Colección: “Democracias ex URSS, 2009”
En un mundo donde el concepto de la democracia se ha tergiversado y proliferan autócratas investidos de diversos modos, que disimulan la esencia represiva de sus regimenes, perpetuándose en el poder en nombre de hilos (constitucionales) o de evitar recortes (de mandatos), resulta imprescindible dar un vistazo a los modelos aceptados como “democracias” por la comunidad internacional, con la patente de dirigentes ex comunistas de la Unión Soviética
Moda Putanesca: Diseñada por Boris Yeltsin y luego perfeccionada por el camarada Putin como única alternativa en la pasarela rusa, el modelo exhibe un ropaje que luce a democracia, pero que en sus dobleces esconde capas represivas y arbitrarias. Durante ocho años se presentó una imagen idealizada de la otrora vigorosa Madre Rusia y el pasado estilo soviético con un dominio total de la escena que además de impedir condiciones electorales de igualdad a sus contrincantes, mantiene un férreo control de los medios de comunicación bajo tutela del Estado y el uso de dinero de las finanzas públicas para su promoción.
Este diseño se ha sofisticado cuando Dmitri Medvédev aceptó la sucesión al trono de Moscú por parte de Putin e inmediatamente nombró a éste como su Primer Ministro. Recientemente Medvédev decretó la reelección indefinida en Rusia. Si bien, Putin – cuya moda arrasó, literalmente, en Chechenia– maneja e poder tras bambalinas algunos creen que Medvédev podría dejar de ser su títere y convertirse en su rival en futuras elecciones.
Moda “Asistán”: En las ex republicas soviéticas cuyos nombres terminan en “an” (tierra en persa, de cuyo imperio provienen antes de pasar al de la URSS), se expande este modelo que preserva un estilo semejante ruso, pero tiene cierto “appeal” para occidente por sus reservas petroleras y de gas, y su dureza contra grupos radicales islamistas en una en donde habitan millones de musulmanes.
El modelo se caracteriza por la consolidación de sistemas políticos prácticamente hereditarios de personajes que están en el poder desde comienzos de la década de los noventa como Karimov en Uzbekistán; Rajmonov en Tayikistán; Nazarbayev en Kazajstán, – entre otros, – en incluso, se extendió con cierto éxito, por un tiempo, en Pakistán con Musharraf.
Es emblemático el caso de Saparmyrat Nyazov en Turkmenistán, quien siendo un ególatra cabal y fuera de sus cabales condujo el modelo a los límites más barrocos y extravagantes que se puedan imaginar, transformando al sistema totalitario comunista en uno personalista y megalómano que inauguró en 1991. Nyazov creó tal culto a su persona que le dio su nombre a pueblos, universidades, meses del año, e incluso a un meteorito. Su rostro es la estampa de los devaluados billetes turkmenos, y una de sus “obras maestras” fue una estatua de sí mismo, recubierta en oro, que gira para que siempre le den los rayos del sol. Un infarto detuvo a su “humilde corazón” en diciembre de 2006.
Modelos similares han fracasado, luego de largas protestas de oposición en lugares como Kirguizistán, Ucrania y Georgia, aunque sigue con fuerza en la Bielorrusia de Lukashenko.