Condenas en Cuba y la guerra de Irak
No hay la menor duda que los tribunales cubanos que
terminaron por emitir sentencias que van de seis a 28
años de cárcel contra 75 opositores democráticos
disidentes, dan suficiente cuenta de la sumisa
obediencia a Fidel de la «justicia» revolucionaria que
aprovechando la atención que suscitó la guerra de Irak
se dio un festín represivo dentro de la isla contra
sus más elocuentes opositores.
Resulta risible por los truculenta,pero que tampoco
extraña demasiado por la notoria vocación opresiva del
régimen, la razones que dio para justificar la
detenciones el canciller Pérez Roque cuando declaró,
que los condenados forman parte de una oposición que
responde a la obsesión de EEUU de fabricar un quinto
columnismo con el objeto de anexarse a Cuba.
Dentro de todo, no deja de ser curiosa la grotesca
excusa, considerando el contexto de la guerra contra
Hussein. No es poco probable que la ilegal pero
sobretodo inmoral política de supremacía global con
fundamento en la doctrina de seguridad y guerra
preventiva del gobierno de Bush, hayan hecho mella en
el anciano dictador y les esté causando una
desagradable tensión paranoica.
A nuestro juicio, Castro actuó en esta ocasión con
extremada torpeza,pues difícilmente podrá convencer a
nadie que los periodistas y luchadores detenidos,
muchos de ellos figuras bien conocidas por su
patriotismo en sus trayectorias fuera de Cuba, se les
pueda asociar a actividades criminales y mercenarias,
a menos-como desean interpretarlo las autoridades -,
que sus protestas pacificas contra la represión y la
promoción del proyecto Varela ,que propugna enmiendas
democráticas en la carta magna cubana, sean la
manifestación donde se encubren peligrosos traidores y
delincuentes.
Un temeroso y desconocido ruido debe sentir Castro
para perseguir a los que hasta ahora son pequeños
grupos prácticamente desconocidos por sus
compatriotas.
Se puede hacer abrumador, que es lo deseable, la
solidaridad con los demócratas cubanos. Ya muchas
organizaciones,personalidades y países el mundo entero
han hecho publico su rechazo a esta brutal y
escandalosa arremetida a la libertad de expresión.
América Latina y en especial sus gobiernos, han sido
fofos e indolentes hasta el momento, para pronunciarse
contra estas agresiones.
Los latinoamericanos se les impone expresar su
irritación para repudiar estos hechos a través de sus
organizaciones sociales, intelectuales y de
trabajadores, haciendo uso de sus convicciones de la
naturaleza moral que sobre la dignidad del hombre
exige nuestra irrevocable adhesión a la sociedad
abierta.
Pero lo conveniente por ser lo digno, es hacerlo
colocando un necesario deslinde de los intereses de la
nueva geopolítica mundial de Bush que tratando de
prevalecer, pretenderá anular por completo nuestras
capacidades de decidir e influir en los eventos.