El chisme vende
Se creía que el chisme, ese divertido deporte que apenas requiere del movimiento de la lengua, era producto del fastidio en que viven sumidos los habitantes de aldeas, villorrios y parroquias por aquello de «pueblo pequeño, infierno grande». Pero de pronto una descubre que el chisme es un
productivo negocio que la globalización ha transformado en una verdadera transnacional. No hay nada que venda tanto como el chisme con la ventaja de que obtener el producto es tan barato como el aire. El chismoso cobra por algo en lo que no ha invertido un solo centavo, apenas un poco de imaginación y otro de maldad. Para darnos una idea de la jerarquía que ha alcanzado la chismografía en el mundo actual, basta con visitar España y pasearse por los distintos canales de televisión a determinadas horas (las de mayor audiencia) para constatar que ninguno se ocupa de algo que no sea el divorcio, adulterio, sexualidad dudosa, maltratos conyugales o pleitos de comadres entre gente más o menos famosa de la farándula y la nobleza. Ambas, en el caso de España, vienen a ser exactamente lo mismo.
Pero no es sólo España, tambin en los pases anglosajones supuestamente flemáticos y curados de espanto, las llamadas revistas del corazón y otras de color amarillo intenso se venden como pan caliente. A nadie le importa si lo que cuentan de actores y actrices, príncipes y princesas, políticos y
políticas, es verdad o no. En cada persona existe un otro yo morboso más o menos desarrollado, que se complace con el destrozo de las reputaciones ajenas. Y quienes crean que el interés malsano en la vida ajena es un vicio femenino, están equivocadísimos: los hombres son igualmente dados a ventilar intimidades ajenas, a inventarlas y a deleitarse con la maledicencia.
En lo que si no hay paridad es en las víctimas del chismorreo, éste afecta a las mujeres con mucha mayor saña que a los hombres. Tomemos como ejemplo -por ser muy reciente- el caso de Ingrid Betancourt. Es liberada junto con otros catorce rehenes que pasaron tantos o ms años que ella en manos de sus carceleros. Ingrid no solo era la más famosa del grupo sino la única mujer, su encuentro con los medios de comunicación la elevó en cuestin de minutos a la categoría de heroína, la única que podría latirle en la cueva al presidente Uribe y disputarle su liderazgo y la presidencia de Colombia, candidata con méritos de sobra para el Premio Nóbel de la Paz y muchos etcéteras. Millones de colombianos y de otras nacionalidades derramaron cataratas de lágrimas con cada una de sus declaraciones. Pero casi enseguida surgió el primer virus chismogrfico: ¿Y esa frialdad con el esposo? Ni lo volteó a ver y además el tipo robaba cámara mientras ella lo ignoraba.
El viaje a Paris fue catastrófico para la casi deificación que colombianos y venezolanos anti-chavistas hicieron de Ingrid Betancourt. Ya no era tan heroína porque actuaba más como francesa que como colombiana y parece que dijo algo fuerte de Uribe y algo menos duro de Chávez, influida por esas
comunistas de su mamá y su hermana. Además tuvo su jujú en la selva con el también secuestrado ex senador Luis Eladio Pérez, es decir, le montó cachos al abnegado esposo. Y ni qué decir del otro esposo -el primero- al que trata mejor que al segundo. Ya que es francesa que se quede en Francia, que no vuelva.
Es cierto que los otros catorce secuestrados por las FARC y liberados junto con Ingrid en la Operación Jaque, no tenían el renombre de la ex candidata presidencial ni habían logrado movilizar
a gobiernos y personalidades de distintos países. La Betancourt era la joya de la corona para las FARC y jamás la habrían liberado sin obtener una jugosa recompensa política. Pero a ninguno de los catorce hombres le preguntaron cómo había sido su vida sexual en la selva, si se habían relacionado íntimamente con terroristas de uno u otro sexo y si habían permanecido o no fieles a sus parejas. Esas preguntas quedan reservadas para las mujeres porque el morbo se alimenta -fundamentalmente- de la conducta sexual femenina, cierta o supuesta. Y como suele suceder, las más implacables han sido las congéneres, son las que han escrito cartas abiertas denostando de la que apenas ayer las hizo llorar de emoción porque habló maravillas de Uribe y del ejército colombiano y le dijo a Chávez que respetara.
Se atribuye a George Bernard Shaw haber dicho: «El chisme es como una avispa, si no puedes matarla al primer golpe no te metas con ella». Será lo mejor que puede hacer Ingrid Betancourt: ignorar la maledicencia que se teje a su alrededor y tratar de rehacer su vida en todos
los sentidos y en la forma que mejor le parezca. El camino que ella decida, les guste o no a los colombianos que admiran al presidente Uribe y lo respaldan; moleste o no a los venezolanos que adversamos a Chávez y su mojiganga revolucionaria, no le quita ni una pizca de valor, entereza y heroísmo a la mujer que pasó más de seis años separada de sus hijos y privada de su libertad, víctima de un trato cruel y de una violencia cotidiana. Y lo que decida hacer con su vida sentimental, si bien dará mucho que decir y que ganar a los mercaderes del chisme, ser su decisión libre y respetable.