Opinión Internacional

Dictadores

Escribo estas líneas cuando la situación en Libia todavía no está definida. El régimen de Gadafy ha perdido el control de buena parte del país, pero sigue “amurallado” en una base militar de la capital, Trípoli, y amenaza “ejecutar” a todos los que se le opongan. Sin embargo, lo que está absolutamente claro es que Gadafi, a diferencia de Ben Alí en Tunez y Mubarak en Egipto, decidió utilizar la violencia de las armas para tratar de evitar la caída de su dictadura, que ya tiene 42 años de existencia.

La utilización por el régimen de la aviación, la artillería y  mercenarios extranjeros en contra de sus propios conciudadanos y las consiguientes víctimas civiles, que ya se cuentan por miles, han provocado el repudio de la comunidad internacional, incluyendo el voto unánime en el Consejo de Seguridad de la ONU, con las vergonzosas excepciones de los gobiernos de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Por cierto, no parece que los demás “aliados” del  ALBA han seguido el ejemplo de este trío.

Es evidente que Gadafy, en el caso de sobrevivir la tragedia,  tendrá que responder ante la Corte Penal Internacional por sus delitos. Ahora bien, lo que quisiera destacar es que la diferente actuación de los dictadores tunecino y egipcio, por un lado y el libio por el otro, se debe no sólo a las diversas características personales de los mandatarios, más o menos sanguinarios, sino en su mayor parte al distinto tipo de régimen. La ciencia política moderna hace una diferencia entre dictaduras autoritarias y dictaduras totalitarias. Obviamente, escaparía a la economía de esta breve nota, analizar exhaustivamente las características de los dos tipos de régimen, sin embargo mencionaré algunas.

Las dictaduras totalitarias o neototalitarias buscan el control total  y capilar de la sociedad por parte del  Estado, pretenden movilizar políticamente a la sociedad a través de una ideología exclusiva, que debe ser indoctrinada a toda la población. Existe un partido único de masas, acaudillado por un líder carismático, que fomenta un culto a su personalidad. Se implanta un sistema de terror físico o psicológico a través del partido, la policía y organizaciones paramilitares civiles armadas.

Se mantiene el control de todos los poderes y las instituciones del Estado, en particular el Poder Judicial. Existe el monopolio o hegemonía comunicacional, a través del control directo o indirecto de todos los medios de comunicación y el régimen mantiene el control o, por lo menos, la dirección central de toda la economía del país. En cambio, las dictaduras autoritarias  reprimen sus adversarios políticos, pero buscan la desmovilización política de la sociedad, aquellos que deciden no involucrarse en política no son objeto de persecución. En la sociedad y la economía permanecen sectores y grupos independientes. No hay un absoluto monopolio ideológico y comunicacional, ni se promueve un exagerado culto a la personalidad del caudillo. Ben Alí y Mubarak eran claramente dictaduras autoritarias, mientras que el régimen de Gadafy es neototalitario.

Las dictaduras totalitarias son más difíciles de derrotar que las autoritarias y generalmente su final es más violento y sangriento, recordemos el caso de Ceacescu en Rumania. La URSS de Gorbachov ya no era un régimen totalitario. En muchos casos, los totalitarismos se caen sólo por una  intervención foránea (e.g. Hitler, Mussolini, Iraq, Cambodia). La caída “autóctona” de Gadafy sería un muy interesante precedente, particularmente, porque se trata además de un “petroestado”.  

 

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