Cancha inclinada
45 días atrás, en “Angelici, Beraldi y Ameal” (cliquear) se advirtió:
“La eventual vuelta olímpica podría darse el mismo domingo de la elección, el 4 de diciembre. En el partido contra Banfield”.
Se anticipó, además, el interés prioritario del cristinismo. Consistía en forjar la Unión Democrática. Colocarla al servicio de la reelección de Jorge Amor Ameal. En contra de Macri, El Niño Cincuentón.
Había que bajar entonces a los otros dos postulantes. José Beraldi, el poderoso empresario del transporte. Y Roberto Digón, el sindicalista combativo de antaño.
Bajarlos no costó, en realidad, ningún esfuerzo titánico.
Bastó con el antojo decisorio de “Nuestra César” (cliquear). Y la discusión elemental por el reparto. Para sumarlos, a Beraldi y Digón, en la cruzada antimacrista, detrás de Amor Ameal.
Para obturar, patrióticamente juntos, los tres, el paso de Daniel Angelici, el Tano, que se anunciaba triunfal en los sondeos, aún no convertidos en operaciones de inteligencia electoral.
Angelici es también empresario, pero del juego. Radical de confesión nosiglista. Pichón de jefe político (varios diputados le responden). Y con el mayor atributo de ser, en Boca, el crédito de Mauricio Macri.
Caramelitos
“Claro que ayudó el gobierno, es indiscutible. Pero la Unión Democrática, contra Macri, se impuso de manera natural”, confirma la Garganta.
Porque Digón se conformaba, según las vertientes, con el caramelo de la AFA. Es decir, con tener el control de las relaciones con la Asociación del Fútbol Argentino, el Universo de Grondona.
Y a Beraldi, para bajarlo, no hacía falta demasiada presión. Venía, en los sondeos, bastante más abajo de Amor Ameal.
No olvidar que Amor Ameal suele contabilizar, siempre a su favor, la apoyatura que le brindan las 200 peñas habilitadas de Boca. Son embajadas honorablemente voluntarias que se multiplican. Sirven de estructura para cualquier armado nacional.
Aparte, Beraldi se encontraba a una distancia sideral de Angelici. El Tano había picado en punta, hasta alejarse. Cuando la cancha, aún, era plana.
De todos modos, con relativa amabilidad, a Beraldi, según nuestras fuentes, se lo apretó igual.
“Mejor bajate, José, hay mil quinientas familias que dependen de tus camiones”, habría sido el mensaje del emisario (aquí talla también la fantasía).
“Dejá pasar este turno, José, que es para Jorge. Vos sos joven, podés esperar, el próximo turno es tuyo. Para vos. Cerrado”.
Para Consultora Oximoron, Beraldi hizo un negocio conveniente. No tenía la menor chance de ganar. La aventura iba a salirle, por si no bastara, alrededor de tres millones de dólares. “De los suyos”. Ahora se queda con la vicepresidencia. Nada desdeñable. Y se lleva, a la boca, el caramelo de madera de la promesa. Asegurarse el próximo turno, del que nadie, por ahora, lo va a bajar.
Los Pibes Cantores
El antojo de Cristina, gracias al éxito deportivo del equipo de Falcioni, parece haber sido finalmente redituable.
Por los deslizamientos de Zanini, El López Rega sin Magia. Por los acuerdos con los mini-gobernadores del consolidado De Vido. Por los llamados del expectante Randazzo, siempre con la caña.
Por el instrumento promocionalmente penetrante, intitulado “Fútbol para Todos”.
Por la acción complementaria de la consagrada Agencia de Colocaciones “La Cámpora”. Que pone, a falta de votos, hijos. Amor Ameal tiene su propio Máximo.
Pudieron conciliar la Unión Democrática. Es el Frente Unidad Boquense. Con el agregado, incluso, del suspenso.
Debían reservarse, según nuestras fuentes, tres lugares en la lista privilegiada de los 30. Se aguardaban los nombres misteriosos, que venían sugeridos “desde arriba”.
Dos vocalías titulares. Una para Jorge D’Angelo, lúcido sindicalista de UPCN, al que casi nadie, en el Mundo Boca, conocía.
La otra para Víctor Santamaría. Es el líder popular del Peronismo de Consorcio, el movimiento aglutinante de los porteros.
Y una vocalía suplente. Fue para el invalorable Fernando Galmarini, El Pato. Peronista cultural, exponente de la civilización duhaldista, Galmarini llega impulsado, invariablemente, por el ascendente Sergio Massa. Su yerno. Es el mini-gobernador de Tigre que se propone, también, juntar votos para la cruzada. Como otros tantos mini-gobernadores del conurbano bonaerense, interlocutores nada desinteresados de De Vido, el único que los escucha. Ponen el domingo micros, taxis, combis.
Aunque no se pregone, por cuestiones estrictamente estéticas, la Unión Democrática Boquense también cuenta, según nuestras fuentes, con el apoyo de Los Pibes Cantores.
La barra brava, ofensivamente gestual. Hoy se encuentra dividida en dos coros de ángeles. Compiten por el poder económico del submundo. 400 lucas mensuales, pero argentinas. Tema de otro texto.
Los Pibes Cantores de Mauro son los que desplegaron, en la tribuna, para ser exactos en la segunda bandeja, la imagen, oportunamente gigantesca, de Kirchner (aunque El Furia fuera de Racing).
Y al inquietante Rafa Di Zeo, que comanda su propio ejército de Pibes Cantores. Se lo tiene como muy vinculado al pre-kirchnerista Rudy Ulloa.
“Los Pibes Cantores no tienen muchos votos, al contrario. Pero pesan”.
Macri y la alternativa de jugar fuerte
A Macri, en Boca, aún no le entran las balas.
Es de los contados íconos vivientes. De la magnitud de Riquelme, que lo desairaba, y ni siquiera lo miraba de frente.
De Maradona, que lo apodaba -burlón- el Cartonero Báez.
De Bianchi, que le competía en protagonismo.
O de Palermo, acaso el ídolo que más supo bancarlo.
Si Macri, a través de Angelici, y a pesar de la cancha desfavorablemente inclinada, el domingo se destapa, y gana en la batalla por Boca, se le facilita, con amplitud, el camino que lo conduce al destino manifiesto.
La presidencia de la Nación. Para ser, en adelante, algo más que el adversario conveniente de Cristina. O el aliado artificial, siempre a tiro cercano del agravio. Para ser, en definitiva, el sucesor.
A esta altura, para Consultora Oximoron, a Macri le queda la alternativa única de jugar fuerte.
Es tarde para bajarse. Aunque algunos clásicos arrugadores, de los que abundan en el macri-caputismo, aseguran que “Mauricio no tiene que arriesgarse a una derrota innecesaria”.
Otros, ostensiblemente celosos, en cambio, ven con beneplácito la posibilidad que Angelici -pobre- se estrelle.
Disgusta, en los arrabales del PRO, la influencia que Angelici conserva sobre Macri. Temen, con mezquindad, que Angelici gane. Y que el pichón de Jefe se convierta en Jefe Político. De verdad.
Para que Macri juegue fuerte, y ni se asome hacia la tentación de arrugar, Angelici, por lo que sabemos, le dijo:
“Si pierdo, Mauricio, ningún medio va a titular el lunes 5: Perdió Angelici. ¿A quién le importa hoy Angelici? No existo. Pero el título va a ser: Perdió Macri”.
Hasta hace dos meses, cuando la cancha todavía estaba lisa y plana -para Consultora Oximoron-, Angelici estaba holgadamente arriba. Con una diferencia, sobre Amor Ameal, de doce puntos.
Hacia el último fin de la semana, en simultáneo con el gol de Cvitanich, en Mendoza, ya podía hablarse, sin rubor, de “empate técnico”.
Hoy, a 48 horas del escrutinio, y con la cancha desfachatadamente inclinada, con el viento en contra y con el campeonato Apertura adentro, en el bolso, se infiere que el cristinismo, a través de Amor Ameal-Beraldi, se impone, por una mínima diferencia, sobre el macri-caputismo, de Angelici-Moscariello.
Exitismo
“¿Para qué cambiar? ¿Y por qué?” (cliquear).
Es, acaso, la clásica pregunta que aquellos voluntariosos candidatos que confrontaron con Nuestra César, no supieron responderle a la sociedad argentina.
Tampoco la misma pregunta, pese a la campaña millonaria en dólares, es aún convincentemente respondida en el Mundo Boca.
Ni por Angelici. Ni por Moscariello. Tampoco por el jurista Carlos Stornelli, que complementa la fotografía. Como Andrés Ibarra, Carlos Ben. O Crespi.
La apelación hacia la melancolía es, en general, insuficiente para disputar el Poder Bostero. Con la memoria de los triunfos obtenidos, en aquel ciclo de gloria de Mauricio Macri.
No alcanza, de acuerdo a la evaluación, para perforar el exitismo de la actualidad.
Aparte del campeonato, que ya reluce en el bolso, la administración de Amor Ameal demuestra un balance superavitario. De 50 millones de pesos. Más de 10 millones de dólares.
Cifra irrelevante, acaso, comparada con lo que Boca -conducido por Angelici y por Macri- podría demostrar. Pero en diciembre del 2011, el balance es rigurosamente significativo. Completa, junto a la vuelta olímpica del domingo, el trabajo de inclinación de la cancha.
En el contexto de clubes desastrosamente desquiciados. Con River, el espejo eterno, que se recupera en las finanzas, pero desde el calvario cotidiano del descenso. Y con San Lorenzo, que convive con el riesgo de contagiarse -de River- el sufrimiento.