Cambios en la región
En América Latina se han venido produciendo cambios importantes en los
últimos años, como una respuesta a la crisis que habría planteado una
forma exclusionista, pero sobre todo ineficiente, de gobernar.
El cuestionamiento de los liderazgos tradicionales, el surgimiento de
nuevos movimientos y de planteamientos sociales progresistas
caracterizan el escenario político regional que, lamentablemente, no
es comprendido en todas partes de la misma manera.
Desafortunadamente, la respuesta a la inquietud popular de la región
ha sido capitalizada por un grupo de nuevos dirigentes, populistas y
demagogos, sin definiciones ideológicas que, lejos de ofrecer
soluciones duraderas, han complicado el escenario político creando
tensiones, confrontación e inestabilidad. El engaño, la manipulación,
decepcionarán en el más corto plazo a nuestros pueblos con
consecuencias impredecibles que esperamos que no se escapen de las
manos de esa neodirigencia.
Los cambios políticos de los años 50 fueron dirigidos por estadistas
de alto nivel, con verdadera vocación de servicio público,
desinteresados, de una integridad moral incuestionable. La
transformación de hoy, lamentablemente, se entrega a una dirigencia
pobre intelectualmente, interesada, pragmática e improvisada, corrupta
en la mayoría de los casos.
Venezuela es una muestra clara de este retroceso. Ante el fracaso de
su gestión, el régimen bolivariano busca apoyos afuera. Un oxígeno muy
costoso, por cierto. De allí la interferencia constante en los asuntos
internos de los otros países de la región, para tratar de expandir el
proyecto revolucionario y lograr el necesario apoyo externo. Para el
régimen, más vale tener socios afuera, que apoyos adentro. Un error.
En Bolivia apostaron a la victoria de Evo Morales que se inicia en
medio de la confrontación y de las amenazas, siguiendo muy de cerca el
modelo venezolano. Su mensaje no es el más acertado y ello, sin duda,
pesa en el ambiente político de Bolivia. Sus primeras declaraciones
crean incertidumbre. Ojala haya rectificaciones pero, conociendo a sus
mentores, es muy poco probable que el presidente boliviano acepte
consejos y adopte posiciones conciliadoras, propias de un estadista.
La victoria de Morales representa un punto, pero Bolivia está lejos de
ser una «potencia» influyente. Por el contrario, el nuevo presidente
boliviano resulta ser un «mandado» del eje Caracas-La Habana, sin
personalidad propia, lo que no debe ser del agrado de los demócratas
y nacionalistas de ese país.
Las nacionalizaciones, sus últimos anuncios, pueden ser positivas y
convenientes, aceptables por todos, si se fundamentan y se implementan
conforme a las reglas y los intereses nacionales. Si se imponen
arbitrariamente tendrán un efecto contrario.
En Perú, buscan desesperadamente el triunfo del militar golpista,
Humala. El apoyo se instrumenta esta vez a través del ataque
desmesurado, alocado y grosero diríamos, del presidente Chávez a su
homólogo peruano Alejandro Toledo y al candidato social demócrata
Alain García, muy probablemente el próximo presidente de Perú. Es
parte de la estrategia para favorecer la «ampliación bolivariana». No
es torpeza, tampoco improvisación. Por el contrario, una acción bien
medida. Ante su derrota inminente, el régimen decide dar un poco de
oxígeno al militar golpista y desprestigiado que aspira desviar el
destino de ese país. Pero resultó todo lo contrario. Una vulgar
intervención foránea que favoreció a García. Los peruanos se percatan
ahora que una alianza de todos los sectores políticos y el
establecimiento de un gobierno de concertación nacional resultan
indispensables para detener el salto al abismo que representa Humala.
La derrota del militar golpista, como la de los otros candidatos en la
región que representan las cartas de la «revolución» es muy probable.
Los peruanos no van a permitir que un títere se instale en el poder
para recibir, como Evo, las órdenes superiores de La Habana, vía
Caracas.
El «mapa revolucionario» se transforma pero no, afortunadamente, a
favor del proyecto venezolano. La victoria de la democracia en Costa
Rica y El Salvador, junto a las de Perú y Colombia y muy probablemente
México; la visión del presidente uruguayo y la discreción que se
impone a los presidentes de Brasil y Argentina marcan el aislamiento
de Venezuela
El nuevo mapa político de la región incidirá de manera importante en
el tratamiento del tema venezolano en los organismos internacionales,
particularmente, en el seno de la OEA. El debate será diferente cuando
se discuta la amenaza a la democracia en Venezuela, las condiciones
electorales, la situación de los derechos humanos y de las libertades
fundamentales. Los intereses y la timidez no estarán presentes
entonces
La región se transforma, es cierto pero no en la dirección que La
Habana y Caracas desean. Los pueblos exigen cambios, es verdad; pero
también respeto y libertad. El populismo se agota y aceleradamente,
ante el fracaso de una forma arbitraria e ineficiente de gobernar.