Dos temas
1. El plan Arias.
• Parece ahora muy claro que el bloque Chávez-Zelaya recibió con horror la propuesta del mediador Arias. Presionado por las circunstancias, entre ellas el masivo respaldo a la gestión del presidente de Costa Rica, Zelaya accedió a entrar en el juego de la negociación, pero desde el principio Chávez condenó aquello como “trampa” a favor de Micheletti y presionó de tal manera al pobre Zelaya que este se vio empujado a un radicalismo estéril que nada le aporta…. Mientras tanto, del lado del gobierno interino la respuesta fue distinta. Flota en el ambiente la posibilidad de que lo respalde.
• ¿Por qué Zelaya se opone y Micheletti se muestra tan colaborador? Creo que en mis notas anteriores lo había anticipado. Conforme al acuerdo, Zelaya se libraría del juicio político, podría regresar a Honduras y posesionarse de sus bienes, regresaría a la presidencia para completar los meses que le restan del ciclo constitucional, conforme a la Constitución que en materia de reelección es sanamente intransigente. Pero además: no podría utilizar las fuerzas, bajo la dirección del Tribunal Electoral desde un mes antes de las elecciones, tendría que trabajar con un gabinete de integración unitaria con todos los partidos, la mayoría de los cuales no son zelayistas y nada de constituyente o cuarta urna.
• Algunos foristas rechazaron el acuerdo, alegando que estaba sesgado a favor de Chávez-Zelaya. Si así fuera el beneficiario no lo hubiera rechazado en forma tan vehemente y el afectado no lo hubiese tratado con tanta benevolencia. Pero el caso es que no es así. El Acuerdo no es más que un anillo de acero que le impediría a Zelaya hacer otra cosa que conducir la nave hacia el acto electoral, adelantado en un mes. Si Zelaya, orientado desde Venezuela, pretendiera desconocer los puntos de Arias, no podría hacerlo por tener las manos atadas. ¿Y quién se las ataría?, me preguntan. Las instituciones, la policía, las FA y el pueblo hondureño que según parece en mayoría no quiere ver a Zelaya. Como si esa correlación de fuerzas no fuera suficiente, Arias agregó dos puntos más: la comisión de la verdad para zanjar lo ocurrido en Honduras antes, en y después del mandato de Zelaya, y la comisión de verificación, presidida por esa misma OEA que, por la naturaleza del acuerdo, le pondría fin al aislamiento de Honduras.
• ¿Se trata de una visión idealizada, propia de ajedrecistas incapaces de entender que se trata de personajes poco fiables? No, eso es un error. El acuerdo ha sido redactado de esa forma, con tanto detalle, precisamente porque es parte de la mala fe, no de la buena. Y la conducta de las partes confirma a quién le duele el proyecto. Si fueran de buena fe deberían saludar, ambos, el pacto que pondría fin a un horrendo conflicto lo que beneficiaría a sus compatriotas y a toda la región. Pero el que tiene cartas escondidas se coloca contra el acuerdo, sólo porque sabe que en esas condiciones no podrá usarlas.
• En este momento, Zelaya ha perdido terreno incluso en el área diplomática. Son muchos los gobiernos que aún adhiriendo a la idea de que debe regresar a la presidencia, señalan que no por cualquier vía, y expresamente han rechazado –por peligroso y temerario- su floripondio fronterizo y su hostilidad a la propuesta de Arias. Pero Zelaya acumula errores. Aceptó reunirse en Washington, y ahora de manera altanera y a lo Chávez se devuelve. Mientras tanto en la otra parte reina la moderación. El patético incidente fronterizo ha debilitado la esperanza de quienes creían que Honduras se hundiría en el paro y la insurrección, que las FA se dividirían con entrada triunfal de Zelaya. Posiblemente, haya países que accedan a restablecer sus embajadas o cuando menos comercio y ayuda económica, antes o después de las elecciones de noviembre o de octubre, según lo que se resuelva.
• No obstante, no hay que subestimar a nadie, ni creer que el show en la frontera hará obligante la salida negociada. No es así, o cuando menos no todavía es así. Moviéndose con destreza en MERCOSUR, Chávez ha logrado deslizar la tesis de que no se reconozca al gobierno electo por los hondureños. Es decir, que se le prohíba a los hondureños decidir su futuro. ¿Y quién lo haría por ellos? ¿Acaso la OEA, convertida en el suprapoder que negaba Insulza para el caso de Ledezma? Esa tesis es absurda y desconsiderada, además de caprichosamente argumentada. Porque no se trata de elecciones convocadas por un gobierno ilegítimo. Las elecciones fueron convocadas antes del golpe contra Zelaya. Además, el que las convoca no es el gobierno anterior o el interino, sino el Tribunal Electoral, cuya legitimidad nadie ha objetado.
Por lo demás la intemperancia de Chávez ayuda por mampuesto a la salida pacífica. Como un novísimo padre Mariana, o como los que aquí no dejan de hablar del 350, el líder del ALBA justifica la insurrección y llama a los hondureños a levantarse. Interviene agresivamente en Honduras sólo para encender los espíritus, pero se aísla cada vez más. Es el diablo, que nos confunde para perdernos, dijera Macbeth
2. Ledezma en la OEA (Este segundo tema, debatido también en nuestro foro, lo trataré en otro escrito)