El ALBA de la guerra
Desde el comienzo de los tiempos, como dicen los poetas, las dádivas no responden tan sólo a mera generosidad. Detrás de la enaltecedora cualidad, de usual, se escuda un interés legítimo o bastardo, según el caso. De allí que la dadivosidad del Teniente Coronel que nos desgobierna sea sospechosa de encubrir dobles intenciones.
Porque la ligereza con que prodiga los recursos de la nación, justificados con la manida explicación de apalancamiento del desarrollo de pueblos hermanos, no satisface ni al más lerdo de los mortales y dispara las alarmas de quienes, por mal intencionados o no, vemos en tal política de ayuda exterior una forma de neocolonialismo con marcada inclinación belicista.
Neocolonialismo que asoma el hocico cuando a la ayuda se le endosa un listado de normas sociopolíticas y sus variables económicas, contrarias a la idiosincrasia del beneficiario y a contrapelo del devenir histórico. Porque el petróleo es un producto tan costoso que ni las hermanas de la caridad lo donarían. En consecuencia, cuando un nación se desprende de ingentes cantidades del estratégico producto y, además, desembolsa sumas astronómicas para la construcción de refinerías en países ubicados en puntos geográficos favorables a sus planes, resulta imperitivo concluir que estamos en presencia de un gobierno que busca hacerse de base sociomilitar internacional, a fuerza de grosera tasación.
A nuestro modo de ver en eso anda el Tenientecoronel bajo el superior comando de Fidel Castro, fuente inagotable de conflictos bélicos, fundamento de su cuestionable gloria. Con falsa bonanza elevan la calidad de vida de “los desamparados de la tierra” y domeñan la voluntad de países extremadamente pobres, que son muchos, para ser utilizados como “carne de cañón”. Porque el grueso de los ingresos provenientes de la dádiva petrolera no va a solventar las carencias seculares del pueblo nicaragüense o de ningún otro, pero va a hacerlo nuevamente presa de la demagogia que lo lanzará a la guerra, esta vez contra el imperio.
Y si no, ¿qué ocurriría si Nicaragua invade el archipiélago San Andrés, como bien apunta Manuel Malaver, y el grueso del Alba la apoya atacando a Colombia por el Sur y por el Este, mientras por el Norte la combinación cubano-venezolana pone en jaque al país de Miguel Antonio Caro y, si de ñapa, algún misil desperdigado alcanza las costas de Florida?. Fidel saciaría la añeja pulsión y el Tenientecoronel su tontería… A costo impagable.