Ariel Sharon: Un gran epílogo para una polémica biografía
Ganaste las elecciones en 2000, Ariel Sharon, prometiendo paz sin concesiones territoriales y no cumpliste para rencor de tus detractores – los colonos y ultra nacionalistas israelíes y aquellos acostumbrados a culparte, o en tu nombre, a tu país, de todos los males del Medio Oriente.
Por eso, unos y otros, tus aliados de ayer y tus detractores de siempre – acorazados en supuestas ideologías progresistas selectivas a la hora de criticar o callar la violación de Derechos Humanos según los países y regímenes de su simpatía – son incapaces de concederte un atributo, no importa todos los riesgos políticos que, ahora, viejo y más sabio, te has jugado por un gesto hacia la paz.
Fuiste sumamente belicoso y tu política de represalias a los incesantes ataques de terroristas palestinos contra civiles israelíes consolidó la imagen de guerrero inflexible que marcaba tu biografía. En enero de 2002, cuando Israel interceptó el barco Karin A con 50 mil toneladas de armamento traídos de Irán y demostró la impronta de Arafat en juegos de guerra terminaste de convencer a la gran mayoría de los israelíes, si bien no al mundo, que el líder de la Autoridad Palestina no era un interlocutor válido y decidiste aislarlo en su cuartel general en Ramala a la espera de un nuevo liderazgo palestino.
Al no lograr tu objetivo, decidiste adoptar el plan de retirada unilateral de la Franja de Gaza del ex primer ministro Ehud Barak, renunciando a tu ideología nacionalista. Para sorpresa de todos, tú, gestor de asentamientos en los territorios palestinos ocupados por Israel desde 1967, anunciaste su demolición en Gaza.
Y llegó la hora de las decisiones. Muchos dijeron que no lo harías, que conseguirías las excusas para no cumplir y comenzaste a arriesgar:
– Despediste a los ministros que votaron contra la retirada de Gaza.
– Llevaste la votación al Parlamento aunque la mayoría de tu partido, el Likud, se opuso al plan e invitaste al Partido Laborista, liderado por el pacifista Shimon Peres, a unirse al gobierno.
– Enviaste al ejército y a la policía a sacar a los colonos que se negaron a marcharse voluntariamente, más de 4 mil, y pusiste fin a la presencia militar y civil israelí en Gaza.
– Comenzaste a negociar con el actual presidente de la Autoridad Palestina, Abu Mazen, sobre el futuro de Cisjordania, prometiendo, hacer concesiones si los palestinos desarman a sus milicias armadas y grupos terroristas. Pero la elección del sindicalista Amir Peretz como líder del Partido Laborista obligó a adelantar las elecciones y como sabes que la mayoría del Likud no apoya estas políticas, has decidido no competir con tu rival Netaniahu, opuesto a desmantelar asentamientos.
De nuevo pones los intereses del país sobre toda otra consideración, arriesgas al todo o nada, te diriges hacia tu último desafío electoral Ariel, con un nuevo partido, porque según tus propias palabras el Likud “no puede conducir al país hacia sus objetivos nacionales”. Si fracasas podrás marchar a casa sabiendo que hiciste todo lo que un Estadista puede hacer, incluyendo enfrentar al mismo partido que ayudaste a fundar y sobre todo, te has desafiado a ti mismo, a tus prejuicios y lo que eran tus convicciones del pasado.
Eres un personaje complejo, Ariel, aunque tu obeso físico, tu tosquedad y sobre todo, tu biografía repleta de desafortunadas expresiones y peores decisiones como general y ministro, hagan que erróneamente muchos piensen que eres simplón, ahora que la edad y la responsabilidad del liderazgo te convirtieron en un pragmático.
De Ariel a Ariel, confieso que siempre sentí aversión por ti y como la mayoría de los israelíes que siempre reconocieron el derecho de los palestinos a tener un estado en Cisjordania y Gaza – por razones histórica y éticas – pensamos que si un día, en nuestras peores pesadillas, llegabas a ser Primer Ministro, habría que recoger maletas y pedir al último que apague la luz del país.
Ahora es más claro entender que algunas personas pueden redimir algo de sus pasados cuando hacen espectaculares giros ideológicos – como el fundador del IRA Michael Collins, o Nelson Mandela, o el mismo Begin de tu partido que devolvió todo el desierto de Sinai a Egipto o Rabin, quien según el escritor Amos Oz, cambió gradualmente mediante un sutil proceso emocional e intelectual que, en pocas palabras, podría denominarse “si yo fuera palestino” o como le dijo a Vargas Llosa, en su serie de artículos escritos para El País de España: “Quién hubiera imaginado nunca que la lucha por la paz con los palestinos pasaría en algún momento por Ariel Sharon”.
Son muchos los que por años te satanizaron en la prensa, y ahora, cuando arriesgas tu puesto de poder por uno en la historia han dejado de hablar o escribir de ti, esperando tu caída política, para luego recordar selectivamente lo más oscuro de tu pasado. No ocurre a todos, Ariel, que las canas y las circunstancias les permitan dejar de lado sus prejuicios y odios. Muchos seguirán estigmatizándote toda la vida y algunos, a través tuyo, a todo el país porque no faltan aquellos para quienes la existencia de Israel es una especie de “pecado original”. Son los mismos que gritan justificadamente cuando un reverendo norteamericano propone un magnicidio y callan cuando el mismísimo presidente de Irán exige “borrar a Israel del mapa”, incitando a un genocidio.
Es así Ariel, y sin embargo, como tantos otros que escribieron y hablaron mal de ti durante años, en mi caso, confieso, que pasas a la historia ahora, como uno de los Estadistas de Israel.