Naciones (creada en 1919) acuerda dar bajo la figura del Mandato a Gran Bretaña el territorio de Palestina, según el Tratado de San Remo. Se da el otorgamiento en conformidad con el artículo 22 del Tratado de la Liga. Los territorios que incluía el Mandato son los actuales de Jordania, Israel, Cisjordania, Gaza y los altos del Golán.
Finalmente para 1923, la Sociedad de Naciones establece formalmente los Mandatos, después de la revisión de sus términos y el establecimiento de las comisiones Permanentes de los Mandatos. El texto del que pesó sobre Palestina contenía en su preámbulo parte del de la Declaración Balfour (“…conexión histórica del pueblo judío con Palestina… la creación de su hogar nacional…”)
En lo que respecta a los EE.UU., el comienzo de las migraciones masivas de judíos europeos hacia Palestina por la persecución y el genocidio nazi en 1942 dio origen al comienzo de intervención en la región. Ese mismo año tiene lugar la Declaración de Baltimore, la cual establecía el apoyo de una inmigración sin restricciones de los judíos hacia Palestina y la creación de un Estado judío. Es el comienzo del apoyo oficial de los EE.UU. a los judíos en sus aspiraciones sobre Palestina. Finalizada la Segunda Guerra Mundial, en 1945 tuvo lugar otra declaración trascendental: la del presidente estadounidense Harry Truman a favor de la urgencia de la admisión de refugiados judíos en Palestina.
Para el 20 de abril de 1946, fueron publicadas las conclusiones de la Comisión Angloamericana para la cuestión Palestina, la cual se formó como consecuencia de las declaraciones de Harry Truman en 1945, acerca de la urgencia de la admisión de refugiados judíos en Palestina. La Comisión recomendó el levantamiento de todas las restricciones existentes para la migración de judíos a Palestina y la creación de un estado binacional bajo la administración de la Organización de las Naciones Unidas. (5)
Para abril de 1947, Inglaterra, por su incapacidad de llevar a cabo efectivamente el Mandato que le diera la Liga de la Sociedad de Naciones sobre Palestina, solicita la inclusión de la “Cuestión Palestina” en el orden del día de la Organización de las Naciones Unidas. Se creó una Comisión Especial de Información (UNSCOP) para la preparación de un informe con propuestas para el futuro de la zona.
Después de que en noviembre de 1947, como se señaló, las Naciones Unidas publicara la resolución 181 (II) vendría la aceptación de la misma por parte de Israel y el rechazo a esa declaración “jurídica” por parte de los árabes. El 14 de mayo de 1948, Israel acepta la resolución y declara su independencia.
El desconocimiento de los árabes a la resolución 181 (II) y la actitud asumida por Israel trajo como consecuencia que el día siguiente al pronunciamiento judío por su independencia (15 de mayo de 1948), los ejércitos regulares de cinco países árabes -Egipto, Líbano, Jordania, Siria, Irak- conjuntamente con los palestinos y un contingente de soldados sauditas, invaden el territorio del Mandato británico, parte del cual para ese momento ya era el estado de Israel. La primera guerra árabe-israelí, la cual quedaría cerrada con la firma en 1949 del Armisticio de Rodas (6), había comenzado y con ello un amplio corolario de conflictos que se mantiene vigente hasta la actualidad. Difícilmente unas negociaciones apresuradas, relacionadas con coyunturas e intereses políticos existentes en cada uno de los países que hoy se hayan involucrados en la controversia, van poder poner fin definitivo a la misma. Especialmente si son convenimientos logrados por las presiones de países moralmente inhabilitados para servir de conciliadores como los EE.UU., Inglaterra o Francia.
Notas:
- Intifada: liberación; movimiento popular palestino. En 1987, tuvo nacimiento la primera Intifada, la cual llegó a su fin producto de los acuerdos de paz palestino-israelí de principios de la década de los noventa (Madrid y Oslo).
- Agenda Petrolera Internacional (API): oct-nov 2000, p. 3.
- Samuel Huntington: Choque de Civilizaciones, Paidos, 1997.
- Milko Luis González S.: El Petróleo y el conflicto en el Medio oriente, PetróleoYV, diciembre de 2000.
- Andrés Boaz Mosquera: El conflicto árabe-israelí y el derecho internacional, edición electrónica, 2000.
- El acuerdo se firmó bajo los auspicios del Dr. Bunche, mediador de Naciones Unidas. Con ello se da fin al conflicto árabe-israelí comenzado el 15 de mayo de 1948. El Armisticio fue firmado por Egipto, Líbano, Jordania, Siria. Irak se negó a suscribirlo. Entre las consecuencias más significativas de la coyuntura podría citarse la recomposición del mapa geográfico y político de la región. El reino de Transjordania se anexionó el Margen Occidental y cambió de nombre por el de Reino Hashemita de Jordania. La anexión fue reconocida por el Reino Unido y Pakistán, más no así por ningún gobierno árabe ni por la Organización de las Naciones Unidas. Por otra parte, Gaza quedó bajo control egipcio en calidad de territorio administrado, mas no anexionado.
Milko Luis González Silva: Profesor de petróleo y Geopolítica del Medio Oriente, Escuela de Sociología FACES/UCV; Investigador Petrolero IIES/FACES/UCV. Derechos de difusión del artículo ÓQuantum Investigaciones y Consultoría Integral. Todos los derechos reservados.
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