Opinión Internacional

Allende

El once de septiembre de 1973 la izquierda democrática americana
perdió a su más fiel, valioso e inteligente de sus exponentes:
Salvador Allende Gossen, entonces presidente constitucional de Chile.

Pasarían casi 33 años para que una socialista, Michelle Bachelet,
llegara al poder en Chile, tras una amplia mayoría de votos, quien,
rescatará la memoria del Presidente mártir asesinado por orden del
Pentágono coludido con militares traidores y genocidas, encabezados
por el hoy reo de la justicia Augusto Pinochet, quien es culpable de
la desaparición de más de 3 mil chilenos y de la muerte de unos
treinta mil de ellos y, además, de extranjeros residentes en Chile
cuando ocurrió el magnicidio.

Una de las cosas que más molestan a los chilenos, que hoy no quieren
otra cosa que progresar, mejorar su calidad de vida y vivir en paz, es
que les roben el ideario social democrático de su presidente Allende,
hombre que jamás persiguió a nadie por sus ideas o porque discreparan
de él. Allende no sólo fue un marxista convencido. Fue, además,
miembro de la importante y libertaria masonería chilena y siempre
creyó en el humanismo como filosofía racional. Para Allende todo podía
discutirse, conversarse. Él se ufanaba de ser conciliador pero, no
abandonó ni entregó posiciones en contra de su pueblo, jamás. No fue
neoliberal, no pactó con las empresas del cobre, no entregó el
petróleo patagónico a las empresas japonesas, no aceptó créditos
internacionales. Su gobierno recibió una deuda externa de 4 mil
millones de dólares y cuando murió, la deuda había descendido. No
persiguió a la empresa privada, por el contrario, estableció
importantes incentivos para quienes aumentaran la producción y la
productividad, de tal manera que su gobierno llegó a tener apenas un
3% de desempleo. Ese, en buenas cuentas, era el socialismo que
propiciaba Allende, quien junto al Mariscal Tito, a Indira Ghandi, a
Nasser, fortalecieron al grupo de los no alineados. Éstos líderes no
comían cuentos ni hacían comer cuentos a sus ciudadanos. No eran
ladrones de sus erarios públicos. No malgastaban el dinero de sus
ciudadanos en fiestas y viajes. La mayoría viajaba en aviones de
líneas aéreas y se hospedaban en hoteles poco suntuosos.

Allende fue asesinado porque llegó al poder con un espíritu de equidad
que no le agradaba ni a la Unión Soviética, menos a los chinos y por
ningún motivo a Nixon, para entonces presidente del poder más grande
del mundo que se encontraba enmarcado en una Guerra Fría con los
soviéticos.

Hoy no hay soviéticos, no hay guerra fría, sólo hay capitalismo, el
cual es falsificado en algunos casos como un supuesto socialismo con
el fin de disfrazar al fascismo reinante. Ese supuesto socialismo no
es otra cosa que un capitalismo de Estado que permite que las
transnacionales hagan lo que les de la gana. Lo otro es el capitalismo
liberal, que hoy por hoy es el menos fascista pues, al menos, permite
que los trabajadores luchen organizadamente por sus intereses. Por
eso, no hay que engañarse con cantos de sirenas ni gritos de supuestas
valentías. Allende, jamás ofreció otra sangre que no fuera la suya.

Eso era hombría, eso era grandeza.

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