Brasil, un buen modelo energético
Todo intento de integración energética latinoamericana tiene que pasar por Brasil. Brasil le compra electricidad a Venezuela, gas natural a Bolivia y Argentina, negocia con Perú la compra de gas de Camisea, construye con Paraguay la mayor central hidroeléctrica del mundo y siempre está abierto a cualquier forma de integración, principalmente como comprador. A primera vista puede pensarse que Brasil es un gigante hambriento de energía del exterior, pero esto no es del todo cierto, una mirada detallada muestra que internamente no lo hacen nada mal.
En el año 2005, Brasil cubrió sus necesidades de energía de forma diversificada, utilizando petróleo, biomasa, hidroelectricidad, gas natural y carbón, las cuales proporcionaron el 98% de la energía primaria. Inclusive la energía nuclear añadió poco más del 1%. El 77% de esta energía fue producida internamente, mientras el 23% importado se concentró en petróleo, carbón y gas natural que representaron el 94% de las importaciones.
Desde el punto de vista de cada fuente, Brasil produjo internamente el 74% de sus necesidades de petróleo, el 18% del carbón y el 67% del gas natural. Si se considera que el carbón apenas aporta el 6% del total de energía primaria, la dependencia externa parece concentrarse en el 26% de su consumo de petróleo y el 33% del de gas natural. Pero hay que mirar un poco más adentro.
El crecimiento del sector petrolero brasileño ha sido algo sorprendente. En los últimos 25 años sus necesidades de petróleo se han duplicado, pero mientras en 1980 sólo producían internamente el 17% de dichas necesidades en 2005 cubrieron el 74%. Más aun, con la instalación de la nueva plataforma P-50, costa afuera en la cuenca de Campos cerca de Río de Janeiro, pronta a entrar en servicio, Brasil espera lograr la autosuficiencia de este combustible en 2006. Los programas de Petrobrás contemplan la instalación de dos nuevas plataformas en 2007, lo que añadirá 300 mil barriles diarios y convertirá a Brasil en exportador de petróleo por algunos años. De igual forma, de manera gradual, ha venido incrementando su producción de gas natural, el combustible de mayor crecimiento de la matriz energética brasileña.
Petrobrás merece un comentario aparte. De aquella pequeña empresa estatal creada para comercializar las importaciones de petróleo, se ha convertido en la octava petrolera del mundo por valor de mercado. Tiene presencia en 15 países y cotiza en las bolsas de Madrid y Nueva York además de las brasileñas, mientras sigue expandiéndose. Su evolución es un modelo de lo que debe ser la gerencia pública.
Brasil seguirá creciendo y demandando cantidades mayores de energía. Su sector eléctrico crece a un ritmo de 4.000 MW por año, el equivalente a dos centrales como Caruachi. Hace 25 años la hidroelectricidad cubría casi el total de sus requerimientos, pero el año pasado sólo aportó el 70%. A pesar de que siguen construyendo centrales hidroeléctricas, la necesidad de complementar la generación con otras fuentes seguirá aumentando.
El sector automotor constituye otro ejemplo. Han logrado estimular el uso de carros híbridos, que pueden usar mezclas de gasolina y alcohol en cualquier proporción, e inclusive se está introduciendo de manera creciente el gas comprimido, el equivalente a nuestro Gas Natural Vehicular que fue asesinado por la política de precios de la gasolina. Para lograr esta diversidad el precio de la gasolina se sitúa entre 2.600 y 3.000 bolívares por litro, de acuerdo con su calidad.
Brasil es todo un paradigma de coherencia en su política energética. Sin duda seguirá abierto a la integración, pero mientras tanto no se duerme en los laureles. Es un modelo a tomar en cuenta por cualquier país que quiera garantizar su seguridad energética.