Opinión Internacional

Cuba y la OEA (I)

En su 39ª Asamblea General reunida en San Pedro Sula (Honduras), la Organización de Estados Americanos examinó la idea de readmitir a su seno a la República de Cuba. Ésta había sido excluida de la organización por la Octava Reunión de Consulta que se celebró en Punta del Este (Uruguay) el 31 de enero de 1962. El motivo que se adujo para ello fue la “incompatibilidad” de la “adhesión al marxismo-leninismo” y del “alineamiento con el bloque comunista” con “la participación en el Sistema Interamericano”. .

El gobierno venezolano democrático de izquierda, presidido por Rómulo Betancourt, no estaba plenamente de acuerdo, aunque terminó por votar a favor de la resolución (como ya lo había hecho por motivos de realpolitik a favor de la resolución aprobada en agosto de 1960 en San José de Costa Rica, que deploraba “injerencias totalitarias” extracontinentales sin nombrar a Cuba). Betancourt se oponía a exclusiones por motivos ideológicos y sostenía que tales medidas deberían basarse en otras consideraciones: actos de agresión, supresión despótica de libertades democráticas o violación de derechos humanos. Asimismo veía a los dictadores de derecha (“fascistas”), y no al comunismo, como enemigos fundamentales de la democracia venezolana.

Sin embargo, muy pronto Venezuela comenzó a ser víctima de agresiones directas por el régimen cubano que a partir de 1962 prestó ayuda militar, y no sólo propagandística, a los extremistas criollos alzados en armas contra la democracia reformista. El hallazgo de un lote de armas cubanas destinadas a las FALN en 1963, y la subsiguiente denuncia venezolana, condujeron a la decisión de la Novena Reunión de Consulta, en julio de 1964, de aplicar sanciones políticas y económicas a Cuba, incluyendo la suspensión colectiva de las relaciones diplomáticas con la isla, y la imposición por Estados Unidos del embargo económico que algunos denominan “bloqueo”.

Luego cambiaron las cosas. En 1968, una combinación de fracasos internos y externos y de presiones soviéticas (alentadas por Venezuela en forma sutil) hizo que Fidel Castro abandonase la estrategia de “exportar” la revolución y aceptase coexistir pacíficamente con el resto de Latinoamérica. (A cambio de ello, liquidó brutalmente los últimos restos de pequeña propiedad privada en la isla e intensificó el totalitarismo interno). La nueva política cubana de convivencia hacia fuera hizo posible e incluso inevitable un cambio gradual de actitudes por parte del “sistema interamericano” hacia el díscolo país. Esperamos continuar con este tema en una próxima ocasión.

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