Cesare Battisti y la justicia del Foro de Sao Paulo
El affaire Cesare Battisti, que crea fuertes tensiones en estos momentos entre Italia y Brasil, demuestra que los caciques de la izquierda se burlan de la justicia y llegan hasta a pisotearla ante los dictados más absurdos de su política.
El ex presidente brasileño Inacio Lula da Silva, esperó el último día de su mandato para anunciar que negaba a los jueces italianos la extradición del ex terrorista Cesare Battisti. Este último no es el simpático “activista de extrema izquierda” que cierta prensa presenta. Es un escurridizo pistolero condenado como reo ausente por la justicia italiana, una de las más garantistas del mundo.
Los jueces de Roma condenaron a Battisti por haber asesinado a dos personas, a un guardián de prisión, en Udine, el 6 de junio de 1978, y a un policía, el 19 de abril de 1979, en Milán, y por haber actuado como cómplice de otros dos homicidios de 1979, en su calidad de jefe del grupúsculo “Proletarios armados por el comunismo”.
Con su escandalosa decisión, Lula pretende cerrar definitivamente ese caso y permitirle al terrorista quedar en libertad en Brasil, donde estaba encarcelado desde su detención en Río de Janeiro en 2007.
Con toda razón, Italia declaró que la decisión de Lula a favor del prófugo es un acto «injusto y gravemente ofensivo». Ignazio La Russa, el ministro italiano de Defensa, destacó que su país «intentará todo» para que Brasil reconsidere su decisión y respete a la justicia italiana. El gobierno de Berlusconi anunció que llamará a consultas a su embajador en Brasil.
Como se trata de un pretendido ex “combatiente” comunista, el presidente Lula, jefe del Foro de Sao Paulo, no vacila en proteger a Battisti y mofarse de la magistratura italiana. Brasilia llegó al colmo de decir que éste no puede ser extraditado pues podría ser sometido en Italia a “actos de persecución y de discriminación” por sus “opiniones políticas”. Empero, Battisti no fue condenado por sus opiniones sino por actos de sangre particularmente abyectos. En cuanto a las víctimas del delincuente lo único que les ofrece Lula es llorar por sus muertos y heridos.
Capturado en 1979, denunciado por sus compinches y condenado en 1981 en Italia, Cesare Battisti se evade de prisión poco después y se esconde en Francia, México y Nicaragua. En 1990, regresa discretamente a Francia, donde el gobierno de François Mitterrand le otorga garantías, como había hecho con otros ex terroristas italianos. En 1991, Battisti es detenido por pedido de Roma, pero un juez francés, como cosa curiosa, lo deja en libertad por un aparente “error” del expediente.
En Roma, finalmente, el proceso del forajido termina, el 31 de marzo de 1993, con una sentencia en casación a cadena perpetua por sus crímenes y evasiones. Sólo hasta marzo de 2004, ante el pedido de la magistratura italiana, la justicia francesa decide extraditar a Battisti y éste es puesto bajo vigilancia policial. En agosto de 2002, tras un pedido idéntico, Francia había extraditado a otro terrorista italiano. Hasta ese momento, Battisti había vivido tranquilamente. En París se ganaba la vida como guardián de edificio y escritor de novelas policiacas.
Ante la inminencia de la extradición, Battisti es alertado, logra escapar a la vigilancia judicial y desaparece. Se volvió a saber de él en 2007 cuando fue arrestado en Rio de Janeiro. Dos años más tarde, el gobierno de Lula le concede el estatuto de refugiado político, mientras que, por su parte, el Procurador General de Brasil, el 5 de abril de 2008, se pronuncia a favor de su extradición a Italia. El Procurador considera que si bien Battisti había tenido “motivaciones políticas”, éstas eran insuficientes para justificar “la puesta en peligro de representantes de la autoridad y de civiles indefensos”, y que sus crímenes estaban marcados por una “cierta frialdad y desprecio por la vida humana”. Por su parte, la comisión brasileña para el refugio rechaza el estatuto de refugiado político a Battisti.
Si el insulto a su justicia continúa, Roma no descarta la posibilidad de llegar a declarar un boicoteo a los productos brasileños. Existe un acuerdo militar italo-brasileño que podría ser afectado por la terquedad de Brasilia. La nueva presidente, Dilma Rousseff, ex brazo derecho de Lula y con un pasado de lucha armada, tendrá que bregar con la papa caliente creada por su patrón. Es posible que, en vista de la presión de Roma, Brasilia le esté buscando un nuevo refugio a Battisti. No sería raro que el hombre se esfumara de nuevo para aparecer después en Venezuela.
Creyéndose fuera del alcance de la justicia de su país, Battisti se ufanó, en 2001, de poder “asumir políticamente todo” lo que le reprochan. En mayo de 2009 fue más lejos y reconoció ante el semanario Paris Match haber cometido “crímenes” pero negó haber ultimado a nadie. Y hasta amenazó con suicidarse si lo capturaban de nuevo: “No iré a Italia. No llegaré vivo”.
En Francia el ex terrorista disfruta de protecciones políticas. Varios jefes del partido socialista, como Bertrand Delanoë y François Hollande, quien fue a visitarlo en prisión, lo amparan, así como las sectas de extrema izquierda. La ex modelo Carla Bruni-Sarkozy fue acusada por la prensa italiana de ayudar a Battisti. Según el semanario Panorama, la primera dama de Francia patrocinó un encuentro entre la escritora Fred Vargas, amiga de Battisti, y el presidente Sarkozy, y propició un encuentro entre Vargas y el secretario general de la justicia brasileña. El 25 de enero de 2010, Carla Bruni-Sarkozy negó ante la Rai italiana haber hecho eso. “Es un asunto brasileño” declaró, por su parte, el Eliseo, quien no desmintió lo del encuentro Sarkozy-Vargas.
El gobierno brasileño está dando un mal ejemplo al mundo. Muestra que Lula fue capaz de pasar por encima de la justicia brasileña e italiana para proteger a un bandido marxista. El destino que les espera a los países dominados por el Foro de Sao Paulo es ese: la justicia será destrozada por la ideología.