Bush: tres años más
Los que por razones de oficio seguimos en detalle la prensa y otros medios de comunicación estadounidenses, llegamos a pensar estos pasados días que una bomba atómica iba a estallar sobre la Casa Blanca, con relación al caso (que nadie entiende) de la agente encubierta de la CIA. Eso nos habían hecho esperar el New York Times y el Washington Post, sin olvidar a CNN, CBS, NBC y demás cadenas de televisión. Sin embargo, al final lo que explotó fue un enmohecido cohetón. ¿Qué pasó?
Para entender la actitud irresponsable de la «gran prensa» y otros medios de EEUU, y de los que acá reproducen sumisamente sus reportajes, hay que tener en cuenta el descenso de su credibilidad ante el público. A ello se suma el impacto de la Internet sobre la difusión de noticias y opiniones entre una gran masa de personas, que antes absorbían su información de los periódicos y la televisión comercial, pero que ahora poseen otras opciones y las utilizan con fervor. Este proceso ha desvelado la actitud sesgada de diarios alguna vez considerados imparciales en su manejo de las noticias, pero que en realidad son vehículos de los sectores de izquierda que por años dominaron la cultura política norteamericana. Ese dominio se encuentra ahora cuestionado, y periódicos como el New York Times, entre otros, ya no pueden considerarse instrumentos ponderados y objetivos, sino bastiones comprometidos de un sector político que sueña con repetir las experiencias de Vietnam y Watergate, y que está empeñado en destruir a George W. Bush.
No lo han logrado, ni creo que lo logren, aunque seguirán tratando. Durante la pasada campaña electoral la «gran prensa» de EEUU se vio sacudida por varios escándalos, al distorsionar hechos e inventar otros con el propósito de dañar los chances del candidato Republicano. El más reciente esfuerzo orientado a crear una atmósfera de crisis, en torno al caso de la agente encubierta de la CIA (cuyos vericuetos es imposible reseñar aquí), está lejos de duplicar a Watergate. A pesar de sus desvelos, y de su casi demencial odio hacia Bush, los medios «progresistas» no han podido oxigenar al partido Demócrata, que es incapaz de proponer alternativas ante cualquiera de los temas de la agenda del país, se trate de la guerra en Irak, el curso de la economía, o la reforma de la seguridad social. El partido Demócrata se radicaliza cada día más, y se distancia de la mayoría del electorado empujado por las élites intelectuales que controlan los medios y las Universidades, haciéndosele más tortuosa la ruta del poder.
La actitud de los medios «liberales» o «progresistas» ante la guerra de Irak ha sido deleznable, y una clara traición a los principios que dicen defender. La nostalgia por los tiempos de Vietnam, y el deseo de recobrar la hegemonía cultural de que disfrutó después de la derrota de Estados Unidos en el sureste asiático —hegemonía que incluyó los años de Carter y Clinton, durante los cuales EEUU se desarmó militar y sicológicamente frente a sus enemigos—, ha llevado a la izquierda norteamericana a volverle la espalda a la mayoría del pueblo iraquí, que está luchando con valentía por una vida política civilizada. No importa que los iraquíes aprueben abrumadoramente su Constitución, y se preparen a elegir un gobierno por primera vez en su historia; lo único que le interesa al hipócrita «progresismo» estadounidense e internacional es humillar a Bush. Semejante actitud pone de manifiesto la bancarrota moral de la izquierda en el mundo, así como su pérdida de brújula política.
Luego del derrumbe de la URSS, el descrédito del socialismo, la decisión china por el capitalismo, y la decadencia del modelo europeo sumido en el estancamiento, la izquierda se ha quedado sin banderas ni propuestas, y su energía negativa se enfoca en una sola dirección: el odio hacia EEUU y su Presidente. Es evidente que ese odio, en especial en lo que se refiere a Bush, tiene algo de patológico, y que su personalidad sencilla pero firme enloquece a sus adversarios. Ello es un buen síntoma, pues significa que el Presidente estadounidense está haciendo cosas fundamentales muy bien. Bush ha sido perseverante en sus prioridades, colocando la guerra contra el terrorismo en primer lugar. En vista de la existencia de personajes de la catadura del actual Jefe de Estado iraní, del criminal que tiraniza Corea del Norte, del déspota cubano, y del disparatado caudillo que rige los destinos de Venezuela, la presencia de un político de línea dura como Bush en la Casa Blanca resulta tranquilizadora, aunque la izquierda delire de rabia.