Cargo del muerto
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La muerte de Alfonsín deriva en una problemática inagotable.
En trazo grueso, puede asegurarse que, desde la solemnidad del post mortem, Alfonsín supo diseñar el merecido renacimiento de la centenaria Unión Cívica Radical.
Que fomentó, además, el culto indispensable del consenso. La tolerancia hacia el disenso.
Que generó, en definitiva, una valoración popular de la transparencia.
Muy bien. Pero pasados los estremecedores escenarios, signados por la conmoción, la sociedad debiera encontrarse en condiciones de saber quién se hizo cargo del muerto.
Aparte, claro, de la historia. O de la posteridad.
Ningún dato irrelevante averiguar quién se hizo cargo de los gastos del sepelio del brillante estadista. De los aspectos vulgarmente crematísticos, originados en el majestuoso servicio fúnebre.
Porque no fue “El Raulo”, el hijo mayor, al que, según nuestras fuentes, no le fue tan mal en la vida.
Tampoco fue el señor Gabriel Romero. Empresario precipitado en los ochenta, que supo ser un favorecido por el estigma de la suerte. Pudo destacarse por su entrañable capacidad de ahorro.
Quien se encargó de abonar la cuenta, según nuestras fuentes, fue Luis Barrionuevo.
Alias Luisito.
Opus
Trátase del ingenioso secretario general del gremio de los Gastronómicos.
Legislador nacional, la referencia de Luisito es Catamarca.
Su identidad es -qué duda cabe- el peronismo. Hoy anima, incluso, sin mayor fortuna, alguna de las tantas fantasías abrumadoras del peronismo disidente.
Fue presidente de Chacarita Juniors.
Pero sobre todo Barrionuevo debiera ser respetado por la vocación honrosa de filósofo positivista popular. Por la insolencia de sus tesis. Las que, en cierto modo, invocan la transparencia, el valor que lo unifica con el legado de Alfonsín.
A través de la hondura estructural, Barrionuevo supo revolucionar, con la limpieza de sus tesis, la aventura desafiante del pensamiento.
Para la filosofía, Barrionuevo aportó sendos opus memorablemente clásicos.
El primer opus fue el consagratorio. Se titula “En la Argentina nadie hace la plata trabajando”. Emanación transparente de 1990, que le proporcionó la magnitud universal. La trascendencia que perceptiblemente le envidian sus contemporáneos, como José Pablo Feinmann, el Rozitchner “junior”, y Tomás Abraham. Porque Barrionuevo alcanzó la dimensión de un par epigonal como Heiddeger. O Gilles Deleuze. Hasta dejar, en el camino, donde se juntan las paralelas, a Barón de Astrada. Y a Coriolano Alberini, el diseñador de “La comunidad organizada”.
Con el segundo opus, “Dejar de robar por dos años”, Barrionuevo insistió en el abordaje de la necesaria transparencia. Siempre desde la densa trasgresión, surcada por la coherente profundidad de sus propuestas.
Primera categoría
Volvamos al sepelio
A pedido del gran amigo Nosiglia, alias El Coti -con quien nuestro filósofo se entendió en los dilatados caminos del pensamiento transparente-, el positivista Luisito Barrionuevo se encargó de los temas relativamente menores. Los presupuestarios.
Como por ejemplo el ataúd. Las ornamentaciones de la especialidad. Los abalorios. Infinidad de portacoronas. Y hasta se encargó Barrionuevo de abonar, según nuestras fuentes, la cureña que trasladó el féretro. Desde la magnificencia del Congreso, hacia el destino final. El cementerio de La Recoleta. Ante el envoltorio de la emoción. Ante la congoja generalizada, y los desbordes de la sensibilidad popular.
Ante la franca conmoción nacional que se registraba, desde Buenos Aires, para el mundo. A través de la televisión.
El servicio fue, como corresponde, de primera categoría. Aunque, por la admirable discreción del amortizador pudoroso, es difícil averiguar el monto de lo abonado.
Pero un servicio semejante cuesta, según nuestras fuentes, alrededor de 25 mil dólares.
Barrionuevo se encargó de la ceremonia a través de una gravitante empresa de la especialidad. Trátase de la Funeral Home, que regentea Julio Comparada.
Julito, en realidad, es el hijo de quien fuera un gran amigo de Barrionuevo. El Cholo Comparada. La amistad supo, y es reconfortante, atravesar las generaciones.
Por supuesto que también se mantuvo (la amistad) entre Barrionuevo, el guía, y Julito Comparada, el discípulo.
Hasta hoy, que se sepa, Comparada no consagró ningún opus, como los creados por su maestro. Sin embargo pudo imitarlo en la contagiosa vocación por el fútbol. Porque Comparada es presidente de Independiente.
Culpas
De todos modos, el pensador Luis Barrionuevo siempre apunta más allá.
Las lecturas de sus acciones admiten interpretaciones innumerables.
Tiene que ver, la última interpretación del opus, con la identidad de sindicalista.
Con el gesto, solidariamente meritorio, de hacerse cargo del muerto, Barrionuevo repara, más que una deuda, una culpa histórica.
Las catorce movilizaciones, con que el sindicalismo peronista obstruyó la gestión de Alfonsín. Un periplo lastimoso, que definitivamente subsana Barrionuevo. Al hacerse cargo del Alfonsín muerto. Desde el departamento de Santa Fe, hasta la penúltima morada.