Derrota geoestratégica de Evo Morales en Santa Cruz, peligro de destrucción del Bolivarianismo latinoamericano
1. El autoengaño sobre la derrota
Con la peligrosa derrota geoestratégica de la política de Evo Morales y Álvaro García Linera, en Santa Cruz; la activación de la Cuarta Flota Imperial en Mayport, Florida (28.4.), y la de facto autorización de la Organización de Estados Americanos (OEA) de la división de Bolivia, Washington ha avanzado tres pasos trascendentales para reestablecer su control sobre el “patio trasero” y destruir la revolución democrática-bolivariana de América Latina.
La afirmación de Evo de que el “referendo” fue un “rotundo fracaso” —repetida por las agencias de propaganda oficiales de los gobiernos afines y sus intelectuales liberales— es otro más de los autoengaños que han caracterizado la política del Palacio Quemado frente al cáncer de la subversión imperial-oligárquica en las cuatro provincias separatistas, durante los dos últimos años.
2. Combatiendo el cáncer con aspirinas
La esencia de esta política ha sido enfrentar ese cáncer con las aspirinas del diálogo pacífico; de la redacción de papeles en la Asamblea Constituyente; de la petición de socorro al Departamento Colonial de Washington, la OEA; de la mediación de la reaccionaria Iglesia católica; de la inoperante ONU y del, en el contexto actual, insignificante Premio Nóbel de la Paz.
El resultado fue previsible. Mientras el gobierno situaba su terapia en las elevadas esferas de la democracia burguesa, del diálogo y del humanismo, el cáncer crecía rápidamente en el darwiniano mundo de la realpolitik boliviana —alimentado desde su cordón umbilical, la embajada gringa, y fortalecido por las bandas paramilitares (UJC)—, haciendo metástasis en otras cinco provincias. El final del desfase entre la enfermedad imperialista y la terapia humanista nacional es pronosticable. Si el gobierno de Evo no cambia cualitativamente su política y si no logra un apoyo real de los países latinoamericanos decisivos, antes de los referenda separatistas de junio, el oriente boliviano terminará como Panamá y Kosovo.
3. La largamente previsible crisis del gobierno boliviano en Santa Cruz
La noche del sábado, 9 de diciembre de 2006, el gabinete boliviano se reunió en el exclusivo “Hotel Portales” de Cochabamba, para deliberar sobre el peligro de sedición separatista de la oligarquía de Santa Cruz. Coordinaba la sesión uno de los tres hombres decisivos del Palacio Quemado. Durante un breve receso comentó que la opinión del gabinete se inclinaba hacia la militarización de las provincias sediciosas. “En algún momento el Estado tiene que mostrar fuerza”, decía. “Este momento ha llegado.”
4. “Recuerden el estado de sitio de Fernando de la Rúa”
Conociendo bien la historia boliviana, y habiendo hablado con oficiales de la Fuerza Armada de Bolivia sobre la situación, me permití decirle al amigo: “Si mañana mandan las tropas, pasado mañana tendrán que entregar el gobierno. Las Fuerzas Armadas de Bolivia no van a matar por ustedes. Si decretan el estado de sitio y los civiles salen a la calle y las Fuerzas Armadas no disparan, tienen que entregar el poder. Recuerden lo que pasó con Fernando de la Rúa, el 11 de diciembre del 2001.”
5. Memorando del Bloque Regional de Poder Popular (BRPP), al Gobierno
Esa misma noche, una delegación del Bloque Regional de Poder Popular (BRPP) —fundado en el “Primer Encuentro de Pueblos y Estados por la Liberación de La Patria Grande”, en octubre, 2006, en Sucre, Bolivia— redactó un memorando sobre el escenario de la subversión separatista en los Departamentos de la “Media Luna”, sugiriendo una serie de medidas para contrarrestarla.
En esencia, el documento sostenía que era demasiado tarde para parar la conspiración tan sólo con la fuerza del gobierno central. Que, entre otras medidas, era urgente organizar un programa nacional de formación de cuadros, una campaña mundial de información sobre la conspiración, fortalecer un movimiento multisectorial de solidaridad latinoamericano y, lo más importante, enviar misiones diplomáticas bolivianas capaces a determinadas capitales latinoamericanas, para que Brasil, Argentina, Venezuela y Cuba encabezaran una enérgica iniciativa política latinoamericana, destinada a neutralizar la conspiración oligárquica-imperial.
La calidad teórica-política y el realismo de este documento —redactado por delegados de Perú, Paraguay, Argentina, Venezuela y Bolivia, entre otros países— estaban plenamente establecidos, entre otros factores, por el fracaso del planeado golpe policiaco-militar del 11 de octubre, 2006, contra Evo; fracaso que se debe esencialmente al BRPP y a Hugo Chávez, contrario a algunas declaraciones tontas que posteriormente hizo el entonces vocero presidencial, Alex Contreras.
6. Ideas liberales y políticas legalistas, en lugar de realpolitik antiimperialista
En la tarde del domingo, 10 de diciembre de 2006, en una reunión televisiva con el Presidente y el Vicepresidente, se le entregó al Vicepresidente el memorando. Obviamente, no tuvo consecuencia alguna.
En lugar de implementar un plan estratégico regional para neutralizar el proyecto de Washington, el gobierno seguía insinuaciones exógenas para realizar congresos de intelectuales liberales en Bolivia y distrajo la escasa capacidad de su aparato diplomático en el proyecto del “premio Nóbel de la paz”; en vez de realizar cursos de formación política revolucionaria en todo el país, promovió a los intelectuales de la burguesía imperial, desde los confusionistas “postmodernos” de Hart y Negri, hasta la socialdemocracia europea y académicos españoles de flaca solvencia teórica; creyó en la quimera del “conflicto local” y del posible arreglo local con la oligarquía, aumentando sus subsidios económicos; se aferró a la Asamblea Constituyente, aún cuando ésta se había convertido en el caballo de Troya de la derecha y, posteriormente, a los buenos oficios de la jerarquía católica y de la OEA. En fin, errores teóricos-políticos garrafales en cadena.
7. El debacle geoestratégico y el desastre que se viene
Las consecuencias políticas de la derrota geoestratégica son potencialmente catastróficas. El vocero imperial, el Washington Post (WP), las formuló el 6 de mayo, sin tapujos: «Si Bolivia tiene suerte, el Señor Morales reconocerá que la mayoría de su país jamás aceptará una política etnocéntrica… Si, instigado por el Sr. Chávez, prosigue imponiendo su Constitución, es probable que el resultado sea un baño de sangre”. Más claro aviso de un golpe de Estado no puede haber.
Los ejecutores del “baño de sangre” anunciado serán los sectores militares golpistas bolivianos y las bandas paramilitares, al igual que en Chile. El brazo externo lo proporcionan las bases militares estadounidenses en Colombia, Manta, Ecuador, y la Cuarta Flota Imperial. Anunciando la reactivación de la U.S. 4th Fleet, el Comandante de la Marina de Guerra (CNO), Almirante Gary Roughead, dijo que se trataba de mandar “una fuerte señal a todos los servicios marítimos civiles y militares en América Central y América Latina”. Considerando, que el Pentágono conceptualiza actualmente sus Fuerzas Navales y Aéreas como la “reserva estratégica” de su poderío militar y que el Comandante de esta nueva fuerza intervencionista es el actual Jefe del Comando Naval de Operaciones Especiales, el mensaje es tan claro como el del Washington Post.
8. Los objetivos estratégicos del enemigo
La derrota geoestratégica de la política de Evo y Álvaro en las provincias separatistas ha convertido la situación boliviana en un asunto hemisférico, tal como la agresión de Uribe a Ecuador transformó el conflicto interno colombiano en un asunto de paz y guerra regional. En este escenario de ofensiva generalizada de Washington, la próxima jugada de la Casa Blanca es clara: con el informe de INTERPOL sobre las supuestas computadoras de Raúl Reyes, que se publicará a mediados de mayo, se pondrá a Hugo Chávez o a Venezuela en la lista de países que apoyan el “terrorismo internacional”; salvo que acepte cambiar esencialmente su política de integración latinoamericana.
Los objetivos de esa ofensiva para este año son evidentes: neutralizar o hacer caer el gobierno de Evo Morales; facilitar la derrota electoral del Presidente Chávez en noviembre e intimidar al Presidente Correa, Lula y Cristina Kirchner, para impedir la Constitución del Consejo de Defensa de Sudamérica, planeada para septiembre.
9. La hora del Termidor
A todo proyecto serio de desarrollismo latinoamericano, desde el Dr. Francia en Paraguay, el General Perón en Argentina, la Revolución Sandinista y el Coronel Hugo Chávez, le llega pronto la hora del golpe militar. Esta es la coyuntura que vive América Latina: es la hora del Termidor.
Ante este momento decisivo, es necesario un cambio cualitativo en la política del gobierno boliviano, porque la continuidad de su política actual significaría la destrucción del Bolivarianismo latinoamericano. Siendo evidente: 1. la incapacidad del gobierno boliviano de resolver esta crisis; 2. que está en juego la sobrevivencia del proyecto de la Patria Grande y, 3. que el desenlace de esta derrota geoestratégica es un asunto de seguridad nacional para Bolivia, Venezuela, Nicaragua, Ecuador, Cuba, Brasil y Argentina; es imprescindible que los Presidentes de estos países encuentren, a la mayor brevedad posible, la forma de implementar un plan estratégico para contener el avance de la subversión separatista imperial-oligárquica.
La derrota geoestratégica de Bolivia es, al mismo tiempo, una derrota estrepitosa de los ineptos aparatos diplomáticos latinoamericanos y la catastrófica falta de inteligencia y planeación estratégica de esos gobiernos, que ante un peligro mortal evidente desde enero de 2006, no lograron hacer otra cosa que reaccionar en el último momento mediante firmas de intelectuales y declaraciones desdentadas de sus diplomáticos. Si este proyecto de integración bolivariano se malogra, no será por la falta de condiciones objetivas para triunfar, sino por el descuido catastrófico de esos gobiernos en cuanto a la creación de instituciones de planeación e inteligencia estratégica de alto nivel.
10. El Orden de Batalla
Ante los anuncios de matanza por los voceros imperiales, Evo puede ahorrarse el tiempo de protestar ante el Departamento de Estado o la OEA. La hora del Termidor (contrarrevolución) es la hora del poder real y con eso, la hora del Orden de Batall. Es decir: la identificación precisa de los factores que deciden la guerra, entre ellos los efectivos, la estructura de mando, el despliegue de las unidades y el equipo de las fuerzas militares y civiles enemigas, así como de las fuerzas propias.
Esta correlación de fuerzas y objetivos determina tanto los probables cursos de acción del enemigo, como las operaciones tácticas y estratégicas de las fuerzas bolivarianas. Fidel Castro es el más grande estratega militar de América Latina. Hay que pedirle que inicie con urgencia el análisis de este Orden de Batalla, no desde la Razón del Estado cubano, sino desde el campo de la batalla de Tierra Firme.
¡Tal como hizo, en su momento, Simón Bolívar!