China: coloso con pies de barro
Según la prensa occidental deberíamos creer que en pocos años China será el país más poderoso de la tierra. Semejante impresión, sin embargo, es errada. La misma ha sido popularizada por los denominados «decadentistas» en Estados Unidos, es decir, ese grupo de académicos y periodistas que se ganan la vida pronosticando la caída de su nación, cometiendo incontables desatinos. Cabe recordar el libro de Paul Kennedy, profesor de historia en la Universidad de Yale, publicado en 1987 y en el que aseguraba que Estados Unidos estaba en franca declinación, ¡precisamente dos años antes de que se derrumbase el imperio soviético y Washington lograse la victoria en la Guerra Fría!
El coloso que pronto dominará el mundo, de acuerdo con los «decadentistas», es China. Esta idea se basa en las cifras de crecimiento chino los pasados 25 años, sin tomar en cuenta sus enormes debilidades, así como las tensiones sociales que genera su combinación de capitalismo salvaje con autoritarismo político. Con la apertura de un mercado controlado China ha crecido de forma notoria. No obstante la economía de ese país es un tercio del tamaño de la japonesa, y siete veces más pequeña que la estadounidense. En términos per cápita, la economía china es la de un país en desarrollo de bajos ingresos, ubicada alrededor del lugar número 100 en el mundo, y su impacto global es limitado.
Sus escasos recursos naturales constituyen un desafío de primera importancia. Los suministros de agua per cápita son un cuarto del promedio mundial, y el área cultivable per cápita alcanza 40% del promedio global. Lo mismo ocurre con el petróleo (8.3%), el gas natural (4.1%), el cobre (25.5%), y el aluminio (9.7%). De acuerdo con el plan estratégico de las élites chinas, al país le tomará otros 45 años para convertirse en una sociedad moderna de nivel medio. Para enfrentar sus necesidades energéticas, aparte de buscar petróleo en diversas regiones del planeta, China confía ser el principal productor de energía nuclear el 2050, con los consiguientes problemas ambientales que ello acarrea. El porcentaje chino de exportaciones mundiales es 6% y su participación en el valor manufacturero agregado 9%, menos de la mitad de Estados Unidos y Japón. 50% de la masa laboral se dedica a la agricultura en contraste con 2.5% en Estados Unidos.
La burocracia totalitaria cobra su precio. En China toma 48 días montar un negocio ( 6 días en Singapur), y 241 cobrar una deuda (68 en Singapur). China tiene 103 millones de internautas (7.9% de la población) y se censura la Internet. En Estados Unidos la cifra es de 203 millones (68% de la población). El avance chino ha sido notable, pero sigue siendo una nación esencialmente pobre, y el progreso tiene su precio. China funciona mediante un acuerdo entre las élites gobernantes, de un lado, y del otro una clase media consumista de unas 200 millones de personas. Las élites garantizan a esa clase media 8% de crecimiento anual, a cambio de su pasividad política. Mas si bien una limitada economía de mercado puede coexistir con un esquema de control político autoritario, tal equilibrio es precario y las presiones democratizadoras intensas.
En China el descontento social y político es generalizado, y se sustenta en la desigualdad entre los prósperos habitantes de las ciudades costeras y la inmensa mayoría campesina del interior, que se va quedando atrás. Según el Banco Mundial la mayoría de los chinos gana menos de US $ 2 diarios. La oficina de estadísticas china indica que el promedio de ingresos rurales fue de US $ 200 per cápita en 2004, menos de un tercio de los urbanos. La CIA calcula que entre 80 y 120 millones de trabajadores rurales excedentarios se encuentran en permanente movimiento entre sus zonas y las ciudades, subsistiendo con empleos pasajeros a salarios mínimos. El aumento de las protestas perturba seriamente al liderazgo chino, así como la grave situación de una banca estatizada ahogada en préstamos inviables y enferma de corrupción.
Se ha exagerado mucho en Occidente sobre el progreso chino. Ha ocurrido, sin duda, pero China está muy lejos de alcanzar a Estados Unidos en los terrenos cruciales del poder internacional, incluyendo desde luego el militar, campo en el que China gasta US $ 60 billones al año comparados con US $ 380 billones de Estados Unidos. El «modelo chino» no es un ejemplo para nadie, y sus tensiones estallarán tarde o temprano. El totalitarismo comunista y la economía de mercado acabarán
por separarse, en medio de grandes conflictos.