El enigma democrático
(AIPE)- La revista The Economist del 28 de julio cuenta que la democracia está perdiendo popularidad en América Latina: en 16 de 17 países la mayoría contestó en 1966 que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno, pero este año solamente 7 países de los 17. De esos 17 países, 15 están insatisfechos con la democracia. Nótese que esa opinión es mayoritaria, es decir, democrática. Pero eso no quiere decir que prefieren un gobierno autoritario porque abrumadoramente se rechaza el autoritarismo. ¿Entonces qué pasa?
La decepción con la democracia es lamentable además de ser un error. Lo que evidencia la encuesta es la generalizada confusión que prevalece. Esa confusión se da aún entre estudiosos de las ciencias políticas, criollos y foráneos, porque cada quién tiene su definición de “democracia”. Es cuando se entra en detalles de lo que es propio o impropio de la democracia que comienzan los desacuerdos.
Pero la mayor confusión se debe a la frustración que causa el fracaso económico que sigue sufriendo América Latina debido a que los resultados económicos de las democracias no han sido mejores que bajo las dictaduras de antaño y en algunos casos peor. Se creó la expectativa de que existía un nexo entre democracia y prosperidad económica, cuando en realidad son dos cosas distintas. La primera se refiere a la alternabilidad pacífica y ejercicio del poder a través de votaciones. El régimen económico que resulta en prosperidad puede ser o no democrático, como lo demuestra el éxito económico argentino durante su era democrática de 1853 a 1930 -sin ayuda extranjera-, y su fracaso bajo la democracia más reciente, o el éxito chileno durante el gobierno autoritario de Pinochet, a pesar del boicot mundial en su contra, lo cual demuestra cuán inefectivo es un boicot. Por cierto que los países adelantados llegaron a serlo sin ayuda extranjera.
Lo que no se toma en cuenta es que los regímenes actuales son democráticamente electos pero a la vez son autoritarios. Eso no es un contrasentido porque no es la forma de llegar al poder lo que determina si un gobierno es o no autoritario; son las funciones que legítimamente ejerce el gobierno y la manera de gobernar lo que lo determina. Se puede ser autoritario y electo democráticamente. Por ello, la democracia no basta. Lo que América Latina tiene son totalitarismos democráticos. Presidencialismos. No hay esferas en la que los gobiernos no interfieran los pacíficos actos de los habitantes. No les basta impedir la conducta antisocial sino intentan dirigir las actividades del ciudadano, como si los gobiernos supieran lo que es conveniente y como si le corresponde a los políticos imponer su voluntad por la fuerza.
Impera el mercantilismo y no el mercado. Tener clara la diferencia es importante porque a menudo se dice equivocadamente que es la economía de mercado o el liberalismo económico lo que falla, cuando en realidad no se permite que funcione. El tradicional adversario del mercantilismo ha sido precisamente el liberalismo, desde que Adam Smith lo atacó con su libro El Origen de la Riqueza de las Naciones (1776).
En el ámbito económico, la democracia corresponde a la economía de intercambios privados llevados a cabo sin coerción, o sea, libremente. A ello también se le conoce como economía de mercado. Pero una vez que surje la coerción, el fraude, la fuerza privada o gubernamental, deja de ser una transacción libre, de mercado. En el mercado las personas intercambian lo suyo, sus posesiones, su propiedad indirectamente con el dinero que obtienen de otros. Ese disponer de sus cosas es la manifestación de su derecho de propiedad sobre lo legítimamente adquirido, de su libertad individual. El mercado funciona como un plebiscito diario, en el cual manifestamos nuestras preferencias y cada cual dentro de su poder adquisitivo vota con sus billetes, gasta el valor que los demás le han dado a cambio de su trabajo, por su contribución al bienestar ajeno. Claro que no importa que el panadero no hace pan porque quiere alimentar a la sociedad, ya que a la gente no le interesan sus intenciones y solamente que ofrezca pan a los demás. Así, cada cual posee votos en proporción al valor que los demás miembros de la sociedad libremente le otorgan. Eso es democracia económica, imperfecta si se quiere, pero sin ella la democracia política fracasa, como vemos a lo ancho y largo de América Latina. ©
* Ingeniero y empresario guatemalteco, fundador de la Universidad Francisco Marroquín, fue presidente de la Sociedad Mont Pelerin.
www.aipenet.com