Cultura y diplomacia
Una política exterior de Estado debe tener como uno de sus ejes medulares la proyección cultural del país. Venezuela tiene una riqueza única por ser crisol y convergencia de culturas ibéricas (hispánica y lusitana), africanas, asiáticas, caribeñas, europeas, mediterráneas y hasta eslavas y escandinavas, entrelazadas con nuestra autoctonía originaria. Son pocas las naciones del mundo que gozan de tal diversidad étnica y cultural y ello debe constituir un motivo de orgullo para la venezolanidad, pues nuestro gentilicio está desprovisto de los históricos conflictos políticos, étnicos o religiosos que en otros países y regiones han perturbado por siglos y hasta por milenios su paz, su tranquilidad y su desarrollo.
Una diplomacia integral debe contar como Alemania con su Fundación Humboldt y el Instituto Goethe; España con su Instituto Cervantes; Francia con su Alianza Francesa; Italia con su Instituto Italiano de la Cultura; México con su Casa de México. MERCOSUR cuenta ahora con una cátedra en la Universidad de París. Venezuela ha tenido aproximaciones muy encomiables pero puntuales, como la Cátedra Simón Bolívar, fundada en la Universidad de Cambridge, Inglaterra, por Miguel Ángel Burelli Rivas; la Casa de Miranda, salvada y recuperada en Londres José Luis Salcedo Bastardo; la Cátedra Francisco de Miranda de la Universidad de París, motorizada por Francisco Kerdel Vegas; o la galería de arte de Washington, inaugurada por Simón Alberto Consalvi. Todo ello durante sus respectivas gestiones como embajadores.
La mayoría de los países del mundo cuenta con un servicio exterior profesional, como Brasil, Bélgica, Japón, China, el Reino Unido, Perú, Cuba o Argentina, por mencionar sólo algunos. Los diplomáticos profesionales tienen la preparación o se hacen acompañar de agregados culturales que promueven con destreza los valores de las ciencias y las artes de sus naciones.
Algunos países han enaltecido la dimensión cultural de su política exterior al escoger a destacados intelectuales, científicos u hombres de letras para representar con erudición y brillo a sus gentilicios. El presidente Salvador Allende designó a Pablo Neruda embajador en Francia, como también lo hicieron John F. Kennedy con John Kenneth Galbraith en la India y Fidel Castro con Alejo Carpentier en la Ciudad Luz. En Venezuela, Eleazar López Contreras contó con Caracciolo Parra Pérez; Rómulo Betancourt y Raúl Leoni con Vicente Gerbasi y Edgardo Mondolfi; Rafael Caldera con Tomás Polanco Alcántara, Luis Vitoria Garbati, Gonzalo García Bustillos y Jorge Valero; Carlos Andrés Pérez con Arturo Úslar Pietri, José Ramón Medina, Germán Carrera Damas y Francisco Herrera Luque. Varios de ellos pertenecían a corrientes ideológicas diferentes, o eran, inclusive, adversarios políticos.
La política exterior del país debe centrar su atención en la proyección cultural de la nación venezolana, tanto o más que la política o la economía. Durante nuestra larga residencia en Bruselas, la firma de un acuerdo de cooperación energética con la Unión Europea o del tratado de protección de inversiones con Bélgica y Luxemburgo nunca superó la satisfacción y orgullo de las dos exposiciones que co-organizamos del maestro Jesús Soto, la presentación de la virtuosa joven pianista venezolana Alicia Gabriela Martínez en el Ayuntamiento de Bruselas, la fundación de la Asociación Internacional Andrés Bello de Bélgica, el seminario internacional Francisco de Miranda, Europa y la Integración Latinoamericana en el Palais D´Egmont de Bruselas, los conciertos de Saul Vera y de Armonías de Venezuela, o la conferencia de Luis Britto García en el Instituto Cervantes.
Venezuela puede aprovechar su actual bonanza petrolera para fundar institutos de cultura en el exterior y proyectar su riqueza y diversidad cultural en las artes plásticas, la música, la literatura, la etnología, el teatro y la arquitectura, además de su singular patrimonio ecológico. Podemos hacer mucho más de lo que hemos hecho y mucho mejor de lo que estamos haciendo.