Opinión Internacional

Divino tesoro

«Mi juventud ¿Fue juventud la mía? Las rosas aún me dejan su fragancia Una fragancia de melancolía» Rubén Darío


La juventud de este atormentado país es en sí misma una inagotable luz de esperanza. De ella debe esperarse todo. De ella puede esperarse todo. Pero discúlpenme Roderick, Requesen y esa pléyade de líderes emergentes que tan bien representan el porvenir de Venezuela; hablaré de sus asuntos la semana que viene porque ahora debo referirme a un drama distinto: la sucesión que avanza en Cuba, la doliente isla de mis preocupaciones.

Raúl Castro ha hecho, por fin, unos cambios en la dirección del país que ya no pueden considerarse cosméticos. Se le acabó la gasolina al octogenario José Manuel Ventura Machado. La Asamblea Nacional ha puesto en su lugar a Miguel Díaz Canel. No es un lugar cualquiera. El hombre es ahora el segundo al mando, tal como en su momento lo fue Raúl de Fidel y Ventura de Raúl.

Puede aceptarse que Díaz Canel, Lazo y Marino Murillo son los nuevos jefes del gobierno cubano. ¿Y Fidel? Ya es historia.

Nada dirige, nada hace. ¿Y Raúl? Sigue en el timón pero ciertas nostalgias que deben ser bien interpretadas, hacen pensar que no tiene excesivo apego al mando. Nunca lo tuvo, en verdad, pero, juguete del destino como Romeo Montesco, asumió la altísima responsabilidad que ahora ostenta.

Uno que lo conoce bien, por haber sido de su intimidad, es el novelista Norberto Fuentes. Nos ha revelado el drama interior del hermano menor: «Entonces comprendí el enorme sacrificio que este hombre había hecho por su hermano. Quisiera dedicarse al juego de gallos y a las juergas. Pero está obligado a mantener bajo un puño de hierro a un ejército comunista. Si alguien ha estado condenado a no ser lo que quiere, es Raúl Castro».

No avalo del todo semejante opinión, pero siento que Norberto se acerca a la candela cuando piensa en las cuitas de su antiguo amigo.

A Raúl lo estremece lo que llama la «ley biológica» de la vida y la muerte. Había que darle paso a la generación emergente, pero ¿cómo saber si los jóvenes mantendrán la evanescente reforma que quizá podría evitar el colapso? Mientras medita y deshoja margaritas, la tragedia se acerca a su último acto. Los tres jóvenes que se harán cargo admiran a Raúl, le completan el pensamiento. Pero no siempre le dicen lo que quisiera escuchar. Marino Murillo agrega un grave asunto a los abrumadores problemas que desbordan el tímido programa reformista.

Es el envejecimiento no sólo de los líderes históricos de la revolución sino de toda la sociedad cubana. En ningún otro país del hemisferio este fenómeno ha llegado a ser tan espeluznante como en Cuba.

Con la comprensión de que por dura que sea la verdad, peor es mentir, cosa usual en Venezuela, Murillo ha declarado que este problema «no tiene solución» Murillo se la juega por las reformas destinadas a establecer una economía de mercado. Imposible saber si el raulismo tendrá éxito debido al insondable sótano del cual quiere escapar, pero lleva una brújula en la mano. Hay que invertir, hay que atraer capitales foráneos para lo cual es vital modificar las reglas del juego. La reforma migratoria y otras medidas puestas en marcha son insuficientes, pero son.

Raúl tiene 82 años, Ventura 83 y Ramiro Valdés 80. Mientras que Díaz Canel 54, Murillo 49 y Lazo 69.

Hay un cable suelto en esta historia.

¿Por qué Ricardo Alarcón sale de la presidencia de la Asamblea Nacional? Ha sido sustituido por Esteban Lazo. Ricardo tiene 75 años, apenas 6 más que su sustituto.

Es un hombre inteligente y experimentado. En el cargo que ejercía no obraban factores de desgaste. ¿Por qué entonces? Sólo caben conjeturas políticas. Ubicaciones internas. Desconfianza. Porque eso sí, los jóvenes emergentes han dado, cada uno de ellos, pruebas contundentes, públicas, de adhesión incondicional a Raúl Castro. A Ricardo no le luciría bien el ropaje de «deificador» de un hombre a quien ha visto a lo largo de su vida como un mortal.

Si todo resultara conforme a lo planificado Miguel Díaz Canel será en cinco años el jefe máximo de Cuba. Podría especularse que Lazo y Murillo serían sus cercanos colaboradores en la consolidación del poder.

¿Tres civiles bajándole la santamaría a un militarismo que en 53 años no ha dejado de crecer? Será de ver si a los seis generales de cuerpo de ejército que dominan el firmamento cubano también les espanta la vejez. Porque para ser fuerte en la isla hay que controlar la estructura partidista y cultivar con eficacia las relaciones con los militares. Los últimos cándidos que confundieron el mando virtual con el mando real marcharon en triste procesión hacia el cementerio o el ostracismo, que es lo mismo.

Queda en pie la inevitable conjetura.

Si Raúl, cuya relación con Fidel fue más paterno-filial que fraternal es la punta de vanguardia contra el fidelismo, ¿quién impedirá que Díaz Canel haga lo mismo con el raulismo? Nadie, en política nadie garantiza nada. Pero la realidad, esa señora que nos gobierna a todos, recuerda que los tres caballeros emergentes en la detenida sociedad cubana, han diseñado con Raúl la balsa programática que podría ­sólo he dicho «podría»­ colocar a Cuba en una dimensión distinta. Entonces haría bien en voltear la mirada a América del Sur, área del mundo que sin infladas soflamas revolucionarias, sin desmelenarse culpando a otros de los asuntos que no pueda o sepa resolver, sin amenazar ni dividir, está saliendo del subdesarrollo con ritmos de crecimiento y diversificación ejemplares.

Salvo, claro está, Haití y nuestra agobiada, nuestra infamada Venezuela.

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