Chávez, la ETA y las FARC
“La Audiencia ve indicios de cooperación del Gobierno de Venezuela con ETA y las FARC. El juez de la Audiencia Nacional Eloy Velasco ha procesado a seis supuestos etarras y otros siete miembros de la organización colombiana que pidieron ayuda a la banda terrorista para atentar contra altos cargos de este país en España, entre ellos el actual presidente Álvaro Uribe y su antecesor, Andrés Pastrana. El magistrado señala en su auto que hay datos de la investigación que indican la «cooperación gubernamental en la ilícita colaboración» entre ambas organizaciones.”
EL PAÍS, 1 de marzo de 2010
El problema no es el hecho más que escandaloso de las comprobadas relaciones del gobierno de Hugo Chávez con organizaciones terroristas como la ETA o las FARC, de las que existen mucho más que indicios, sino pruebas contundentes y hechos públicos y notorios que no requieren de mayor capacidad de demostración que la simple voluntad de ver y oír. Dichas relaciones existen desde el momento mismo en que Chávez fuera encarcelado por protagonizar el sangriento y frustrado golpe de Estado del 4 de febrero de 1992. Y se hicieran manifiestas con sus declaraciones sobre Colombia y las FARC en cuanto asumiera la presidencia de la república. ¿Alguien ha olvidado su provocadora definición de los límites territoriales de Venezuela, cuando señalara por cadena nacional que Venezuela limita al sur y al oeste con las FARC o aquellas en que exigía reconocerles beligerancia? En cuanto a sus vínculos con la ETA, han venido siendo denunciadas en España desde que se hiciera público el empleo en un ministerio del gobierno chavista de uno de los líderes de Eta, Arturo Cubillas Fontán. La Audiencia española se encargará de comprobar si es efectivo que tales relaciones llevaron incluso al respaldo del gobierno venezolano a efectuar atentados contra la vida de dos presidentes colombianos.
El problema tampoco lo constituyen sus relaciones privilegiadas con el terrorismo talibán y gobiernos forajidos como el de Irán, o la alianza estratégica con Cuba, culminada en la entrega de nuestra soberanía y la invasión de noventa mil cubanos a territorio venezolano, dueños de los enclaves estratégicos del estado venezolano. Sólo la discreción impuesta por la habilidad política y el oportunismo estratégico de Fidel Castro han impedido la conformación de una república socialista unida, bajo formal mando conjunto de ambos gobiernos pero factualmente dominada por los hermanos Castro y sus aparatos represivos.
El problema radica en la absoluta complicidad de gobiernos e instituciones multilaterales latinoamericanas supuestamente democráticas con el gobierno de Hugo Chávez y su aparente indiferencia ante el sistemático cercenamiento de las libertades constitucionales que tienen lugar en nuestro país. El problema radica en la incapacidad estructural de los gobiernos y partidos democráticos de la región por comprender la política de ingerencia y desestabilización adelantada por el castro chavismo para terminar de estrangular la democracia venezolana y avanzar hacia el estrangulamiento de las democracias en la región. El problema radica en el abandono de la defensa de nuestro sistema de vida y la aparente disposición a cederlo a quienes propugnan formas totalitarias de cultura y gobierno.
El problema, en otras palabras, radica en esa zona de intermediación entre dictaduras totalitarias y democracias constitucionalistas formada por países dotados de gobiernos y gobernantes democráticos, electos democráticamente y respetuosos de las reglas del juego en sus países, pero que apuestan secreta o veladamente por la subversión y el establecimientos de gobiernos totalitarios, como es el caso de Lula da Silva o los Kirchner, aliados estratégicos de Hugo Chávez y sostén continental de sus fechorías. Incluso el de la Concertación chilena o el de Felipe Calderón, incapaces de levantar un dedo en contra de la dictadura cubana o provocar la menor molestia en el caudillo venezolano. El problema es el abierto respaldo del Secretario General de la OEA
José Miguel Insulza a los desafueros del castro chavismo y sus denodados esfuerzos por levantarle toda sanción a una dictadura semi centenaria como la castrista.
El problema es la extrema gravedad a la que ha llegado la complicidad de las llamadas democracias latinoamericanas – de izquierdas, de centro o de derechas – con los devaneos totalitarios de la región. Ha llegado la hora de alzarse contra una irresponsabilidad de tal magnitud. Por fortuna ya se avizoran buenos indicios: el ejemplar comportamiento del embajador de Panamá en la OEA, Guillermo Cochez, la decisión del pueblo hondureño a impedir por todos los medios la pérdida de su democracia, el triunfo de Sebastián Piñera en Chile y su reclamo contra la opresión de la dictadura castrista. Es el comienzo de una cruzada por la libertad. Debemos respaldarla con todos nuestros medios.