Algo huele a podrido
“Sabemos que nadie toma el nunca el poder
con la intención de abandonarlo. El poder no
es un medio; es un fin. No se implanta
una dictadura para salvaguardar una revolución;
se hace una revolución para implantar una dictadura”
George Orwell
Si bien la corrupción del Gobierno ha sido denunciada desde antes de la misma asunción por don Néstor de la Presidencia de la Nación, y mis sufridos lectores pueden dar fe de cuánto he militado en esa causa, nunca como ahora algo huele ya a definitivamente podrido.
No se necesita ser Shakespeare, ni trasladar el escenario a la Dinamarca de Hamlet, para percibir que los golpes diarios que está sufriendo la imagen del kirchnerismo de la mano de los escándalos que se despliegan a la luz pública desde el Congreso, los diarios, la televisión y, ahora, la Justicia, permitan suponer que nunca podrá levantarse.
Más allá de la información proveniente de las encuestas de Poliarquía, que indican que la corrupción no es un tema colocado al tope de las preocupaciones ciudadanas –de por sí algo notable, puesto que los niveles a los que ha llegado ya reviste las características de un verdadero genocidio-, las furiosas reacciones de don Néstor, de doña Cristina, de don De Vido y de don Timerman parecen confirmar el aserto.
Para justificar mi calificativo de genocidio, basta con revisar las cifras de la ANSES que, según el oficialismo, impiden dar una justa retribución a los jubilados, que son sometidos al hambre y la enfermedad por el riesgo de desfinanciar al Estado, mientras los mismos fondos son utilizados para subsidiar a los amigos del poder en su permanente saqueo al sector privado y a las empresas privatizadas, ésas a las cuales se les congela las tarifas durante diez años y, cuando no pueden realizar las inversiones por falta de recursos, son expropiadas y luego re-privatizadas en beneficio de los testaferros de don Néstor, o aventuras disparatadas como el “fútbol gratis” o Aerolíneas Argentinas.
La impudicia del doble discurso oficial, tan bien señalada por Roberto García hoy, en su columna de Perfil, ha obligado a los inventores y a los voceros de este “modelo” a contradecirse en cuestión de horas tantas veces que, si no fuera tan trágico –debido al rol que cada uno de ellos juega en el equipo oficial de Argentina-, resultaría sumamente cómico.
Kirchner que, asesorado por quienes son responsables de su comunicación e imagen, se había disfrazado recientemente de abuelito de Heidi, dejó salir al Mr Hyde que lleva adentro y, sin concretar acusación judicial alguna, calificó a Magnetto de “delincuente” y, revistiéndose con la toga, aseguró a gritos que la Ley de Medios entrará en plena vigencia el próximo lunes. La desesperación por controlar Papel Prensa, y la instalación urgente del tema del ADN de los Noble Herrera, son claras muestras de la inquietud que tiene el oficialismo respecto a su futuro.
Don Kunkel pretendió, en la reunión secreta de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados, golpear al verdaderamente distinguido Embajador Eduardo Sadous con carpetas de esas que la ex SIDE ha fabricado contra tantos enemigos del oficialismo.
De Vido, que se sintió, por primera vez, seriamente amenazado por las investigaciones judiciales y legislativas sobre el papel jugado por su Ministerio en tantos episodios de corrupción, aprovechó la inauguración de una central eléctrica para embestir desaforadamente, como nunca antes, contra el mismo Sadous, a quien calificó como pésimo funcionario y amante de la vida social; eso lo obligó, en su curiosa explicación, a montar una cancillería paralela, con la anuencia de Bielsa y Taiana; habrá que ver qué dicen éstos en Diputados.
Y la fiesta de disparates la completó don Timerman, desde Toronto, sumándole algo que, como tantas veces durante el kirchnerismo, me permitió recuperar mi capacidad de asombro: habló de la seriedad de la diplomacia de este Gobierno, y de la suya propia. Que este tránsfuga consecuente se autocalifique de serio no deja de ser curioso, pero lo es más que adjetive del mismo modo a una Cancillería que, desde el 25 de mayo de 2003, no ha dejado pecado por cometer.
Los desplantes y plantones a mandatarios extranjeros, el papelón de los cuentos chinos (¡perdón, Oppenheimer!), las valijas voladoras con dinero y cocaína, la “contra-cumbre” de Mar del Plata, el incumplimiento de los contratos de gas, el conflicto por la ex Botnia, la prohibición verbal a importar alimentos, la insólita pérdida de la Presidencia de la organización internacional de energía atómica, las acusaciones a la CIA y al Departamento de Estado por Antonini Wilson, las relaciones con el FMI y el Club de París, las clases magistrales de doña Cristina en las cumbres, y tantos otros episodios que han hecho que Argentina no figure en los mapas del mundo, hablan bien a las claras de la sinrazón de Timerman.
Desde el otro lado, lamentablemente, también llega un aroma parecido. El peronismo federal, que había conseguido una histórica foto hace unos días, ya da la sensación de haber estallado por obra de personalismos sin sentido y sin proyectos ni ideas.
El radicalismo juega, en su interna entre Alfonsín y Cobos, la suerte de su alianza de centro-izquierda. Y Pino Solanas y su Proyecto Sur parecen actuar como funcionales al kirchnerismo. El proyecto Duhalde-Terragno ha desaparecido de las agendas, y el Consenso Republicano, por el que tanto peleó Guillermo Alchouron, debiera moverse más rápido.
Para concluir esta nota, en realidad casi una crónica, sólo me resta una reflexión. Convencido que don Néstor –ni cualquiera que elija para ello- puede ganar una elección, y más allá de mi conocida sensación de que sólo habrá elecciones y traspaso del mando si el tirano de Olivos consiguiera ese imposible, la realidad dice que, en 2012, habrá que ajustar en Argentina.
Es obvio que Kirchner pretende, en caso de perder esas hipotéticas elecciones, dejar el campo minado a su sucesor, puesto que, en su imaginación, el pueblo saldría a la calle para reclamar su retorno. Entonces, comencemos ya a insistir para que, quien reemplace a la parejita imperial, lleve a los Tribunales a todo el elenco gobernante, incluidos los testaferros, a fin de evitar que esa loca imagen se concrete; si terminan todos presos -y eso necesariamente incluye el desmantelamiento inmediato del imperio económico que, con tanta voracidad y desparpajo, ha montado-, don Néstor no podrá hacer más daño y, finalmente, podremos reconstruir la República.
Mucho me temo que, antes de ello, la sociedad argentina deberá atravesar un trágico Jordán.