El atrevimiento de López Obrador
En artículo publicado en Tal Cual (21-11-06) Oswaldo Barreto hace una semblanza del muy
reciente acto de masas, donde Andrés Manuel López Obrador se auto proclama en el Zócalo
de la ciudad de México, presidente legítimo de esa nación, colocándole a su texto el término
de «atrevimiento» soltado como un despliegue gracia que no compartimos Barreto con desenfadada franqueza, la cual no nos corresponde objetar, no encubre su
simpatía por un movimiento que se desplaza inequívocamente por el camino insurreccional,
que el no ve, y banaliza, así opinamos-, la actitud asumida por AMLO al afirmar ,entre
acrobacias y lindezas ,que el líder perredista(PRD)» suscita, por doquiera, curiosidad e
inquietud»; y mas adelante agrega:
«Y toda esa subversión, sin afectar para nada la Constitución y las leyes. Simple manera de
oponerse a la política del actual Presidente y a la que habrá de practicar el Presidente electo.»
De ningún lado puede verse esta conducta como una «manera simple de oponerse». El
político yucateco está creando un terreno de confrontación cuyas consecuencias pronostican
un saldo trágico para México que podrá ser letal -si no se detiene-, echando por tierra el
proceso iniciado con la ruptura de la hegemonía Prista (PRI) a partir de la victoria de Fox y su
partido PAN en el año (2000) que liberaba en dirección auspiciosa vientos de transformación
hacia la consolidación institucional del sistema político mexicano.
López Obrador lastimosamente, sigue sumando nuevos errores a su necedad inicial en que
puso en jaque a la capital mexicana paralizándola por varios días desatando un catastrófico
caos en la ciudad, que de acuerdo a los sondeos de opinión – en los que no creyó-, le
pulverizó las simpatías de buena parte de sus fieles partidarios y se enajenó el apoyo de
figuras que habían respaldado su candidatura, incluyendo la de prestigiosos intelectuales;
Monsivais y Jorge Volpi fueron algunos de los decepcionados.
Todo señala que ANLO enfila sus baterías por cauces que derivarán hacia la violencia al elegir
el escenario de la calle y no los otros espacios de la política éstos, acordes a la manifestación
del enfrentamiento civilizado y expresión natural, desde los griegos, del debate público.
El bloqueo de calles, sabotear los actos de gobierno y la convocatoria permanente de
marchas, seguirán siendo odiosas a los ciudadanos inocentes y hundirán finalmente la
convivencia pacifica de los mexicanos – y claro está-, el capital político de López Obrador.
Coincidimos con el escritor Jorge Volpi quien al referirse al tema sostiene:
» A López Obrador le pesa demasiado la sombra de Cuauhtémoc Cárdenas. En 1988 éste fue
víctima de un enorme fraude electoral, pero al final decidió no salirse de la vía institucional y,
con la fuerza ganada entonces, forzó una mayor apertura democrática. Este camino, que
ahora muchos en el PRD tildan de gradualista o timorato, le garantizó al país un sistema
electoral confiable y la derrota del PRI en el 2000 (aunque, paradójicamente, por un
candidato de la derecha». Y prosigue el escritor mexicano:
«No deja de ser irónico -y penoso- que su mayor iniciativa, la convocatoria a una Convención
Nacional Democrática, en el Zócalo -y su apuesta porque el «pueblo», en un acto de
«democracia directa», lo elija como «presidente legítimo»-, no sea sino un remedo de la
organizada por Marcos en Chiapas en 1995 (y en la cual la pregunta a la concurrencia, más
divertida, era si éste debía quitarse el pasamontañas).
Para cerrar citaremos por último un párrafo de Volpi que resulta esclarecedor yendo en
sentido inverso a la interpretación de Barreto en su artículo citado y que suscribimos sin
advertencia:
«López Obrador necesita replantear sus métodos. Quince millones de personas lo eligieron
por un motivo. No puede continuar traicionándolos sólo para conjurar un fantasma
(Cárdenas) y resucitar otro (Marcos)»