Después del “falso positivo”
“La política es el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve a ellos”
Louis Dumur
Ahora que, gracias a Dios y más allá de los dimes y diretes que se suscitaron entre los médicos, ha desaparecido de nuestro horizonte el cáncer que pareció haber afectado a nuestra Presidente, con el natural revuelo que dicha noticia produjo en todo el mundo, creo que corresponde reflexionar sobre qué hubiera podido pasar si el diagnóstico anunciado por el vocero presidencial el 27 de diciembre de 2011 hubiera sido correcto.
Por primera vez desde que el kirchnerismo es gobierno, algo falló en el maravilloso sistema de comunicación de la Casa Rosada, lo cual ha permitido que surgieran todo tipo de versiones conspirativas, que van desde una burda pantalla para ocultar una mera cirugía estética hasta la presencia de un cáncer extendido, con metástasis incluidas. Muchos otros han comenzado a hablar de la yeta de doña Cristina.
Desde que la señora de Kirchner abandonó el hospital, cada uno de nosotros ha recibido todo tipo de comentarios y de preguntas, tanto locales cuanto originadas en el extranjero. Casi todas ellos provienen, además, de fuentes tales como “alguien que estuvo en el quirófano”. Si esas fuentes existieran, cabría suponer que la sala de operaciones debió contener, ese día, una multitud cercana a los cincuenta médicos y auxiliares.
Pero volvamos al tema institucional y político. Lo primero que sabemos es que, si la señora de Kirchner no pudiera reasumir sus funciones, nos dejaría en un barco altamente complicado, en medio de una furiosa tormenta, y comandado por un mal guitarrista de rock, capaz de realizar giros copernicanos con su pensamiento, yendo de una a otra antípoda.
¿Qué sucedería sin don Amado, nuestro ninguneado Vicepresidente actual, debiera sentarse en el sillón de Rivadavia?
La Cámpora, ese engendro pretendidamente heredero de la “juventud maravillosa” de los 70’s, es básicamente un núcleo duro, formado por algunos jóvenes profesionales, que carece de ideología pero que dedica todos sus esfuerzos, que no son pocos, a tomar el poder para, desde allí, aplicar teorías económicas fracasadas hace más de un siglo y beneficiarse con ello. Claro que, en el camino, lucran con canonjías diversas, muy bien rentadas por cierto, y aparecen como una verdadera guardia pretoriana de doña Cristina.
En ese proyecto gramsciano, La Cámpora ha dado muestras –en Santa Cruz y en la Provincia de Buenos Aires- que no le resultan suficientes las credenciales que los gobernadores puedan exhibir en materia de votos, ni su rastrero servilismo a la dinastía de los Kirchner. ¿Considerará, llegado el momento, a don Boudou “propia tropa” o, por el contrario, intentará “entornarlo” para someterlo por completo a sus designios?
La primera parte de la pregunta debe descartarse de plano, pues le daría un poder real que lo convertiría, necesariamente, en el nuevo jefe del conglomerado. La segunda, entonces, aparece como más factible, toda vez que don Amado ha dado acabadas muestras de genuflexión pero ¿mantendrá esa sumisión o peleará por controlar de verdad al país?
Por su parte, la pretendida jefatura del joven Máximo no consigue, pese a todo el trabajo realizado por don Carlos Chino Zannini para encumbrarlo, resistir el menor análisis. Se trata de un chico –es menor que mis propios hijos- que, más allá del parecido físico con don Néstor (q.e.p.d.) no cuenta con las “uñas de guitarrero” necesarias.
También a su respecto, y dado que jamás ha hablado en público y se ha mantenido recluido en Río Gallegos, han surgido todo tipo de versiones, ninguna de ellas halagüeña. Este muchacho, que sí luce capaz de administrar y engrosar la ya cuantiosa fortuna familiar, por lo menos la parte que se ha transformado en ladrillos sureños, no está preparado, ni académica ni prácticamente, para actuar en un primer plano político. Creer lo contrario implicaría pensar que esas condiciones son hereditarias, cuando la Historia enseña que, en general, no es así (en caso de duda, preguntar a Ricardito).
Tampoco es posible creer que, si hubiera habido un desenlace de este tipo en la salud presidencial, se repetiría en la Argentina lo que sucedió en Leningrado en octubre de 1917. Imaginar que La Cámpora puede transformarse en un soviet triunfador es pedirle demasiado, dada la complejidad del escenario político argentino.
¿Qué queda, entonces? Poco. El cristi-kirchnerismo no tiene, como hemos visto, absolutamente a nadie capaz de heredar el poder de la Presidente y, mucho menos aún, de obtener el respaldo monolítico que ella obtuvo. El sistema de poder montado sólo admite, en su vértice, a una persona.
Y las segundas líneas comenzarían a matarse entre sí, figuradamente hablando claro, al día siguiente de un anuncio de una enfermedad terminal. Si yo estuviera en el lugar de La Cámpora, demoraría todo lo posible comunicar algo así, porque hoy todavía me sentiría débil frente a los formidables enemigos que aparecerían segundos después.
Cuando dije -¡qué aburrido volver sobre el tema!- que doña Cristina no se presentaría, hubo muchos que me respondieron que sí lo haría, para renunciar poco tiempo después pero, en el ínterin, recuperar los bienes en manos de testaferros de don Néstor (q.e.p.d.). No les creí entonces, y sigo sin hacerlo, pese a que la sucesión de episodios de baja tensión arterial, lipotimias y sofocos, amén del falso positivo cáncer, pueden estarles dando la razón.
Desde otro ángulo y siempre en ese esquema imaginario de acefalía, ¿hay alguno entre los opositores capaz de recibir la papa caliente que el cristi-kirchnerismo dejaría? La respuesta, tajante, es que no. Por lo menos hoy. Pero, en las crisis, siempre aparece un espontáneo que consigue liderar el descontento. En este sentido, lo más grave es, como dije, que la mayoría de los argentinos, malformados por muchos años de populismos, tiene vocación por una mayor participación del Estado en la economía y, en el fondo, no ve con malos ojos a las distintas medidas adoptadas hasta ahora, que tanto dolor nos costarán en el corto y mediano plazo.
Basta recordar, para confirmarlo, que cuando don Néstor (q.e.p.d.) prohibió, en 2006, las exportaciones de carne vacuna para “proteger y priorizar la mesa de los argentinos” –presumo que ignorando que los cortes exportables no son los que se consumen aquí- logró liquidar stocks ganaderos por doce millones de cabezas, reducir significativamente la ingesta por habitante y, al día de hoy, que el producto se haya transformado en prohibitivo.
Que, además, ello haya implicado la pérdida de los cincuenta y ocho mercados abiertos con gran esfuerzo y que ni siquiera podamos cumplir la cuota Hilton por la que tanto peleamos, y permitido a Uruguay, Paraguay y Brasil exportar más que nosotros, pueden considerarse, en la filosofía de don Guillermo Patotín Moreno como meros daños colaterales. ¡Así nos va!
La otra aguerrida oposición surgirá, con las paritarias y ante la inminente amenaza de confiscar los fondos de las obras sociales, del sector gremial. La chicana de Barrionuevo a Moyano, para que éste declare un paro nacional o se vaya, no hace más que expresar la actitud que los caciques de toda laya llevarán a la mesa de discusión de los salarios. Dudo que exista alguno capaz de firmar un aumento menor a la “inflación de las góndolas”; todos han aprendido que ya el horno no está para bollos –les han enseñado desde el Pollo Sobrero, en el ferrocarril Sarmiento, hasta los delegados del subte- y las bases no lo aceptarían.
Doña Cristina, más allá de sus públicas declamaciones de repudio (ver http://www.youtube.com/watch?v=LgkBWVMNbCE), está aplicando el ajuste más severo que el país recuerda desde el lejano “rodrigazo”, y lo que se ve –control de importaciones de don Patotín incluido- no es más que la punta de un iceberg feroz.
Convengamos en que marzo será el mes más complicado –mucho más que abril de 2008, cuando se desató la pelea del campo por su supervivencia- que habrá visto el “modelo” desde su entronización a nivel nacional. Y lo será porque el ajuste –la “sintonía fina”- golpeará de lleno en el bolsillo de la clase media, que deberá enfrentar, al mismo tiempo, los impuestazos en los servicios públicos y energéticos, los aumentos en las tasas municipales, los mayores costos del transporte, la brutal inflación que no cede, y su repercusión en colegios y prepagas médicas.
Porque, sencillamente, la plata se acabó, justo cuando llegó el momento de pagar la cuenta de una prolongada y dispendiosa fiesta. Para conseguir fondos internacionales, la Presidente debiera dar marcha atrás, reculando en chancletas, sobre todos los grandes titulares con los que el kirchnerismo se ganó las primeras planas y el aplauso de un montón de imbéciles: la relación con el FMI, el sinceramiento de las estadísticas, el falso desendeudamiento, el arreglo con el Club de París y con los holdouts y el pago de las sentencias del CIADI.
Sólo recorriendo esos caminos inversos el Gobierno podría aspirar a volver al mercado de crédito voluntario internacional; si lo hiciera hoy, se vería obligado a pagar una tasa de interés –el “riesgo país”- que duplica a la que se aplica a nuestros vecinos.
Tampoco puede ya recurrir a don Hugo Papagayo Chávez para conseguir apoyos; muy por el contrario, el caribeño está logrando cobrar –para sí y para sus socios argentinos- las cuantiosas facturas por la venta de un fueloil que Venezuela no produce, y que es de peor calidad que el que Argentina exporta, eso sí, a precio menor que el pseudo venezolano.
Porque, hay que decirlo con todas las letras, la enorme crisis que se nos viene encima es producto exclusivo y excluyente de la monstruosa corrupción de este “modelo”. El kirchnerismo ha demostrado ser, en verdad, un estadio superior de cualquier gobierno anterior, en lo que a este flagelo se refiere.
Al mantener congeladas las tarifas energéticas durante ocho años y medio, don Néstor (q.e.p.d.) y doña Cristina hicieron que en Argentina se dejara de explorar y producir petróleo y gas. Entonces, el país –hasta entonces exportador neto, y uno de los más dependientes de este fluido para la generación de energía- debió importarlos, a precios cada vez más altos y en operaciones cada vez más oscuras, manejadas sólo por algunos funcionarios de èlite.
¿Qué es, sino corrupción y enriquecimiento ilícito, la importación de fueloil descripta más arriba? ¿Qué licitación fue realizada antes de comprar gas licuado a Qatar por veinte años y endeudarnos en cincuenta mil millones de dólares? ¿Qué cifras hacen públicas Cammesa y Enarsa por las compras actuales del fluido y por el alquiler de los barcos regasificadores instalados en nuestros puertos?
Para saber de qué hablamos, debemos entender que el gasto oficial en la importación de energía es la caja mayor por la cual, aún en épocas de vacas flacas, quienes pretendan heredar a la señora de Kirchner estarán dispuestos a matarse y morir. Son cifras que convertirían a Bill Gates en un pobre de solemnidad; ¿resulta imaginable que los que rodean a la Presidente la cedan pacíficamente a otros?
En fin, se trata sólo de especulaciones, generadas a partir de la pésima forma en que las dolencias presidenciales fueron comunicadas, que tendrán un altísimo costo para la ciencia médica argentina, en general, y para el Dr. Saco y su equipo, en particular. Espero que, al menos, los honorarios cobrados por la operación lo justifiquen.