Cuba, la Tragedia interminable
Cuando se estudien las personalidades de la Revolución Cubana, Ramiro Valdés ocupará un lugar destacado entre las cinco primeras figuras de un proceso cruento y doloroso que ha marcado indeleblemente a la nación cubana.
Antes de la experiencia de la Sierra Maestra, participó con los Castro en el ataque al cuartel Moncada y en la expedición del yate Granma y como contaba con la absoluta confianza de Fidel Castro, fue el que organizó los servicios de inteligencia en la Sierra Maestra, al igual que Manuel Piñeiro en el Segundo Frente Oriental.
El diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular y ex-miembro del Buró Político (1986), fue segundo jefe de la Columna 8 «Ciro Redondo», que comandó Ernesto Guevara. De 1961 a 1969 ocupó la posición de Ministro del Interior, cargo que retomó en 1978 hasta 1985, cuando fue reemplazado por orden de Raúl Castro por uno de sus viceministros, el general José Abrantes. Este último murió misteriosamente en prisión, donde cumplía una condena por haber estado supuestamente involucrado en actividades delictivas.
El comandante Jaime Costa, que fuera amigo de la infancia de Ramiro Valdés, refiere que en México, Valdés estaba al frente de la seguridad y que a los pocos días del triunfo de la Revolución, Fidel Castro le asignó las mismas funciones. Dice Costa que en abril del 59, especialistas de la KGB que hablaban español, ingresaron a Cuba gracias al permiso que concedió Ramiro Valdés.
Afirma Costa que Valdés, al igual que Raúl Castro y otros dirigentes de la revolución, estuvieron involucrados en la muerte de Camilo Cienfuegos y que Valdés asistió a Guevara en algunos de los fusilamientos que se produjeron en La Cabaña. Costa fue testigo de una conversación en la que Guevara y Ramiro comentaban sobre la necesidad de ejecutar a la mayor brevedad a unos policías del régimen de Fulgencio Batista porque eso fortalecería a la Revolución.
Valdés desde la constitución del Ministerio del Interior, estableció una estrecha colaboración con sus pares del extinto bloque soviético que duró hasta la caída del Muro de Berlín y en algunos casos por varios años más. Documentos archivados en la Stassi, policía política de la RDA, testimonian la estrecha cooperación entre las fuerzas represivas y los suministros de diferentes clases que la entidad represiva germana enviaba a sus homólogos de La Habana. Igual relación existía con la KGB, soviética.
Dariel «Benigno» Alarcón, de la tropa de Camilo Cienfuegos -estuvo con Guevara en Bolivia- conoció a Valdés en la Sierra Maestra cuando este era teniente. Recuerda que era muy próximo a Fidel Castro, con quien era muy servil y adulador, aunque con los demás, al no ser que fueran oficiales superiores, era déspota y grosero. Dice que otro aspecto a destacar del carácter de Ramiro era su disposición a juzgar y ejecutar a las personas acusadas de ser delatores o por simples diferencias con el alto mando, pasión que compartía con Ernesto Guevara.
Valdés instituyó en Cuba la vigilancia contra el ciudadano común, pero también contra los altos jerarcas del régimen. No había diplomático, funcionario, empresario o personalidad extranjera, que no fuera espiado en la isla. Otro aspecto importante en los predios de Valdés cuando dirigió el MININT, fue la corrupción en la que el ministro se llevaba la palma, pues tenía hasta un cocinero particular entre otra infinidad de detalles millonarios que caracterizan la vida de los grandes jerarcas cubanos.
Dice Alarcón que Valdés participó directa o indirectamente en muchas de las operaciones que se realizaron en el exterior y que el MININT desarrolló su propio aparato de subversión y espionaje internacional cuando constituyó la Dirección General de Inteligencia (DGI) que competía con el Departamento América que dirigía Manuel Piñeiro Losada.
Entre el Departamento América y la Dirección General de Inteligencia o DGI, que comandaba Valdés, había una gran animosidad, al extremo que no existía colaboración entre las dependencias. Valdés opinaba que si ya había una oficina a cargo del espionaje internacional, la suya, no era necesario crear otra que cumpliera deberes similares en América, donde también operaba su oficina de espionaje y subversión.
Es importante destacar que el actual Vicepresidente del Consejo de Ministros y Vicepresidente del Consejo de Estado de Cuba, fue el brazo ejecutor de la subversión castrista en el hemisferio. Las incursiones de los sicarios de la revolución cubana en Venezuela, Bolivia, Colombia y el resto de los países del continente contaron con la asesoría de Valdés.
Dice Dariel Alarcón que los documentos falsificados con los que operaban los subversivos en el hemisferio se hacían en las oficinas del ministro Valdés. De allí salían los pasaportes o cualquier otro tipo de identificación que requiriesen los espías o sediciosos. También eran oficiales bajo el mando de Valdés los que entrenaban a los insurrectos en el aspecto militar, pero también como agentes de espionaje o seguridad. Los futuros cuadros insurrectos entre los que se contaban chilenos, venezolanos, peruanos, brasileños y argentinos, entre otros, eran preparados para soportar los más duros interrogatorios en caso de que fueran capturados. En estos simulacros se usaban los métodos que practica la INTERPOL.
A las pocas semanas del triunfo de la insurrección y después de haber ejercido como Jefe Militar de la provincia de Las Villas, Ramiro Valdés asumió la dirección del Departamento de Investigaciones del Ejército Rebelde (DIER), una fuerza policial que se especializó en reprimir brutalmente a las organizaciones clandestinas y guerrilleras que confrontaron al nuevo régimen desde el propio año 1959; el «Departamento», como se conoció, fue una especie de embrión de lo que sería el Departamento de Seguridad del Estado, un organismo que llevó a prisión a más de medio millón de hombres y mujeres, y ejecutó a cerca de seis mil personas. A excepción de Valeriano Weyler, ningún otro individuo en la historia de Cuba ha sido responsable directo de tantos actos de maldad y crímenes como «Ramirito».
El comandante de la Sierra Maestra, Húber Matos, coincide con Alarcón en que Ramiro tenía la triste fama de ser un represor aún desde la época de la insurrección. También comparte la opinión de que Ramiro Valdés era muy dependiente de Fidel y Ernesto Guevara. Matos cuenta que durante su arresto en Camagüey, Valdés le apuntaba con una pistola constantemente y que fue quien lo condujo a la capital.
Por años Ramiro Valdés, por estar al frente de la policía política, fue mas temido que Raúl Castro. La participación de sus hombres como instructores, interrogadores y combatientes en la lucha contra los que enfrentaban al totalitarismo le confirió una triste popularidad. Las redadas, condenas y ejecuciones estaban a cargo de los «Ramiritos» como los califica Dariel Alarcón. Por otra parte señala Ricardo Bofill que viejos comunistas con un historial de violencia y asesinatos como Isidoro Malmierca y Osvaldo Sánchez, se incorporaron al MININT y que las informaciones sobre actividades políticas de determinados ciudadanos que había logrado acumular el Partido Socialista Popular en sus años de existencia, fueron entregadas a Valdés.
Para Carlos Franquí, Ramiro Valdés, por su incultura y vocación a la represión fue el hombre que escogió Fidel Castro como jefe de las fuerzas policíacas que fueron transformadas en aparato de seguridad nacional. Valdés aplicó las instrucciones que los agentes en Cuba de la KGB, los ya referidos Oswaldo Sánchez e Isidoro Malmierca, le impartieron con la asistencia de los agentes hispanos soviéticos que en el mismo año 59 había enviado Moscú a La Habana.
Los agentes de Ramiro actuaron con plena impunidad y desconociendo los más elementales derechos ciudadanos. Ejecutaban redadas de miles de personas sin que mediara una actuación judicial Se calcula que en los días de Playa Girón fueron arrestados y confinados en campos deportivos, escuelas y clubes sociales más de 250,000 personas porque las cárceles estaban abarrotadas. Es importante tener presente que en 1960 y años subsiguientes, el ministro Valdés forzó el desplazamiento a cientos de kilómetros de sus hogares y lugares de trabajo, a miles de campesinos generando así los tristemente célebres «Pueblos Cautivos».
La Seguridad del Estado o G-2 que dirigió Valdés, tenía licencia para arrestar y matar, condenar sin juicios y fusilar sin pruebas. No faltaron masacres como la de “La Ceiba”, Escambray, donde fueron ejecutados con una ametralladora calibre 30, 19 hombres. Para el ministro y sus discípulos la convicción de que un indiciado era culpable hacía posible cualquier condena. Ramiro creó campos de concentración en todo el país, «La Sierrita», «Arroyo Blanco», «El Condado», etc, estas instalaciones fueron creadas en zonas rurales y quienes más la sufrieron fueron los campesinos.
Manuel de Beunza trabajó como oficial de Inteligencia Naval en el ministerio del Interior y conoció a Valdés desde que era un adolescente porque su familia residía cerca de la casa de Germán Pérez, jefe de los escoltas del ministro que al igual que otros altos funcionarios del régimen disfrutaba de una casa de campo en la que se celebraban fiestas con relativa frecuencia.
De Beunza describe el carácter de Valdés como el de un hombre amargado, distante, prepotente y de muy pocas palabras y para dar una visión más apropiada de su carácter cuenta dos anécdotas:
En una ocasión en la que el destacado cantautor cubano, Ignacio Villa, «Bola de Nieve» daba un concierto en un acto oficial, el funcionario a cargo de la actividad se acercó a Valdés para decirle que «Bola de Nieve» quería conocerle, a lo que el ministro con la homofobia que caracteriza a los jerarcas de la Revolución contestó que a él no le interesaba, porque no quería conocer a inmorales.
La otra anécdota ocurrió a finales de la década del 70, cuando Ramiro Valdés asumía por segunda vez el ministerio del Interior. El Ministro promovió unas asambleas en las que los oficiales del MININT eran instados a hablar con plena libertad, incluyendo críticas al propio Ministro, con la garantía de que no se tomarían represalias. Los que se atrevieron a ejercer el derecho que les había sido concedido fueron reprimidos y muchos sancionados. Cuenta de Beunza que estaba presente cuando Valdés le dijo a un individuo que quería dejarse la barba y el bigote, que el único que podía hacerlo era él porque era el ministro del Interior.
Otro detalle del carácter de Ramiro Valdés que destaca de Beunza, es su sadismo. Dice que gustaba visitar las prisiones, en particular las menos conocidas como las del Departamento Técnico de Investigaciones donde un hombre podía estar siete u ocho meses sin haber sido presentado ante un juez o un abogado. Estas visitas las disfrutaba y comentaba como si fuera una hazaña tener hombres encerrados sin derecho a un juicio. Otra particularidad de Valdés es que disfruta que le teman. Aprecia que la gente sienta miedo por su sola presencia.
Ramiro Valdés era el verdugo más temido y conocido de la isla pero también era un individuo capaz de crear condiciones para fundar corporaciones fraudulentas en países extranjeros con el fin de que el régimen pudiese violar el embargo estadounidense, Fue con ese objetivo que se fundó el Departamento M.C., un cuerpo adscrito a la Inteligencia Naval, dentro de la Dirección General del Inteligencia (DGI). M.C. era dirigido por el coronel Antonio de la Guardia, fusilado junto al general Arnaldo Ochoa por supuesto tráfico de narcóticos.
Valdés fue el que instrumentó las condiciones para que bancos suizos se involucraran en actividades económicas de la dictadura cubana. La estructura de inteligencia que creo Valdés fue el artífice del lavado de dinero por lo que varios bancos han sido sancionados en los últimos años.
Según de Beunza muchas de las empresas que fundó el ministerio que dirigió Valdés se vincularon con el narcotráfico, lo que incidió en el crecimiento del capital de esas entidades. Dice de Beunza, que estas entidades estaban administradas por cubanos que disfrutaban de una especial confianza del régimen, al extremo que residían en el exterior con su familia y manejaban importantes sumas de dinero.
Por otra parte de Beunza afirma que la época dorada de estas corporaciones, algunas de ellas, sino todas, vinculadas estrechamente al tráfico de estupefacientes, tuvo lugar en el periodo en el que José Abrantes estuvo al frente del Ministerio del Interior, porque Ramiro disfrutaba más el papel de policía represor que el de administrador general de corporaciones que generaban riquezas.
Pero sin duda alguna, Ramiro Valdés era el individuo que tenía el poder de confinar a hombres y mujeres en sitios insalubres por el tiempo que decidiera el investigador encargado del caso. Bajo Ramiro se introdujeron en los interrogatorios torturas muy sofisticadas como la aplicación del pentotal sódico, cambios de temperaturas, aislamiento prolongado y métodos sicológicos muy agresivos para desestabilizar al preso, entre ellos el electroshock, pero también se continuaron aplicando golpizas brutales y el lanzar atado a lagunas y pantanos a personas arrestadas hasta lograr sus declaraciones.
Ramiro Valdés fue quien aplicó las órdenes de Fidel Castro de destituir y encarcelar a los dirigentes sindicales que en su mayoría habían sido miembros destacados del Movimiento 26 de Julio. Fue uno de los artífices, junto a Ernesto Guevara, de la llamada «Operación de las Tres P», en la que fueron arrestados y enviados a campos de trabajos forzados, sin que mediara un proceso judicial, pederastas, prostitutas y proxenetas y cualquier otro individuo que fuera considerado ajeno al proceso revolucionario.
Años más tarde colaboró estrechamente con el Ministerio de las Fuerzas Armadas para poner en función las sádicas Unidades Militares de Ayuda a la Producción, UMAP, una de las pocas ocasiones en las que Raúl Castro y Valdés superaron sus diferencias y trabajaron juntos. Esta dependencia era la encargada de investigar y determinar, así como ubicar el lugar de residencia, trabajo o estudio de todos aquellos individuos considerados CR, o sea contrarrevolucionarios. Posteriormente las Fuerzas Armadas llamaban al individuo a servicio y lo situaban en el lugar que más les convenía.
Las condiciones carcelarias bajo la dirección de Valdés no sólo eran difíciles sino que podían generar un genocidio, si en el país se producía alguna circunstancia que pudiera poner en peligro la permanencia del régimen. El ministro tomó todas las medidas necesarias para lograr ese objetivo y el ejemplo más contundente fue lo que aconteció en el Reclusorio Nacional para Varones de Isla de Pinos, cuando miles de libras de TNT fueron colocadas en los túneles de las cuatro circulares y el comedor, que también es un edificio circular, con la orden de hacer detonar los explosivos si se producía una sublevación o un ataque del exterior. Durante más de 20 meses cinco mil presos políticos durmieron sobre un virtual colchón de explosivos.
El ex oficial de Inteligencia naval, Manuel de Beunza, opina que la primera vez que removieron a Ramiro Valdés de su alto cargo fue consecuencia de una decisión de Fidel Castro que aparentemente quería cambiar en alguna medida la imagen que tenía en el país el Ministerio del Interior, pero como la persona que nombraron, el comandante Sergio del Valle, demostró no estar capacitado para tan compleja posición en un régimen policíaco, Ramiro tuvo que regresar a su oficio predilecto, la represión.
La segunda vez que destituyeron a Valdés fue por decisión de Raúl Castro, que en su condición de Segundo Secretario del Partido Comunista de Cuba, tenía autoridad para decidirlo, siempre y cuando la medida contara con el respaldo de Fidel.
Varios fueron los factores que determinaron que Valdés fuera sustituido por segunda vez. Entre los aspectos a tener en cuenta están: la vieja rivalidad entre los comandantes, celos entre los respectivos mandos, los Servicios de Inteligencia no rendían informes a Raúl, sólo a Fidel, más el hecho de que la vida privada de Valdés no era vista con agrado por la mayoría de los comandantes que fingían ser unos puritanos. Ramiro se había casado con una mujer mucho más joven, tenía una casa amurallada y otros muchos lujos que solo son considerado como negativos por la alta jerarquía cuando quieren sacar del gobierno a un alto funcionario. Junto a su destitución del Ministerio, también fue separado del Buró Político del Partido Comunista de Cuba.
Según los que conocen del caso Raúl Castro dispuso extremas medidas de seguridad para poderse defenderse por si Ramiro Valdés reaccionaba violentamente por su destitución. El ministro del Interior recibió el pedido de que fuera al despacho de Raúl Castro en el ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. El actual jefe del estado cubano situó a su coronel jefe de ayudantía en un lugar de la oficina con una pistola lista para hacer fuego en caso de que Ramiro intentara agredirle, lo que no fue necesario porque el temible ministro se desmoronó moral y físicamente ante su antiguo compañero de armas cuando le fue dada la orden de abandonar su puesto.
El dos veces ministro del Interior cubano es el símbolo de la represión y de los períodos más oscuros de la Revolución Cubana, al extremo que según Alcibíades Hidalgo, quien fuera asistente directo de Raúl Castro, el nada tolerante Raúl usó como uno de los argumentos para desplazar a Valdés del ministerio, la gran cantidad de presos que había en Cuba en el momento de su deposición.
Según Hidalgo, el alto número de encarcelados había generado cierto malestar en la cúpula gobernante, pero en su opinión lo que primaba era el temor que todos los dirigentes de la revolución sentían ante el espionaje que ejercían los hombres de Ramiro Valdés. Todos los dirigentes del Revolución eran conscientes que la maldad de Valdés solo se detenía ante la oficina de Fidel Castro.
Ramiro Valdés tiene otras credenciales que pocos dirigentes de la Revolución pueden mostrar, al extremo que no es de dudar que si Raúl no fuese el hermano de Fidel Castro, el hubiera sido el designado como «Sucesor» del comandante en Jefe. Valdés, ostenta el supremo honor de ser comandante de la «Revolución» junto a Guillermo García y Juan Almeida, recientemente fallecido. Fue Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros y Viceministro Primero de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Cuando se fundó el Partido Unido de Revolución Socialista de Cuba, al igual que en la posterior constitución del Partido Comunista, ocupó posiciones importantes. En 1971 fue designado jefe del sector de la Construcción y a mediados de la década del 90, nombrado Presidente del Grupo Industrial para la Electrónica del Ministerio de la Industria Sideromecánica.
En el momento de pasar a ocupar el puesto de ministro en el gabinete provisional de Raúl, Valdés dirigía una empresa especializada en electrónica, Copextel, que negocia con moneda convertible en un monto superior a los 450 millones de dólares. Su oficina tiene despachos en países de varios continentes, y muchos observadores afirman que su gestión ha sido más exitosa que la de otras empresas del gobierno de Cuba que son más conocidas.
Su intensa y extensa participación en actividades de investigación y represión le hacen el funcionario cubano con más experiencia en un campo de extrema importancia en un régimen totalitario, por eso algunos analistas plantean que aunque su incorporación al gobierno de «Sucesión» puede ser un gesto de unidad, es también un mensaje de que hay una mano dura, un aviso a los descontentos de adentro y de afuera de que el viejo sabueso puede volver a morder.
Especulación aparte hay una verdad histórica que no se puede obviar, Valdés por encima de todas las diferencias que pueda haber tenido con Raúl, ha demostrado ser fiel a Fidel y al Proyecto que este representa, aunque algunos dicen que la dinastía de los Castros vería con agrado que “Ramirito” tuviera el final, feliz para sus intereses, de Guevara o Camilo Cienfuegos.
Los funcionarios del Minint y los agentes del G-2, Seguridad del Estado, eran una élite dentro del régimen. Disfrutaban de prerrogativas y privilegios que jerarcas de otras estructuras gubernamentales no tenían. Un oficial del G-2 era mucho más importante que su par en las Fuerzas Armadas, por otra parte la condición de sacerdote del totalitarismo les permitía intimidar, detener y eliminar a cualquier hereje sin mayores consecuencias, y ese es el verdadero poder en un régimen como el de los Castro.
Dariel «Benigno» Alarcón describe en su libro, «Memorias de un soldado cubano», un confuso incidente en el que un escolta de Fidel Castro fue asesinado de un disparo realizado desde una de las oficinas de la corporación que dirigía Ramiro Valdés. Cuenta que se hizo una exhaustiva investigación y que a los cuatro o cinco días Ramiro fue sacado del Comité Central y enviado para su casa. Alarcón dice que este incidente nunca fue aclarado por temor a repetir un proceso como el de Ochoa, y pone como ejemplo que a pesar de haber muchos involucrados en el «Caso Aldana» nunca se ha ventilado lo que hubo detrás de su destitución.
Sobre las relaciones entre el Ministro del Interior y su homólogo del Ministerio de las Fuerzas Armadas, de Beunza apunta que eran muy tensas por muchas razones: Las tensiones se habían originado en la Sierra Maestra cuando Valdés estaba bajo el mando de Guevara, pero se agriaron más por la estrecha relación que existía entre Fidel Castro y Ramiro, quien controlaba un organismo que contaba con una fuerza numerosa, bien entrenada y mejor armada en la capital de la isla que las que tenía bajo su mando el mismo Raúl Castro. Por otra parte a pocos pasos de la casa del Comandante en Jefe, Fidel Castro, estaba el destacamento principal de las Fuerzas Especiales que controlaba Valdés.
Alcibíades Hidalgo, quien como hemos referido fue asistente personal de Raúl Castro, considera que las diferencias entre Raúl y Ramiro Valdés son muy grandes y que sin dudas este último ha sido su más consistente y sólido rival desde que triunfó la insurrección. Señala que a Raúl le molestaba que el Ministro del Interior despachara directamente con Fidel Castro y que contrario a lo que ocurría en la extinta Unión Soviética, tuviera control sobre el Poder Judicial y que su autoridad se extendiera a cuerpos como la Policía Nacional Revolucionaria.
Dice Hidalgo, que la competencia entre los dos era muy fuerte, no sólo porque dirigían los cuerpos armados más importantes del país, sino también porque Valdés incursionaba en asuntos que eran de estricta competencia del Partido Comunista de Cuba, según opinaba Raúl, el Segundo Secretario de la organización. Valdés también establecía contactos directos con las autoridades moscovitas, y de otros países del área socialista para los asuntos concernientes con su ministerio.
Sin embargo algunos analistas consideran que por razones de supervivencia las posibles diferencias entre Raúl y Ramiro pueden haber venido a menos ante la necesidad de conservar el poder, que ha sido en definitiva lo que les ha importado a través de los años. La realidad, según ellos, es que estos dos hombres que fundaron y dirigieron por años los cuerpos armados del totalitarismo están comprometidos en la continuidad del régimen, y agregan que uno y otro están bajo la presión de otros dirigentes que consideran que una ruptura entre ambas partes daría con el fin del sistema y todo lo que esto implica.
Fragmento del libro Perfiles del Poder. 2008.
*.-Periodista y Director del Instituto de la Memoria Histórica Cubana contra el Totalitarismo