El fin de la carrera
En momentos en que las fuerzas del imperio, el gran capital y la oligarquía colombiana “conspiran” contra la República; la gran trinchera debería ser la Cancillería, su mejor arma un Servicio Exterior de Carrera y el mejor ejercito un Cuerpo Diplomático profesional. Paradójicamente será todo lo contario según se desprende del Art. 11 del proyecto de Ley Orgánica del Servicio Exterior aprobado en segunda discusión; el cual da al traste con la carrera.
Los resultados de UNASUR nos dan la razón; la imposibilidad de haber logrado una condena contra Colombia o el bochornoso episodio del documento secreto del Pentágono publicado en Internet; demuestran que en este oficio no se puede improvisar, ser naive o advenedizo.
Un punto de coincidencia en los venezolanos es el fortalecimiento de las instituciones, entre ellas la Cancillería. No basta solo con aprobar una nueva reforma a la Ley del Servicio Exterior; sino de preservar la carrera diplomática como una forma de alcanzar los objetivos que se plantean el art 1 y garantizar los principios enunciados en el Art 4.
La mejor vía para instrumentar a nivel internacional una “política de paz y amor” es contar con un servicio diplomático de carrera y profesional, capaz de repeler los “ataques a la Republica” y defender sin armas y sin cañones la soberanía nacional.
Quienes hoy asumen el reto de presentar esta reforma de la LSE deberían preservar el marco institucional que nos permita enfrentar por la vía diplomática y de la negociación, lo que es indefendible con las armas; y eso solo se logra con un servicio diplomático de carrera, en el cual no haya espacio para pasantes ni turistas. La fortaleza de Brasil no esta en sus FF.AA ni en su planta industrial ni en su inmensidad territorial; si no en Río Branco y en Itamarati