¿Bloqueo a Cuba e Irán o a Honduras?
El mundo; contrariamente a lo que mucha gente cree, no está ni en crisis de valores, ni económica, ni de ningún otro tipo, simplemente, está ocurriendo más de lo mismo; es decir, la humanidad sigue siendo en pleno siglo 21 [aunque en realidad la humanidad existe desde—por lo menos—hace 600 siglos]: un montón de tribus bárbaras, de cavernícolas o de seres primitivos (escoja el adjetivo que más le guste), donde cada grupo de humanos trata de imponer al resto, sus dioses, sus costumbres y someterlos a las megalomanías de sus gobernantes de turno.
Es el mismo cuento—repetido una vez más—de la extinción del Hombre de Neandertal (Homo sapiens neantherthalis], por el ser humano moderno [Homo sapiens sapiens] hace unos 130 mil años—y mucho antes de que apareciesen en la Tierra, los imperios incas, mayas, aztecas, bizantino, romano, británico, etc., o los califatos, las dinastías faraónicas, las ciudades-estado y los actuales estados modernos.
Todos los intentos por crear alguna especie de ente rector del mundo, como los Concilios de Jerusalén y de Nicea, o la Liga de Naciones o la Organización de las Naciones Unidas, han degenerado en meras burocracias que obedecen a las pataletas de los egos de los gobernantes de turno y a sus interesespersonales—no siempre consistentes con los vitales intereses de las naciones que gobiernan.
Todo parece indicar que la brutalidad—la guerra—y la subyugación de una nación por otra o algún tipo de coalición de otras, sigue siendo la única e inevitable manera de lograr alcanzar algún período temporal de paz; antes de que estalle la próxima e inevitable guerra, cumpliéndose el famoso aforismo del soldado prusiano e historiador y teorista militar Carl Phillipp Gottlieb von Clausewitz (1780-1831); en su máxima obra, Vom Kriege, (De la Guerra): “La política es la continuación de la guerra por otros medios”.
Esto; muy lamentablemente, significa algo mucho más deprimente: la estupidez entre los seres humanos está mucho más generalizada de lo que se cree.
Es un círculo vicioso del cual parece que somos incapaces de salir—y no sólo debido a nuestro nivel de estupidez—sino porque está determinado en nuestro genoma y epigenoma: la realidad es extremadamente compleja, por lo que para poder sobrevivir en ella, la naturaleza nos dotó de sentidos sensoriales y de un intelecto que simplifican constantemente esa realidad, para que podamos llevar a cabo—sintiéndonos confortables; y hasta felices, las actividades rutinarias y simples así como las no tan rutinarias ni tan simples en las que nos vemos involucrados cada día de nuestras vidas; es decir, vivimos en un mundo irreal, que no se parece en lo absoluto a su objetiva realidad.
En cristiano: nos negamos a aceptar las soluciones complejas, queremos que todo sea sencillo, simple y fácil—y en consecuencia, nos estrellamos estrepitosa y constantemente con la realidad.
La principal realidad que nos negamos a aceptar es que no puede homogeneizarse a los seres humanos—ni físicamente (como quieren los racistas), ni filosófica, ni teológica, ni políticamente, (como quieren los megalómanos). La inevitable norma es una intoxicante—pero exquisita—diversidad.
Y es por ello; que la democracia, (la separación del poder público en ramas ejecutivas, legislativas y judiciales realmente independientes y realmenteigualmente poderosas), constantemente bajo el escrutinio de la opinión pública—lo que produce millares, diarios e interminables debates y votaciones a favor y en contra, es la mejor forma de organización social y política que ha sido diseñada por la humanidad; simple y llanamente porque agarra por los cuernos—de frente; y sin miedo—al toro de la complejidad del ser humano.
Por ello: ¿Vamos a desbloquear los negocios de los Castro para que continúen esclavizando a más de 10 millones de cubanos? ¿Vamos a impedir a juro que los hondureños elijan a un presidente distinto a Manuel Zelaya? ¿Vamos a dejar que Irán le lance una bomba nuclear a Israel para desaparecerlo del mapa?