De cenicienta a exorcista
“La partitura de esta tragicómica sinfonía andina no está concluida. Recién inicia su primer movimiento. Como tampoco parece estarlo la de Toledo e, incluso, la del presidente ecuatoriano Lucio Gutiérrez, ambos vacilantes en medio de graves conflictos políticos. Se encuentran todos ellos atenaceados desde el Norte por Venezuela y desde el Sur y el Este por los gobiernos de Kirchner, Lula y Tabaré Vásquez. E incluso de Chile, que por conseguir la secretaría general de la OEA parece dispuesto a pactar con el diablo. Si no aprietan, se hacen los desentendidos. Es el alicate de la desestabilización regional que no terminará su faena hasta concluir con el establecimiento en la región andina de gobiernos demagógicos y populistas, inspirados todos por la revolución bolivariana del teniente coronel Hugo Chávez. Recién entonces Lula, Kirchner, Vásquez y Lagos despertarán del encantamiento y conocerán al monstruo que han prohijado.”
Suena pedante citarse a sí mismo, pero este largo introito no ha perdido actualidad: abre un artículo que publiqué el 10 de marzo de 2005, llamando la atención de quienes suspiraban de alivio al ver a Oscar Meza sorteando su penúltima crisis, sin comprender el fondo del asunto. Evo Morales ya tenía el poder, pero quería legitimarlo por la puerta ancha de un exitoso proceso electoral, que aún no estaba suficientemente maduro. El guión lo había urdido Castro a fines de los 90 y ya le había resultado exitoso a Chávez en el 98. Pero la velocidad de los tiempos cambian y todo eso es prehistoria. Evco Morales debe saltarse todas las etapas y apretar el acelerador a fondo. No vaya a morirse Castro antes de ver cumplido su sueño de vietnamizar la región. Lo verdaderamente importante es atender a lo que entonces señaláramos y que, para nuestra inmensa desgracia, se cumplirá inexorablemente de no intervenir factores decisorios en contrario. Ya Lula recibe su medicina: la nacionalización de los hidrocarburos bolivianos es una verdadera patada en el trasero a los intereses brasileños, sin contar con un eventual corte de suministro de Gas que terminaría con todas las ilusiones de crecimiento de la principal nación del continente. Tanto como para que Marco Aurelio García, el mensajero del Zar recibido en Miraflores como el hijo pródigo, ponga el grito en el cielo contra esta movida de su otrora admirado Hugo Chávez. Kirchner está en la picota y ni una embajadora de ultra izquierda como la Sra. Castro podrá sacarle las castañas del fuego chavista. Tabaré Vásquez prefiere mirar de soslayo y afincarse en un tratado con los Estados Unidos. Bachelet recibirá una bofetada en el rostro antes de que despierte de este encantamiento de cuentos de hadas que la ha puesto sin rogarlo ni pedirlo en una presidencia que le cae tan gratuita e inesperadamente como el noviazgo real a la Cenicienta.
La situación de Brasil y Argentina es delicada, ciertamente. Pero mucho más lo será para Chile cuando Evo desempolve y reactive el odio ancestral que los bolivianos llevan en el alma contra la nación de la buena señora Bachelet. Para qué decir de triunfar en el Perú el gemelo menor de Chávez y Morales, Ollanta Humala. Entonces puedo pronosticar sin lugar a equívocos que Chávez cumplirá su promesa de bañarse en una playa boliviana en hombros de una nueva Confederación Perú-Boliviana en armas. Pasando por sobre los cadáveres que haga falta. Entonces la Sra. Bachelet podrá tragarse los buenos oficios que hoy adelanta para que no demonicemos a quien ha convertido a Venezuela en una satrapía cubana. Olvida que llegó a esa insólita presidencia gracias entre otras circunstancias a que los venezolanos no dejaron de demonizar en los setenta y ochenta a Augusto Pinochet. Algo más que una mera cuestión de exorcismo. Auténtica solidaridad democrática internacional que ella y los demócratas chilenos parecen desconocer.
Sabrá entonces cuán equivocada estuvo al dejarse embaucar por el beso mortal de un siniestro, perverso, mentiroso, ágrafo y despótico militarote venezolano que no puede ocultar el odio que siente por el Chile próspero y moderno de la Concertación, su antípoda. No haber sabido demonizarlo a tiempo le costará muy caro a los chilenos. No podrán alegar ignorancia. Será su propia culpa.